El cerco a María Corina

Todas las informaciones que provienen de Venezuela son funestas. Lo que parecía imposible ya es una realidad: Nicolás Maduro ha conseguido gobernar con mayor desatino que su predecesor Hugo Chávez. Sencillamente el país está sumido en un abismo económico y social, por lo que cabría suponer que el chavismo está en las últimas.

Sin embargo, lo cierto es que a pesar de la catastrófica situación (según Datanálisis el 80% de los venezolanos cree que el rumbo económico es errado) y una inseguridad ciudadana que sitúa a Venezuela entre las naciones más peligrosas del mundo, el régimen, lejos de colapsar, por ahora se sostiene.

Desde fuera muchos se preguntan cómo es posible que un gobernante tan limitado como Maduro todavía se mantenga en el poder. La respuesta radica, sobre todo, en la capacidad que ha tenido para aumentar la represión en todo el país. Las protestas que la oposición lideró hace meses se han apagado y hoy algunos de sus principales líderes están encarcelados. Tan lejos ha llegado el aparato represor, que la diputada opositora María Corina Machado, una de las voces más relevantes de la disidencia, ha sido imputada por formar parte de un supuesto complot magnicida. Tras recibir una notificación del ministerio del Interior, Machado deberá comparecer en la Corte el 3 de diciembre para rendir cuentas por esta última treta del gobierno, implicándola en una delirante trama cuyo fin sería deshacerse de Maduro.

Como hambrientas aves de rapiña, hace tiempo que los chavistas la rondan con el objeto de acorralarla y silenciarla. En los meses antes de que arrestaran a Leopoldo López, María Corina se había unido al dirigente de Voluntad Popular, al frente de una facción más guerrera que la del también opositor Henrique Capriles. Con la Mesa de Unidad Democrática (MUD) escindida, el tándem Machado-López abogaba por tomar las calles y no dar tregua frente a los desmanes del gobierno. Cuando López acabó encerrado en la cárcel militar de Ramo Verde junto a otros políticos opositores, su aliada siguió dando la batalla junto a la esposa de éste, Lilian Tintori. Para entonces la MUD estaba muy debilitada.

En medio de la atomización de una disidencia perseguida y demonizada, María Corina no ha cejado en su empeño de exigir cambios y destapar los abusos del chavismo. Además de su incansable labor en el país, ha viajado por el mundo buscando apoyos de gobiernos y de entidades internacionales que vigilan los atropellos a los derechos humanos que se cometen cada día en Venezuela. Ni los ataques físicos de los que ha sido víctima en el parlamento ni las amenazas que han pesado sobre ella, han disuadido a esta demócrata convencida.

Como era de preveer, el cerco a María Corina se ha ido estrechando. Entretanto, la comunidad internacional no ha prestado toda la atención debida al papel de Venezuela en la inestabilidad de la región: desde su apoyo logístico a la narcoguerrilla de las FARC, hasta informes (Centro para una Sociedad Libre y Segura) que apuntan a la creciente presencia de militares iraníes en Venezuela, como parte de una alianza triangular que incluye a Cuba y tiene ramificaciones en Ecuador. Y es que subestimar el papel agitador del chavismo le puede costar caro incluso a España, donde el avance de Podemos, un nuevo partido estrechamente vinculado a la ideología del socialismo del siglo XXI, podría entronizar el populismo. De hecho, en un viaje reciente a Madrid la propia Lilian Tintori le pidió a Pablo Iglesias, el líder de Podemos, que, por su cercanía a Maduro, intercediera por la liberación de su esposo. Hasta ahora Iglesias ha hecho oídos sordos a su petición.

Si María Corina acabara presa como consecuencia de esta última fabulación del chavismo, sería un golpe mortal a la disidencia con mayor voz y peso. Y el gobierno estaría más cerca de su objetivo último, que es echar el cerrojo de una revolución inspirada en la pesadilla castrista. Sólo así se explica que un modelo tan fallido sobreviva a su propio fracaso.

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