El acuerdo final con las Farc

Ya se sabe qué piensan el Gobierno, las Farc y los partidos políticos. Llega el turno de la ciudadanía, que deberá estudiar desde hoy los acuerdos y discernir el futuro que quiere. La decisión es de todos.

Se rubricó ayer en La Habana el que, en palabras del presidente Juan Manuel Santos, es el acuerdo “final, completo, definitivo e inmodificable” con las Farc. Todo está acordado, por lo que se espera que no haya glosas posteriores ni anotaciones adicionales a lo ya suscrito, que se conocerá hoy. Ayer hubo discursos oficiales pero no detalles sobre puntos específicos, por ejemplo, las curules de las Farc ni ayudas económicas a los desmovilizados.

Los acuerdos finalizados marcan un hecho histórico importante. Nunca había sido posible alcanzar ninguno con las Farc. Y los logrados con otros grupos guerrilleros no tenían los alcances de estos negociados en La Habana. Alcances que habrán de quedar disponibles para la lupa ciudadana y el ejercicio consciente del deber cívico de entender qué es lo que el pueblo puede refrendar en octubre.

Junto con el estudio de los acuerdos y el necesario ejercicio crítico sobre ellos, sin perjuicio de la legitimidad del anhelo nacional por la paz, la sociedad colombiana habrá de abordar el examen de las vías idóneas para reconocer y resolver las causas que han generado tantos conflictos sociales y movimientos violentos. Los cuales, a pesar del tono del discurso del presidente, que pareció concluir que desarmadas las Farc se acaba cualquier agente de violencia en el país y cesa cualquier actividad armada, todavía tiene presencia en diversas zonas del país.

Hay que resaltar, por otra parte, la dedicación todos estos años de los delegados del Gobierno, en particular Humberto De la Calle y Sergio Jaramillo. Del negociador jefe rescatamos, además, su apuesta por “garantías para todos los colombianos. Que nadie sea perseguido por sus ideas”. Entendemos ese como un principio general, incluyendo a los opositores democráticos que no están de acuerdo con este proceso, objeto de acusaciones y hostigamientos.

Pudo quedar la sensación de que este “cónclave” final de los últimos días en La Habana tenía la finalidad de cerrar el acuerdo con toda prisa, habida cuenta del agotamiento de los plazos para una inminente reforma tributaria. También quedó mal sabor por el afán de figuración de funcionarios y senadores, trinando eslóganes cuando debían estar revisando las cláusulas finales.

Imposible dejar pasar la ausencia total en el discurso de las Farc de cualquier mensaje o voluntad de pedir perdón a sus millones de víctimas. Enrocadas en un discurso justificatorio de su accionar violento, dizque como forma del “derecho humano a la rebelión”, y limitándose a expresar sus “condolencias a viudas y huérfanos”, ninguna señal hubo de intento de esa reparación moral. Persistieron en decir que “los errores” fueron “involuntarios”.

El país ya sabe qué piensan el Gobierno, las Farc, los partidos políticos -aliados y opositores- y sectores de opinión. Sigue el turno para saber qué piensa la gente, qué quiere la sociedad. Eso será el 2 de octubre, cuando se vote el plebiscito para refrendar los acuerdos que, para esa fecha, deberán ser conocidos y estudiados por todos los ciudadanos. La sociedad en su conjunto tiene esa tarea: saber y decidir qué futuro quiere para Colombia.

EL COLOMBIANO presenta hoy mismo una campaña informativa y pedagógica, #plebiscitoenlabalanza, para coadyuvar en este ejercicio de participación que implica construir un voto informado, libre, sereno y consciente.

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