Detención con morbo

Si la Corte Suprema quiere recuperar el prestigio arrasado, elección del Fiscal es un primer paso.

Lo suyo es un caso de borrachera de poder digno de estudio. Empezó bien, aunque incumplía los mínimos requisitos para el cargo y nunca debió ser nombrado, y acaba pésimo su mandato. Todo por creerse el puesto y jugar a reyezuelo junto a su jefe y amigo Montealegre.

Con todos los excesos que ha cometido el vicefiscal Perdomo, el más revelador de su personalidad, al menos para mí, es el culebrón de la detención de Eduardo José Benavides, ocurrida hace un par de meses. Alguien capaz de urdir una tramoya equiparable a cualquier telenovela de baja estofa no debiera ostentar cargo alguno y menos aún ser Fiscal General, como ahora pretende.

Enviar un batallón de policías, militares, agentes del CTI, armados hasta los dientes, a detener a un señor que tenía por toda escolta un mariachi para rondar a su prometida en víspera del matrimonio es, además de un desafuero, un despilfarro de los menguados fondos de la Fiscalía. Al día siguiente lo liberaron puesto que era evidente que no existían razones para encarcelarlo.

La única razón para hacerlo, por increíble que parezca, era vengarse de Cristina Plazas, directora del ICBF, que había osado poner de patitas en la calle a uno de sus protegidos.

El primer capítulo de la telenovela comienza con el protagonista Perdomo buscándole puesto a un viejo amigo, Jorge Luis Peñuela, un paquete chileno. Alguien que querría estar bien con Perdomo se lo vendió a Cristina Plazas como el genio del Orinoco, pero fue tan nefasto su desempeño que semanas más tarde no quedó otra que echarlo del ICBF. El Vicefiscal lo rescató y le regaló una subdirección en la Fiscalía.

Solo por esa detención caprichosa debería estar Perdomo inhabilitado para aspirar a remplazar a Montealegre. Asumo que no reconocerá nada de esta columna, hechos que algunos considerarán anecdóticos comparados con los distintos escándalos que salpican a la Fiscalía General. Pero es de esperar que la renovada Corte Suprema, que seguro está al tanto de lo ocurrido, analice bien la calidad humana de los aspirantes que el Presidente incluya en la terna, y no solo las hojas de vida.

De sobra sabemos que lo del concurso de méritos es otra de tantas engañifas, una jugada de cara a la galería que no se traga casi nadie, similar a cuando lo del Contralor General. Pero esta vez, con magistrados de la Suprema nuevos, a Santos le puede salir mal la jugada.

El ministro Yesid Reyes, al que dan como claro favorito, incluso por encima de Perdomo y de Néstor Humberto Martínez, es sin duda buena gente, pero escoger a un ministro del Gobierno en ejercicio supondría entregar al Presidente un funcionario de bolsillo para un puesto clave en el engranaje del Estado.

Dada la radical polarización del país, el ambiente político cada día más irrespirable y los retos pendientes de la justicia con los procesos de paz en ciernes, el nuevo Fiscal General deberá ser una persona de carácter, que envíe a la sociedad el mensaje nítido de que no solo es independiente y un connotado penalista que cuenta con el respeto de sus pares, sino que actuará sin sesgos partidistas ni ataduras al Presidente.

Falta por ver si Santos se arriesga a poner un burro, no sea que gane a sus dos corceles, o si meterá tres caballos de su cuadra. Si la Corte Suprema quiere recuperar el prestigio arrasado, la elección del Fiscal es un primer paso.

NOTA: Por cierto, ¿qué fue de aquel extraño robo del computador portátil en el hipercustodiado apartamento de Perdomo?

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