De vuelta a la realidad

Es urgente que el Gobierno deje los anuncios grandilocuentes; y los congresistas, el rancio populismo.

Si sirve de consuelo, Colombia no tiene los enormes problemas económicos y de pérdida de confianza de Brasil, ni Juan Manuel Santos los apuros de gobernabilidad y de apoyo de Dilma Rousseff. Eso de por sí es una gran ventaja para aprobar las reformas que eviten que las perspectivas económicas se deterioren todavía más. Pero el equipo económico del Gobierno debe actuar con prontitud y determinación.

No bastan las autocomplacencias como que el crecimiento en el 2016 será similar al proyectado 3 por ciento del 2015, que las carreteras 4G jalonarán la economía o que Reficar este año finalmente impulsará a la industria. No, porque en un batatazo de la economía no hay carreteras que valgan. Con los mismos lenitivos estaban los brasileños hasta hace poco y el año pasado el Producto Interno Bruto se desplomó 3,5 por ciento, haciendo añicos la burbuja en la que vivieron en los últimos diez años y, de paso, los logros sociales.

Y no basta, porque las predicciones en Colombia también comienzan a fallar. Pese a que como dice el ‘Wall Street Journal’, cada vez es más reducido el papel de los movimientos cambiarios para promover las exportaciones debido a que los fabricantes utilizan progresivamente más componentes del extranjero, los economistas obsequiosos nos decían que la devaluación empujaría las exportaciones. Que con ello se comenzaría a reducir el abultado déficit de cuenta corriente de más del 6 por ciento que tiene Colombia, que es uno de los más altos del mundo. Pero con la caída de los precios del petróleo no solo se desplomaron obviamente las exportaciones minero-energéticas en un 50 por ciento.

También, de acuerdo con el Dane, las agropecuarias y ganaderas en un 11 por ciento y las industriales en un 25 por ciento hasta noviembre pasado. Cifras que llevan a preguntarse qué se dedica a hacer la locuaz ministra de Comercio, Cecilia Álvarez-Correa.

Que Dios nos coja confesados si la volatilidad financiera internacional resultado de la imparable caída de los productos básicos y el desplome de la economía china tiene como consecuencia una caída abrupta en la inversión extranjera que hasta el momento ha financiado el elevado déficit externo. Y es que si bien aún es remoto el peor escenario de una recesión comparable con la experimentada a finales de los noventa, planteado por Hernando José Gómez en un estudio del 2014 frente a la destorcida en los precios del petróleo, sus proyecciones tenían como base un barril a 60 dólares. Hoy el barril coquetea con los 29 dólares y parece no tener fondo.

Es urgente, pues, que el Gobierno deje los anuncios grandilocuentes de multimillonarios gastos y sea muy asertivo en la definición de los componentes de la reforma tributaria y en la promoción de una verdadera oferta exportable diversificada. Además, que los congresistas dejen el rancio populismo como el visto con la venta de Isagén y asuman una postura responsable. Es mejor uno o dos años apretados que un costoso ajuste hecho por el mercado que de paso nos eleve el desempleo, la pobreza en cinco puntos porcentuales y reduzca el tamaño de la clase media en cerca de seis puntos, como es uno de los escenarios alternativos planteado por Gómez en su estudio. No es la catástrofe, parece que estamos de vuelta a la realidad. Una que indica que nos comimos el cuento de la bonanza y no hicimos la tarea para hacer sostenibles crecimientos económicos del 5 por ciento en la última década.

Share on facebook
Facebook
Share on google
Google+
Share on twitter
Twitter
Share on linkedin
LinkedIn

Buscar

Facebook

Ingresar