DÉJÀ VU

Por primera vez en muchos años me tomé unas vacaciones largas y desconectadas. En algo más de veinte días no vi televisión ni oi radio y no entré al Internet. Fue refrescante. A mi regreso me esperaban centenares de mensajes electrónicos y una montaña de periódicos. Por fin me he puesto al día. Y es curioso, pero la lectura me ha generado la sensación de que no ha pasado nada en este tiempo, de que a pesar de que en Colombia siempre ocurre un hecho de esos que en otros países ameritaría primera página durante varios días, en realidad acá nada cambia.

Ahí está, por ejemplo, el paro del Catatumbo, vivito y coleando, aunque el Presidente nombrara una comisión en la que está medio gobierno. Vamos a ver si donde fracasaron Angelino Garzón y varios ministros, otros de segundo nivel podrán salir avantes. Y se anuncian otro cafetero, uno "nacional agrario" y otro de camioneros. Y, este sí es nuevo, uno minero. No debería extrañar. En la medida en que caen los ingresos por narcotráfico y por secuestro, la minería ilegal se ha convertido en la fuente alternativa de recursos de los grupos armados ilegales. Entre una cosa y otra, hay marchas programadas en 19 ciudades y 150 puntos de encuentro y bloqueos en decenas de carreteras en el país. Transportarse en estos días será aun más difícil y caótico que de costumbre.

En La Habana tampoco pasa nada. Una nueva ronda, van doce, sin avances sustantivos. El Gobierno sigue mudo y las Farc, en cambio, hablan y generan noticia todos los días. Si para algo han servido los diálogos en Cuba es para devolverles a la guerrilla los espacios políticos que había perdido. De hecho, da la sensación de que la agenda está bajo su control. Y cuando Timochenko y compañía repiten que no pagarán cárcel y que quieren que se les asignen curules directas en el Congreso, en Casa de Nariño entran en un mutismo que asusta. Un silencio que anuncia que están dispuesto a entregarles a los violentos casi cualquier cosa para conseguir la reelección y su "paso a la historia".

Mientras tanto, el Presidente, en lugar de criticar a los bandidos, descalifica y estigmatiza como "enemigos de la paz", otra vez más, a quienes critican su política de apaciguamiento, su actitud de rendición, su debilidad frente a los criminales.

La economía, mientras tanto, para atrás como el cangrejo. Ya el Banco de la República anunció que bajó la meta de crecimiento al 4%, aunque economistas muy serios creen que no llegaremos siquiera a eso. Estamos de vuelta a las tasas de crecimiento mediocres, a la supervivencia. La industria está en recesión, la agricultura va para allá, y la minería está estancada, con riesgos serios de entrar pronto en una fase de decrecimiento. La inversión programada para este año ha caído más del 50% y nadie prende las alarmas. Mientras tanto el Gobierno es incapaz de resolver la tensión entre los Ministerios de Medio Ambiente y Minas y de buscarle una salida al cuello de botella de las consultas previas. Como en casi todo en el Gobierno, nadie resuelve las disputas internas, nadie toma decisiones, nadie lidera.

Y en materia internacional, más de lo mismo. Otro encuentro con Maduro, como para que no haya duda de que Colombia olvidó el fraude electoral y cualquier pretensión de que en el país vecino haya una democracia. El temor atávico de nuestra Canciller al chavismo, paraliza. Como paralizado aparece el Gobierno para tomar decisiones en el caso de Nicaragua. Mientras se filtra el desorden de la Comisión Asesora y el Gobierno no define las líneas de base que son indispensables para defender los derechos colombianos, pasa el tiempo en contra de nuestros intereses y aumenta el riesgo de nuevas pérdidas.

Y como si no bastara, renace el 8000 con las acusaciones de William Rodríguez sobre el conocimiento que tenía Samper de la financiación de su campaña por los narcos y sobre la compra en efectivo de los parlamentarios que lo absolvieran. Nuevas pruebas, eso sí, que deberían obligar a abrir el expediente.

En fin, el despelote. Déjà vu.

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