El chantaje

El país ha entrado en la órbita del chantaje.

Se chantajeó a la Corte Constitucional para que le diera vida jurídica al fast track. La presionaron el presidente Santos, Humberto De la Calle, la ministra Clara López. Todos lo hicieron sin pudor alguno. En coro aullaron: Sin esta herramienta, el proceso con las Farc se podría romper, dada su fragilidad. No importaba que por esa vía rápida se le diera golpe de Estado a la Carta. El fin, para estos pragmáticos, justificaba los medios.

Este trío encontró eco, para impulsar el chantaje, en el excombatiente “Jesús Santrich”. Este expresó que “sin fast track la cosa es tan simple como que se devolverían para el monte”. No a ver la naturaleza sino a echar bala.

Toda esta presión mediática, desmesurada e irritante, asustó a la Corte. Y obró en consecuencia frente a tantos mensajes intimidatorios. Declaró vigente el fast track. Ahora la comparsa se traslada al Congreso. Allí, al compás del pupitrazo caerá el telón de la nueva farsa nacional con una Constitución estrujada y violada.

Pero la moda del chantaje no se detendrá. Ahora el turno le toca a la reforma tributaria.

Si esta no se aprueba como la quiere el Gobierno y su séquito de congresistas de la Unidad Nacional, las agencias calificadoras de riesgos internacionales descertifican al país. Le degradan la deuda y encarecen los créditos. Con arma puesta en la sien obligan al país político a no discutir sino a aprobarla como ellas lo imponen. No importa que con la reforma se lleven de calle a las clases medias y a los profesionales independientes. Estas y estos, solo son útiles en días de elecciones, cuando haya que reelegir a quienes les apretaron con los impuestos la soga al cuello.

Si bien es cierto que toda reforma tributaria es impopular, esta es más irritante porque busca tapar huecos ahondados en el irresponsable manejo del gasto público. No solo la caída de los ingresos petroleros ha llevado a insolvencias, sino la sobredosis de mermelada para ganar apoyos a las estratagemas politiqueras. Derroche para gastar y falta de previsión para ahorrar recursos en tiempos de bonanza petrolera, han conducido a las arcas oficiales a un estado de inanición que ahora deberán pagar los ciudadanos que inermes y estupefactos han visto semejante danza de la inercia y el despilfarro.

Se va consumando exitosamente la estrategia del chantaje. No se puede discernir. Menos discutir. Todo es dogma impuesto a zurriagazo limpio. Quien se mueve no sale en la foto. En la foto con el presidente mostrando su medalla de Nobel de Paz. El galardón que quiere alcanzar con la subversión y que no ha podido obtener entre las mayorías nacionales cada vez más divididas y desesperanzadas. Una paz cada vez más esquiva para esas mayorías que en las calles de las grandes ciudades son asaltadas, irrespetadas, violadas, agredidas por las bandas delincuenciales que gozan de patente de corso para cometer toda clase de fechorías.

Bajo la corruptela, el chantaje y la mentira oficial, discurre con sobresaltos y miedos la vida de los ciudadanos colombianos.

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