Dime con quién andas…

En hora buena los tiempos cambian, pero gracias a Dios somos personas, esto es, animales con memoria y sentimientos, como para saber apreciar las cosas del pasado y los avances que acometieron nuestros antecesores. Pocas voces hoy claman entonces por vivir en cavernas y desconocer los avances recogidos en el proceso histórico. Al fin de cuentas, como decía alguien, “somos enanos posados sobre los hombros de gigantes”

Sin perjuicio de ello, hay que reconocer también que existen varias cosas que los progresistas quieren que se olviden, como si los hechos no dejaran huella o como si recordar lo vivido en aras a construir una ética pública sana fuese cuestión de “extremistas” o “radicales”.

Por ejemplo, se quieren perder de vista frases con la que crecimos y fuimos educados muchos y que marcaban, sin duda, una visión moral de la existencia. “Dime con quien andas y te diré quien eres” o, la otra, “por tus obras te conoceremos”. Eran estos axiomas de antaño, sí; pero a su vez premisas de conducta que construían una comunidad donde el mal, el crimen o el desconocimiento de la ley (que viene siendo lo mismo muchas veces) eran condenados, no judicialmente, aun cuando sí socialmente.

Ahora la cosa es distinta, quizás por haber abrazado la tradición de negociar con cuanto sátrapa se nos atraviesa por el camino de la civilidad y cuyo único mérito es no haberse dejado vencer por el Estado de derecho. La moda ahora es salir a marchar, tomarse fotos y hacer coaliciones con personas amnistiadas, con ex terroristas indultados, con ex genocidas y sus cómplices que dicen ser víctimas antes que victimarios.

La moral se invirtió, o quizás desapareció como lo pregonaban y pretendían los socialistas y los anarquistas. Y una cosa es que un político se tome una foto en plaza pública con cualquiera que así se lo pida, y otra muy distinta es ver, con enorme tristeza, como lo que hoy cuenta es salir abrazado con esos ex genocidas y exdelincuentes que por su relevancia mediática terminan teniendo enorme incidencia social.

¿Acaso no nos da muy duro, en el centro del corazón y en las profundidades del alma tener que llamar compatriota a un ex genocida? No lo pregunto con el propósito de invitar a desconocer los indultos y las amnistías del pasado, pero sí para reflexionar sobre la sociedad que estamos construyendo donde las fotos en la que se irradia la camaradería propia de la complicidad con la otrora escoria social son dignas de publicar.

En la oposición hay gente brillante y maravillosa como también exgenocidas y excriminales. Me duele que se hagan esfuerzos por unirse, mezclarse y fusionarse, como si fueran la misma cosa porque, a mi juicio, no lo son.

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