Después del plebiscito, ¿quién gobernará la división?

Luego de la votación del plebiscito será casi imposible gobernar un país tan dividido, gane quien gane.

Stalin ha sido un personaje que me genera excesiva curiosidad. El uso que les dio a la publicidad y la propaganda es y seguirá siendo objeto de estudio en el manejo de medios y dominio de masas. Era tan genialmente estructurada su propaganda de manipulación que muchos de los prisioneros en el Gulag aseguraban que sus detenciones eran culpa de la policía, una equivocación del sistema, una mala jugada del destino, mas nada que tuviera que ver directamente con el propio Stalin. “Él es nuestro padre”, se repetía constantemente en todos los estamentos públicos rusos.

En el libro Stalin a la una. La historia vista por los archivos de prensa y de propaganda se revela cómo el sucesor de Lenin ordenó propagar la imagen de un líder paternal bajo una luz tenue y tomando notas que siempre favorecieran al pueblo ruso: su excesiva repetición hizo que dicha imagen llegara al corazón de todos los rusos; sin embargo, el propio Lenin antes de su muerte lo había advertido: “Trotsky, visionario, líder, amado por el pueblo. Stalin, macabro, oscuro, un tirano sin escrúpulos. No lo deben dejar llegar al poder”. Pero “el hombre de hierro” ya había hecho las alianzas necesarias para atornillarse al poder. Coaliciones que siempre rompió y traicionó a lo largo de toda su vida.

Pues bien –en el ejercicio de mi opinión personal y tomando notas del libro mencionado–, no veo nada de antagónico entre las maravillas que pregonaba la propaganda estalinista y el descomunal bombardeo con el cual hoy los pregoneros del ‘Sí’ atiborran los medios y las redes sociales. Es, además, demasiado grotesco darse cuenta de que es la única ‘paz’ en el mundo que requiere tan desmesurada campaña publicitaria y cuyo líder ha llegado a tocar el techo de una desaprobación del 62 % (febrero, 2016). Pero su ‘paz’ es una comunión propagandística que ya –incluso– tuvo el espaldarazo de Vargas Llosa. Apoyo que –según él mismo– fue gracias a un artículo del escritor Héctor Abad Faciolince. El ‘acuerdo’ tiene 297 páginas para que alguien con el peso de un nobel como Vargas Llosa lo lea cabalmente; es decir, un simple artículo escrito por quien ha sido uno de los más acérrimos críticos del gobierno de Uribe no es para nada una brújula objetiva en la cual se deba confiar la decisión de un voto; no quiere decir tampoco que yo sea la letra de confiar, ¡en lo absoluto! Además, no tengo el peso de ninguno de los dos escritores, pero sí una opinión al margen de los odios personales: esto no es Uribe vs. Santos, esto es el futuro de millones de personas quienes tendrán que pagar de su bolsillo los regalos de este Gobierno a las Farc. ¡Pregúntenle a un jubilado de cuánto será su próximo descuento, solo para comenzar!

Sin duda –con tan desmesurado bombardeo publicitario– el ‘Sí’ llegue a ganar el plebiscito, aunque también podríamos ser testigos de un ‘maracanazo’ en las urnas contra la martillada ‘paz’, o un voto castigo contra los bandazos del Gobierno a lo largo de tan oneroso proceso; mas, considero por último un aspecto muy concreto: el país se dividió por completo desde el comienzo de esta pantomima publicitaria o lobby pro Nobel de la Paz, y en dicha división después de la votación del plebiscito será casi imposible gobernar un país tan dividido, gane quien gane.

P.S.: ¿Vargas Llosa –por casualidad– habrá leído también las opiniones de José Miguel Vivanco, director de Human Rights Watch?

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