Duque y el proyecto político del Centro Democrático

El difícil equilibrio estratégico que gestiona Uribe.

En esencia, el proyecto del Centro Democrático, CD, es crear una fuerza política que garantice el cambio ordenado de la sociedad, la estabilidad y la renovación del sistema, con unos principios liberal-conservadores propios de la personalidad histórica de Colombia.

En medio del declive y la descomposición de los partidos tradicionales, el CD es la única formación nueva con una agenda (en elaboración, pero clara) que le disputa el “moldear” a Colombia al pensamiento y a la política de matriz marxista.

El Centro Democrático disputa la narrativa histórica, la posición y la percepción internacional del país, la concepción del Estado y la economía, la relación entre capital y trabajo, “los valores que son esenciales a la Nación” (expresión del jefe que los negoció y desdibujó en La Habana), el patriotismo, las ideas que nos guían sin ser conscientes. Pelea por lo que le da un sentido elevado a la política.

Justamente porque no se acomoda a la hegemonía intelectual y cultural de las élites es que a diario los medios de comunicación se le oponen. Esa hegemonía que avaló los términos del acuerdo con las Farc y se expresó a favor del Sí en el plebiscito para descubrir que la mayoría estaba con el NO, y luego consentir la anulación de la voluntad popular por parte del Congreso.

El único partido al que le importan los “intangibles” que constituyen y moldean a un país y que mantiene el apego de clases medias y populares a valores tan fáciles de abandonar ante las promesas materiales del populismo de izquierda radical es el Centro Democrático.

En perspectiva histórica, asistimos a un recambio en la responsabilidad ideológica y política de ser el eje de la estabilidad y el cambio del sistema. Por muchas décadas fue el Partido Liberal ese eje. Hoy esa responsabilidad se está trasladando a un partido que combina lo liberal y lo conservador con justicia social ante riesgos de cambios desastrosos en distintos órdenes.

Así, el CD representa un proyecto político de largo plazo, más allá de la permanencia de Álvaro Uribe en el escenario político. Iván Duque es el primer presidente de ese proyecto político, aunque no esté haciendo un gobierno de partido.

La interdependencia entre proyecto político —representado por el partido— y gobierno es clara: el gobierno necesita del partido para poder gobernar y el partido necesita del gobierno para seguir gobernando. Un matrimonio indisoluble por filiación y por interés.

No es exactamente que “Uribe se la juega por el Centro Democrático antes que por Duque”, como tituló LaSillaVacía, sino que Uribe preserva al CD para que Duque pueda gobernar. Una derrota estruendosa del CD en 2019 dejaría a Duque como “pato cojo” en la mitad de su mandato.

Como las lógicas e intereses tácticos del partido de gobierno y el gobierno pueden no coincidir siempre, es necesario gestionar un equilibrio estratégico. Dadas las circunstancias, Uribe lo está haciendo con respeto y tacto.

Duque le está imprimiendo su sello al gobierno, y sin duda aportará al contenido del proyecto político, especialmente en equidad, lo que hará más competitivo al CD. Pero, como ya he escrito, el reto del presidente Duque se puede ver entre dos opciones:

O “produce un cambio desde la visión de centro derecha exitoso, fortalece la legitimidad del sistema y entrega el poder a un gobierno del centro político” o “en el peor de los casos, no logra modificar el statu quo, paga sin embargo los costos de la filiación de centro derecha y entrega el poder a un gobierno de izquierda populista”.

El asunto es que no se puede decir responsablemente “amanecerá y veremos”.

Share on facebook
Facebook
Share on google
Google+
Share on twitter
Twitter
Share on linkedin
LinkedIn

Buscar

Facebook

Ingresar