Del No, al Sí o Sí

¿El gobierno de transición al que aspira 'Timochenko' será otro gazapo de La Habana?

No sé si fue por falta de malicia política o por una inmensa buena fe, pero a los representantes del No se los comieron vivos entre las Farc y el Gobierno. Aprovechando la tranquilidad de dos puentes festivos, en La Habana firmaron los acuerdos del 7 de noviembre sobre bloque de constitucionalidad y del 12 sobre todo lo demás. Eso se les presentó a los del No como un hecho cumplido inmodificable, prueba de la magnanimidad presidencial. Pero el día de la firma le añadieron 11 cambios bajo el nombre de ‘fe de erratas’, a pesar de que los del No preguntaran durante toda esa semana si se podía modificar algo más para llegar a un acuerdo, y la respuesta del Gobierno fue contundente: no.

Hasta traía un articulito nuevo contra los militares, introducido subrepticiamente, que el Ministro de Defensa calificó como un ‘gazapo’. El exalcalde Jaime Castro, uno de los más lúcidos contradictores del acuerdo, se tomó la molestia de buscar el exacto significado del término en el ‘Diccionario de la lengua española’, y oh sorpresa: en su primera acepción, gazapo significa: ‘conejo nuevo’.

El nuevo acuerdo con las Farc fue eso: un nuevo conejo a los del No. Y si no se tratara del presidente Santos, sino de cualquier otro presidente, estaría muy preocupado de que un país que le entregaron entero lo vaya a devolver partido. No solo sin sus aguas del mar Caribe. También, con la mitad del crecimiento económico. Y ahora sí con una mitad de los colombianos enfrentada con la otra mitad. Son millones los frustrados de que el No que ganó en el referendo se haya convertido en este nuevo acuerdo que tiene poco o ningún cambio sustancial sobre aquello que el país no quiso aprobar, y que nos meterán ahora por la fuerza.

Pero no solo nos dejará Santos un país partido en dos. Sino un país en transición. La justicia, por ejemplo, será transitoria durante un período hasta ahora indefinido, pero podrán ser 15 años o más.

La Constitución también entró en transición. A través del plebiscito, Santos convirtió un asunto político, como era la firma de un acuerdo con las Farc, en uno jurídico, sobre el cual obligó a la Corte Constitucional a pronunciarse, lo cual lo dejó preso del veredicto del pueblo. La solución que encontró fue enviar al Congreso el acuerdo para que en un ‘sí o sí’, como tituló ‘El Espectador’, se refrende y se implemente. Lo que no entiendo es cómo Humberto de la Calle, uno de los padres de la Constitución del 91, guarda silencio ante lo que le espera a su obra maestra. Con una simple “proposición”, figura del más bajo rango en el Congreso, se refrendará la semana entrante un acuerdo que implica profundos cambios constitucionales y legales. Los precedentes que nos deja Santos son peligrosísimos para nuestra institucionalidad. No solo poder bajar al antojo los umbrales de las decisiones populares, sino que en adelante la Constitución de Colombia podrá ser modificada con la simple “proposición” de un congresista.

El Gobierno también podría entrar en transición. Lo dijo ‘Timochenko’ en su discurso. Que él aspira a que se conforme “un gobierno de transición cuyo propósito fundamental sea el cumplimiento de los acuerdos de La Habana”. Ha explicado que consiste en poner un candidato presidencial único del Sí. Coincidencia o no, la ministra del Trabajo, Clara López, también se había referido hace poco en EL TIEMPO a “un gobierno de coalición con los sectores que están y los que llegan en el posconflicto”, y como Ministra que es de este gobierno, nadie la rectificó. No sabemos si algo de eso del candidato único esté pactado en La Habana. Podría ser otro ‘gazapo’ ya cuadrado con nombre propio del cual ni nos hemos enterado. Lo que ‘Timochenko’ no dice es qué pasaría si pierde ese candidato único: ¿vuelven a la guerra?

Lo que sí no parece transitorio en este país es la polarización que deja un acuerdo carente de los más elementales consensos políticos, lo cual impide pronosticarle larga vida sin las grandes cicatrices que deja abiertas.

Entre tanto… Por cariño y amistad, aspiro a que el senador Armando Benedetti sea inocente de lo que se le acusa. De lo contrario, su caso se convertirá en prueba de la ‘mermelada’ que ha tenido que entregarles este gobierno a sus escuderos para esta paz.

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