Dios proveerá

Ya no sabemos a qué atenernos. Un presidente de una revolución que se declara marxista, y por lo tanto atea, ante la crisis descomunal de su país apela a lo que podríamos llamar la última instancia y le dice a su gente, expectante, ansiosa de soluciones, que “Dios proveerá”.

Y no está descaminado del todo. La situación venezolana escapa al análisis convencional. No hay categorías que permitan anticipar qué puede ocurrir. En algún momento, los izquierdistas chilenos de todos los matices deploraron haber despreciado las instituciones de lo que ellos llamaban la democracia formal. Pronto, durante el durísimo régimen de Pinochet, descubrieron que esos formalismos de algo servían para proteger los derechos y las libertades. Hoy son defensores férreos de ese formalismo. Y fue, finalmente, un formalismo que por circunstancias internacionales y domésticas que Pinochet se vio obligado a respetar, que los chilenos pudieron recobrar las instituciones que su izquierda tanto había subestimado.

En Venezuela, según sus propios analistas ya no hay formalismos. No hay separación de poderes, no hay prensa independiente, la fuerza pública juega un papel diferente al que se contempla en las constituciones democráticas, no hay organismos neutrales y la confianza en el organismo electoral es mínima.

Cuando se examina la situación a la luz de las categorías políticas tradicionales, no se encuentran salidas. Están programadas unas elecciones parlamentarias para finales de año y lo apropiado sería decir que ahí está la gran oportunidad política e institucional. Pero no hay credibilidad. No hay confianza. Y algunos piensan que este proceso electoral será postergado y que el gran argumento será que no hay unas circunstancias políticas que permitan realizarlo. La Constitución contempla la revocatoria del mandato, pero muy pocos piensan que por ahí existe una opción real. Cuando uno expresa su perplejidad ante esta situación “sin salida”, la respuesta es simple: el Gobierno controla todo, política, instituciones, dinero, fuerza. Todo, le repiten a uno.

Y cuando otros plantean vías de rebelión, insurgencia o de protesta social que haga insostenible el gobierno, pues con una mirada desolada los analistas contestan que ese es un camino impensable, dada la capacidad de represión del Gobierno.

Los analistas reconocen que la estructura de poder es absolutamente asimétrica. Que no importa qué tan baja pueda ser la popularidad presidencial o de las instituciones gubernamentales, el poder real desborda y minimiza el significado de estas categorías convencionales. Y todo ello sin mencionar los múltiples mecanismos que han propiciado una corrupción descomunal, entre los cuales el sistema cambiario es campeón.

Alguien comentaba que cuando una delegación venezolana le planteó este tema a los chinos, de quienes se esperaba una cooperación que ya ha sido muy significativa y que puede ser aún mayor, éstos decían con aquella sabiduría milenaria: por favor, no se preocupen, nosotros hemos vivido muchas crisis y peores que la que ustedes describen y aquí estamos.

La verdad verdadera es que Venezuela espera con ansiedad una asociación mucho más estrecha con China. Y ésta mira casi con lujuria la riqueza petrolera de Venezuela, pensando que, por esta razón, puede proporcionar dinero líquido e inversiones que ayuden al hermano país a superar su crítica situación.

Es posible que Venezuela descubra que China, que está muy lejos, es finalmente la encarnación del “Dios Proveerá”.

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