El aprendiz de brujo

Claves de supervivencia de Maduro

Una oposición dividida y arrinconada

Así  como el maestro Escalona escribió su famosa canción  La casa en el aire, podría decirse que el presidente venezolano Nicolás Maduro está haciendo lo mismo desde que se posesionó como heredero a dedo del comandante Hugo Chávez, pero bajo una melodía que bien podría denominarse “Venezuela en el aire”. Hay que recordar que ya la economía local iba en caída libre desde 2010, puesto que el modelo de desarrollo hacía agua y estaba agotado. Al asumir el poder, lejos de ajustar el rumbo, el nuevo Presidente siguió a rajatabla las consignas chavistas. Incluso cambió de estilo, pasando del discurso relativamente moderado que había usado como canciller, para transformarse en un botafuego verbal, con dislates y juegos de palabras infortunados. Todo adobado con expresiones coloquiales, como aquella del pajarito que le hablaba a nombre del comandante fallecido y los no menos insólitos actos simbólicos de guardia nocturna frente al mausoleo de su antiguo jefe, que le permitían recibir instrucciones del otro mundo sobre cómo manejar el país y orientar la revolución. Sus discursos e intervenciones se convirtieron, desde el comienzo, en largas peroratas, en donde lanzaba dicterios y desafíos a diestra y siniestra, a los que poco caso hizo en principio la oposición, imaginando que eran pataleos de ahogado. Incluso se pensaba entonces que no iba a durar mucho en el poder. Hasta se especulaba que en su contra Diosdado Cabello podría instigar una conspiración desde la Asamblea Nacional o que otras facciones del chavismo o los militares acortarían su presidencia.

El famoso escritor alemán neomarxista Heinz Dieterich, que asesoró a Chávez, en cuanto al llamado “socialismo del siglo XXI” y la revolución en Venezuela, advirtió en su momento a Maduro que si no hacía las reformas socialistas a tiempo se derrumbaría el sistema que estaba montado a punta de discurso y bayonetas. El sucesor en el Palacio de Miraflores no hace caso y lleva, en consecuencia, a que haga implosión el aparato productivo venezolano, empobreciendo a la mediana y pequeña industria y golpeando a los trabajadores y el sector privado, sin conseguir que la actividad oficial sustituya la producción agrícola e industrial. Las finanzas se recargaron, entonces, más en las rentas petroleras. Pero al caer progresivamente el precio del crudo desde mediados del año pasado, Maduro queda como un trapecista que actúa sin malla protectora y crecen las apuestas sobre su inminente caída. Sin embargo, fueron pasando las semanas y las semanas y Maduro siguió ahí.

Ya a esas alturas la oposición había sufrido en carne propia la persecución oficialista y tenía conciencia de que las amenazas del Gobierno no eran un simple juego verbal de aprendiz de brujo y demagogo. Por eso cuando anunció que ordenaría la captura de sus máximos contradictores, uno a uno fueron  siendo detenidos y conducidos a prisión. Una tarea que no se ejecuta de manera clandestina, sino a plena luz del día o en medio de una gran concentración pública, tal como le ocurrió a Leopoldo López.

Al cumplirse dos años de la muerte de Chávez y la sucesión del poder a Maduro, las gentes se preguntan cómo es posible que se sostenga con una economía en quiebra, la crisis petrolera ahondándose, desabastecimiento de víveres y múltiples acusaciones de violación de derechos humanos, políticos, sociales, económicos… Una de las respuestas puede ser que la oposición está fraccionada y todos quieren ser caudillos de la misma. También se dice que las fuerzas del Gobierno, que estaban divididas, al fortalecerse la oposición terminaron por cerrar filas en torno del Ejecutivo, incluidas las Fuerzas Armadas y las díscolas milicias populares. No faltan los que dicen que la intervención de los Estados Unidos ha sido fundamental para unir a los distintos grupos de poder chavistas en la etapa Maduro. Igual se afirma que con el aparato represor y las fuerzas de seguridad operando al estilo cubano, y con similar eficacia, la oposición es vigilada día y noche, por lo que pese a su capacidad de movilizar a la población no consigue por esa vía derrumbar el régimen. Por último se indica que no obstante la fractura oficial y el descrédito nacional e internacional del Gobierno, la oposición no ha conseguido avanzar con un discurso que atraiga a la base popular y sigue estancada apenas con el apoyo firme de la clase media.

Así las cosas es evidente que para ganar las próximas elecciones regionales, en el supuesto de que no se ejerza el fraude, los opositores deben penetrar las barriadas de las grandes urbes, donde aún sigue siendo venerado como un santón tropical el comandante Hugo Chávez.

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