Desnudo e inmundo

Decenas de miembros de la policía política chavista irrumpieron en las oficinas de Antonio Ledezma, alcalde de Caracas, lo golpearon y se lo llevaron. Según Maduro, Ledezma estaría detrás de un supuesto golpe de Estado que se habría puesto en marcha a partir de un comunicado, Llamado a los venezolanos a un acuerdo nacional de transición, publicado hace una semana en El Nacional.

El Nacional es uno de los pocos diarios independientes que aun subsisten, gracias a los envíos de papel que le han hecho medios internacionales para apoyarlo. El otro, El Universal, fue comprado por chavistas aun indeterminados. Y Tal Cual, agobiado por las denuncias penales y las multas y sin posibilidad alguna de importar papel, ha anunciado su conversión en semanario. Todo hace prever su próximo cierre. Su director, el legendario Teodoro Petkoff, no puede salir del país y está obligado a presentarse a un juez todas las semanas. El cerco sobre lo poquísimo que queda de prensa independiente se cierra de manera ineludible.

Como es también inexorable el estrangulamiento paulatino y sistemático de la oposición política. De los cuatro grandes dirigentes que apoyan “La Salida”, una propuesta que exige la renuncia de Maduro y las movilizaciones populares como mecanismos para el retorno a la democracia, uno, Leopoldo López, está en una cárcel militar hace un año y su juicio no avanza un milímetro. El segundo, Ledezma, acaba de ser encarcelado y acusado de conspirar, de manera que se prevé que termine igual que López. A la tercera, María Corina Machado, no tuvieron reparo alguno en golpearla en medio del Congreso, le quitaron el fuero parlamentario y le iniciaron una causa judicial con cualquier pretexto. Con los antecedentes de López y Ledezma, la duda no es si la privarán de su libertad sino cuándo ocurrirá tal cosa. Al cuarto, Julio Borges, le dieron también una tremenda paliza en una sesión parlamentaria y ya anunciaron que le quitarán el fuero para también procesarlo por “golpista”. El único dirigente nacional que, al menos hasta ahora, no han vinculado judicialmente, es a Henrique Capriles que, no es casualidad, se ha desmarcado de las movilizaciones en la calle.

En Venezuela hace años los poderes públicos dejaron de ser independientes y autónomos y dependen ciegamente del Ejecutivo. La Fiscalía y los jueces son un martillo del Gobierno y no temen golpear con él a la oposición y a los estudiantes y a cualquiera que ose oponerse a las decisiones presidenciales. Bastaría preguntarle a la juez María Lourdes Afiuni, a quien Chávez mandó apresar por televisión en una rabieta. A la juez Afiuni, de paso, la violaron.

Sobre las acusaciones de golpes y conspiraciones no vale la pena siquiera hablar. Maduro, como antes Chávez, las repite una detrás de otra, sin que haya una sola prueba de ellas. Ahora se usan como excusa para encarcelar a la oposición.

Una oposición que, no sobra decirlo, cada día toma más fuerza. Las encuestas muestran que apenas un treinta por ciento de la gente apoya a Maduro. A la caída de la popularidad del régimen debe sumarse la del petróleo, que representa el 95 % de las exportaciones y tres cuartas partes de la economía venezolana. Y hay acusaciones, incluso provenientes de antiguos miembros del chavismo, que señalan al número dos, Diosdado Cabello, de ser la cabeza del cartel de los soles, dedicado al narcotráfico y compuesto por miembros de la Fuerza Armada venezolana.

Una situación explosiva que llevaría más temprano que tarde a la derrota del régimen en las urnas o a su caída estrepitosa, como han previsto tantos analistas. Yo, en cambio, no soy optimista. Es tanto el nivel de corrupción, tanto el saqueo al erario público, tantos los delincuentes enquistados al más alto nivel, que el chavismo no puede darse el lujo de perder el poder. Y lo que ha hecho es radicalizarse, enquistarse, de manera que sea imposible removerlo.

No, no creo que la crisis tumbe el régimen. Pero al menos lo obligó a desnudarse. Lo que queda es un sistema autoritario inmundo, duro y puro, al que apenas le alcanza el pudor para simular unas elecciones.

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