El chavismo contra Almagro

La luna de miel que mantenía el recién estrenado secretario general de la OEA, Luis Almagro, con el gobierno de Venezuela parece haber terminado.

Su deseo de ir pronto a Caracas a dialogar con las autoridades electorales, evaluar el envío de una misión de observación electoral para los comicios de diciembre y reunirse con autoridades del Gobierno y miembros de la oposición terminó con un portazo en la cara. El motivo: haber recibido al líder opositor Henrique Capriles Radonski. La intemperancia chavista sale de nuevo a la palestra.

Que el tema de las elecciones de diciembre se ha convertido en un dilema complejo para los oficialistas en el país vecino no es un secreto. Haber dilatado al máximo la fijación del 6 de diciembre como fecha para las elecciones de la Asamblea Nacional, así como la inhabilitación de posibles candidatos de la oposición para participar en los comicios, demuestran nerviosismo en las filas chavistas. Las encuestas revelan que los resultados serían contrarios al Gobierno. La explicación: el desastre económico, la inseguridad, el desabastecimiento en materia de alimentos y medicinas, la corrupción y la inflación que afectan a todos los venezolanos por igual van a terminar pasándoles cuenta de cobro a los candidatos del PSUV. No puede ser de otra manera.

De ahí que cuando Almagro decidió aplicar lo prometido en campaña haya sufrido el desplante de Nicolás Maduro. ¿A qué se había comprometido el excanciller uruguayo de José Mujica? A reunirse con representantes de los gobiernos y de la oposición. Quienes lo conocen afirman que, al igual que su mentor, es un hombre de serias convicciones y principios democráticos firmes. Por este motivo no es de extrañar que quisiera ir a Caracas en plan de diálogo, que abogara por la realización de elecciones y que no tuviera reparos en conversar con un hombre sensato como el excandidato presidencial Capriles Radonski. Hasta ahí todo iba bien.

Sin embargo, el propio presidente Maduro dijo hace una semana que “o se está con los pueblos o se está con el imperio. Así de sencillo. Díganselo a Almagro de parte mía”. La siguiente andanada vino de parte del vicepresidente de desarrollo del socialismo territorial, excanciller y ministro de Comunas venezolano, Elías Jaua: tachó al secretario de antivenezolano y traidor a la causa de Unasur. La estrategia es conocida de antemano y hace parte del arsenal de justificaciones que el PSUV tiene para tratar de tapar el sol con un dedo: la culpa de todo lo que sucede en el país es de los demás. Bien sea la oposición, el imperio, el eje Bogotá-Miami-Madrid, la OEA o las Carmelitas Descalzas. Siempre habrá un responsable de los daños causados al país en estos 16 años de gobierno.

Acusaciones en las cuales, por cierto, volvió a aparecer Colombia. Para explicar por qué los elevados niveles de violencia, con una tasa de 72 muertos por cada 100.000 habitantes, retorna la descabellada hipótesis según la cual la culpa directa la tienen los paramilitares infiltrados desde aquí por orden del expresidente Álvaro Uribe Vélez. Así las cosas, y a pesar de que la estrategia puede tener cierto nivel de acogida entre los votantes con menor nivel de instrucción, los demás venezolanos no pueden dar más credibilidad a las fantasiosas teorías del oficialismo.

De momento queda claro que Almagro no es, como lo sugirieron algunos en su momento, una ficha de los países del Alba en la OEA y que va a obrar con una sana independencia para tratar de sacar a la organización de su compleja situación. Hay que apoyarlo.

Mientras tanto, para las elecciones de Venezuela sólo Unasur está invitado como observador. ¿Por qué le teme Nicolás Maduro a la observación de la OEA y de otros organismos regionales o mundiales?

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