El acuerdo con el ELN

“Otra frustración anunciada para el acongojado colombiano”

El Gobierno, con el acuerdo alcanzado con el ELN para iniciar negociaciones de paz confía en recuperar la maltrecha imagen y el escaso índice de aceptación que tiene entre los colombianos. Presionado por el estancamiento de la negociación en La Habana, acosado por los datos de inflación, desempleo, y carestía, condenado al racionamiento programado de la energía, apabullado por la corrupción e inerme frente a la creciente inseguridad ciudadana, pretende conjurar el naufragio con la incierta expectativa de una paz con el ELN.

Sin embargo, la divulgación de la agenda acordada demuestra la incapacidad de este Gobierno de aprender de sus experiencias en negociaciones de paz. Erige como condición -para avanzar, no para empezar-, la liberación de todos los secuestrados, anticipando la primera concesión gratuita del Gobierno, como ya se avizora con las declaraciones del jefe negociador guerrillero. No contento con ello, acuerda una agenda gaseosa, referida en sus primeros tres puntos a la “participación de la sociedad a la construcción de la paz”, a “la democracia para la paz” y a las “transformaciones para la paz”, en las que todo cabe y nada se excluye, lo que anuncia un ejercicio sin final previsible a realizarse en cinco países, propio de un periplo turístico. Los tres últimos temas concernientes a “las víctimas”, al “fin del conflicto armado” y a “la implementación de los acuerdos”, asuntos que serán objeto de coordinación y sincronía con la Mesa de la Habana, garantizan impunidad y ausencia de verdad, reparación y garantías de no repetición. No habrá Comisión de la Verdad, ni Tribunal para la Paz, ni procedimientos para el cese al fuego y de hostilidades definitivo, ni Misión de Verificación Internacional, distintas a las ya acordadas en La Habana.

Movidos por la urgencia de ese precario acuerdo no se fijaron tiempos, ni siquiera para la instalación de la Mesa, ni mucho menos para recaudar los recursos de cooperación internacional para el fondo con el que se financiarán los costos de la delegación del ELN. Todo es vaguedad e imprevisión, como lo quisieron los elenos, expertos en dialogar y no acordar, como lo demuestran los fallidos procesos anteriores con esa guerrilla. Otra frustración anunciada para el acongojado ciudadano colombiano.

Nota: El paro armado de los Úsuga evidencia el grado de deterioro de la seguridad pública. Esa bacrim pretende conseguir invitación a la piñata de impunidad que se les ofrece a las Farc y al ELN. ¿Lo logrará?

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