Decálogo para la paz

Frente a estos diálogos empantanados y desacreditados ante la opinión pública, el Centro Democrático ofrece la siguiente alternativa que debe ser examinada por los ciudadanos.

El movimiento Centro Democrático presentó hace un par de semanas su propuesta de paz, una alternativa radicalmente distinta al esquema de los diálogos de paz que adelanta el actual gobierno con las FARC en Cuba. Con este “Decálogo para una Paz con Eficacia, Justicia y Dignidad”, ese movimiento rompe

con la satanización que propaga el Gobierno al acusar de enemigos de la paz a quienes critican sus diálogos, señalando que aun cuando está abierto a realizar diálogos de paz, estos no se pueden hacer de cualquier manera, y que es falsa la pretendida división del país entre supuestos radicales militaristas y amigos del diálogo.

El Centro Democrático critica las condiciones en que se adelantan los diálogos actuales, en medio de la violencia y del terrorismo, negociando la agenda nacional con un grupo que carece de legitimidad social y de representatividad política para ello, con garantías previas de impunidad para los responsables de crímenes atroces y de lesa humanidad, con promesas de elegibilidad para dichos criminales, y sin exigir la entrega de armas de los terroristas. Frente a estos diálogos empantanados y desacreditados ante la opinión pública, que seguramente terminarán en un estruendoso fracaso, dicho movimiento ofrece la siguiente alternativa que debe ser examinada por los ciudadanos.

1. El cese previo del terrorismo debe ser una condición para iniciar diálogos de paz. Este es el precio que deben pagar los violentos para que el Estado legítimo acepte dialogar con ellos. Así se hizo con éxito en Colombia en el pasado, y lo hace en la actualidad el Estado español con ETA. La concentración de los grupos armados en zonas delimitadas bajo vigilancia de la fuerza pública es garantía para que ese cese de la violencia sea verificable e irreversible.

2. La agenda de esos diálogos se debe limitar a la desmovilización, la reinserción y el desarme de los grupos irregulares. Nada de que un Estado legítimo se siente de igual a igual a negociar la agenda nacional con grupos armados sin ninguna legitimidad social ni política.

3. La verdad, la justicia y la reparación a las víctimas deben ser temas esenciales de un acuerdo de paz. No puede haber impunidad para culpables de crímenes atroces o de lesa humanidad. Las víctimas de todos los grupos deben tener igual derecho a conocer la verdad, a acusar a sus victimarios, a recibir justicia y a ser reparados. No puede haber víctimas de primera y de segunda categoría, dependiendo de quién fue su victimario. Los victimarios deben recibir igual castigo por iguales crímenes.

4. No pueden ser elegibles los condenados por crímenes de guerra, delitos atroces o de lesa humanidad. Para dejar sentado que la sociedad no tolera el uso de la barbarie con pretensiones políticas, al castigo penal se debe adicionar la sanción moral y política que representa la no elegibilidad a cargos públicos de manera permanente. Un criminal no puede ser representante del pueblo en las instancias de la democracia.

5. Entregar las armas es un requisito para la reinserción de los terroristas a la sociedad. El Estado no puede compartir el monopolio de las armas con ningún grupo irregular.

6. El perdón no es gratis, hay que merecerlo. En aras de la reconciliación, el país está dispuesto a perdonar, pero para eso se necesita que los criminales cuenten la verdad, se arrepientan, acepten el castigo, hagan propósito de enmienda y reparen a sus víctimas.

7. La desmovilización desarticula el terrorismo. Independientemente de que haya diálogos o no, en aras de la paz y la seguridad nacional, el Estado debe seguir debilitando el terrorismo al promover la desmovilización individual y colectiva.

8. La política social es una herramienta para normalizar el país. Hay que quitarles caldo de cultivo a los violentos con una política social que promueva la igualdad de oportunidades, sobre todo en las regiones más azotadas por la violencia.

9. Las víctimas deben ser reparadas en forma expedita. Hay instrumentos legales para proceder a la reparación por la vía administrativa de las víctimas, y a la extinción de dominio de los bienes adquiridos por medio de la violencia, sin tanto trámite legal.

10. La paz es un asunto de soberanía nacional. No se les deben entregar las riendas de la paz a gobiernos que han sido amigos y promotores del terrorismo.

Aparte de las FARC y sus amigos, de los defensores a ultranza del Gobierno y sus diálogos de Cuba, y de uno que otro cándido incorregible, ningún colombiano podría estar en desacuerdo con alguno de los puntos anteriores. Frente a entreguismo y la pusilanimidad del gobierno actual, podrían parecer condiciones muy estrictas, pero creo que en realidad son la garantía de unos diálogos que conduzcan a una paz con eficacia, justicia y dignidad. Después del muy seguro fracaso de los diálogos en Cuba, en esos puntos se centrará el debate sobre las posibilidades efectivas de paz en el futuro. Y si este decálogo se cumple, entonces sí lograremos la paz.

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