El circo de las condenas frente al verdadero y falso liderazgo

No hay tiranía más cruel que la que se perpetúa bajo el escudo de la ley y en nombre de la justicia. Charles de Montesquieu

En derecho un hombre es culpable cuando viola los derechos de los demás. En el campo de la ética, es culpable si sólo piensa en hacerlo. Immanuel Kant

Hay liderazgos mecánicos que los da el cargo; otros se ganan con ejecución efectiva; pero el verdadero sólo se consolida con la ética. Esa es la salvaguarda de la democracia que necesita de la coacción de la ley para mantener el orden. A su vez el terrorismo necesita de la coacción de la violencia para imponer su voluntad. Y algunos mal llamados periodistas usan de la coacción de la desinformación para desorientar, armar polvaredas, ganar favores o rating. Tenemos, además, la del falso historiador o líder que quiere usurpar un puesto en la historia.

En La Habana están enredados en determinar cuál de esas coacciones es legítima. Cuando ese falso cruce de múltiples caminos se traslada a la sociedad, es una tragedia porque se olvidan que la única salida es el derecho que nos protege del poder coactivo de esos sistemas; esa es su función ética. Pero el DERECHO, que es la defensa de la humanidad, también puede ser subvertido por la falta de ética, convirtiéndolo en el contradictor de las libertades, en un desorientador, o en un rey de burlas. Ejemplo: La CSJ absuelve a Timochenko e Iván Márquez por reclutamiento de menores. Pero desde La Habana la organización que ellos dirigen dice que no renuncian a ese tipo de reclutamiento. ¿Qué es eso sino burla, o cínica e impune confesión de un crimen de lesa humanidad tolerado por los líderes del país?

Por otra parte, el derecho en su mejor expresión va de la mano con el liderazgo ético, para que el sistema legal sea viable, respetado. El público debe estar seguro de que en todas las etapas del proceso – desde la investigación inicial de un delito por la Fiscalía, con las consiguientes etapas hasta castigar el delito, los individuos en circunstancias similares serán tratados por igual, de acuerdo con las garantías constitucionales de igualdad ante la ley. La prueba ácida para ese liderazgo es la CONFIANZA de la gente.

Pero hay otro tipo de liderazgo que necesitamos entender. El corporativo (La palabra corporación se deriva del latín corporatio, corporare, formar un cuerpo). Es el más difícil, pues requiere de la coordinación de diversas virtudes en un todo efectivo y organizado, capaz de lograr objetivos. El liderazgo militar, por ejemplo, está conformado por la lealtad, el coraje, la disciplina, el respeto, la caballerosidad, con el objetivo de defender el Estado, la vida de sus conciudadanos, la patria; y la prueba ácida de la verdad de esas convicciones es el estar dispuesto a dar la vida por el otro. Una palabra poco entendida para ese liderazgo es el patriotismo. Y un ejemplo es la actuación del ejército narrada por Salud Hernández en su columna “Felicitaciones, mi Ejército” (El Tiempo, mayo 3/15) en el que los soldados arriesgaron sus vidas por unos niños guerrilleros, al no responder sus disparos y no darles de baja, dejando huir al desalmado ‘Porcelana’ logrando rescatarlos de las garras de las Farc. Colombia enfrenta hoy una amenaza, un desprecio, una confusión letal frente al verdadero y falso liderazgo. Algunos imbéciles asocian el concepto de patriotismo con fascismo.

Así, en las recientes condenas de la Corte Suprema de Justicia en las que ha intervenido también la Fiscalía, se pone a prueba el liderazgo corporativo del sistema judicial. La naturaleza de un liderazgo se conoce por sus resultados que deben ser coherentes con lo que predica, en este caso, impartir justicia. Según lo reportado por El Tiempo (Mayo 2/15) si la CSJ “descartó la hipótesis de la Fiscalía según la cual las chuzadas formaban parte de un supuesto concierto para delinquir que empezó en el 2005, se prolongó hasta el 2009 y que dependía de Uribe Vélez, “quien desde la Presidencia organizó una estructura criminal con la finalidad de neutralizar a las personas que se le enfrentaban”… ¿Por qué descartó la CSJ esa hipótesis? Si el concierto para delinquir dependía de Uribe, la CSJ rechaza esa hipótesis de la Fiscalía, pero María del Pilar Hurtado fue condenada por ese delito, sin probar la Fiscalía que Uribe era el determinador, máxime cuando la Fiscalía habla de ‘estructura criminal’ con la improbable materialización de la figura de Roxin en el gobierno de Uribe ¿en dónde está la sindéresis del sistema judicial acusatorio, base de su liderazgo? Esa falta de sindéresis que produce daño nos lleva a preguntarnos si es el resultado de las complejidades de un sistema, o de la malicia corporativa extrema; es decir, la de un cuerpo ‘dañado’, enfermo, que se ha llamado ‘politización’ de manera suave, pero que también se percibe como persecución, corrupción, o una ceguera imperdonable sobre el manejo de la EQUIDAD ARISTOTÉLICA. Así, un sistema corrompido por la malicia o la incoherencia legal no puede liderar la sociedad.

Dice El Tiempo: “los objetivos legítimos, dice la sentencia, fueron usados para cometer delitos y para encubrir fines ilegales.” Podríamos sentenciar con el mismo talante subjetivo lo que afirma Montesquieu sobre la tiranía o corrupción legal, por cuanto las acciones de investigación sobre la CSJ surgieron de una conducta maliciosa de algunos de sus miembros, tolerada por todos. Si el derecho, para ser legítimo, no puede prescindir de la ética, menos pueden hacerlo las instituciones, ni el sistema de justicia, aunque algún litigador de fama diga lo contrario, y otro ‘prohombre’ fallecido haya hablado del asesinato altruista.

La técnica legislativa, investigativa, o los criterios con los que se dictan sentencias, pueden ser utilizados para bien o para mal, muy alejados del concepto esencial de justicia. El contrato social sobre obediencia a la ley, sinónimo de obediencia a la justicia, tiene un gran vacío sobre la buena o mala intención del legislador o el juez, es decir, sobre la ética del sistema. El hecho de que el sol no se vea de noche, no quiere decir que no exista y el que lo ignore no podrá entender cuando le llegue la ‘luz del día.’ Por ese motivo la locura de ignorar esa realidad necesaria, es confrontada por el RECHAZO DE LA COMUNIDAD que se refleja en la Gran Encuesta de Semana.

¿Qué han visto las personas en los juicios recientes de las diferentes cortes y en el trasegar intrascendente de los negocios pequeños? Que no hay pautas de conducta universales para determinar lo justo y establecer un ejemplo orientador para la comunidad, por lo que se pone en peligro un mandato ciudadano esencial para que haya estabilidad social. Se demuestra esa carencia en que la gente se quiera tomar la justicia por sus manos: el crimen común, el organizado, el político, el ‘altruista,’ el de Estado, etc., son el resultado. De los jueces se ha esperado siempre y de manera universal que ante un mismo crimen haya un mismo criterio de justicia, pero no es así. Ahora bien, ¿cómo se vienen afrontando, por parte de los amigos de los jueces y magistrados, las situaciones atípicas de las máximas instituciones de justicia que violan la ley o inspiran desconfianza por sus actuaciones? Con el ‘tapen, tapen’, que si es sinónimo de impunidad, con ese mismo criterio se puede esperar una cobija más grande para acoger la impunidad del terrorismo presente y futuro y sus consecuencias, una de ellas, la decadencia de las costumbres.

Y en el circo de las condenas, si no es el ‘tapen, tapen,’ es la versión acomodada de los hechos, fungiendo de reclamo ético. En su columna “El fracaso de la comisión histórica del conflicto”, León Valencia (Semana, mayo 3, 2015) se declara decepcionado como si él fuera el Gran Maestro de la Ética. Él quería ver una polvareda, es decir, ruido, no justicia; le echa vainas a las guerrillas, siendo él uno de ellos que en la página 44 de “Mis años de guerra” dice: “podía arriesgar mi vida o segar la de otra persona por una causa que entendía grande y noble.” Es decir, asume el crimen ‘altruista’, el engaño moral y ético, elevado a trasnochada discusión política por Carlos Gaviria, q.e.p.d. Ahora bien, el único crimen altruista, políticamente correcto en las circunstancias colombianas, sería el suicidio. Ejemplo: que se auto eliminaran los cabecillas de las Farc para librar a Colombia del terrorismo.

Sigue Valencia acusando a las Farc, comisionados, Centro Democrático, las élites políticas, paramilitares, militares, empresarios. Y flotando en su coctel ético envenenado, pone la cereza relumbrante de SU justicia que es ver en el banquillo de los acusados a Álvaro Uribe. Y este es su razonamiento mentiroso: “Sólo cuando reconozca su responsabilidad en este conflicto será más magnánimo con sus enemigos y aceptará por fin un camino hacia la reconciliación.”

¿Cuál es la mentira? Como Gobernador, Presidente, y Senador Uribe ha actuado según el mandato de la Constitución. Las falsas acusaciones de su vinculación con el paramilitarismo fueron desmentidas por Carlos Castaño en su libro “Mi confesión.” Si comandar a las FF AA es un conflicto, que lo explique el nuevo gurú. No hay que confundir la responsabilidad presidencial con la magnanimidad personal. La ‘magnanimidad’ del Estado, en cabeza del presidente, la administran las leyes, no el presidente. Ese ha sido el error de Santos. Pero la magnanimidad personal no es exigible al fuero íntimo de una persona, máxime por alguien que estuvo dispuesto a segar la vida de otros. No es exigible públicamente porque la magnanimidad personal no hace parte de un contrato, sino de la ética; y quien la exija, debe ser ejemplo de lo que exige. No sabe León Valencia que la batalla dorada de la ética se gana con la disciplina del silencio, la frente en alto por una vida digna. Así lo enseñó Jesús frente a Pilatos y sus acusadores, y triunfó.

Si volvemos a leer la cita de Kant entenderemos que Valencia al dárselas de predicador falta a la ética, pues él estuvo dispuesto a matar y otras bellezas. (Leer “León Valencia, el secuestrador humanitario,” por Ricardo Puentes Melo, septiembre 19, 2011.) ¿No será que Valencia no ha resuelto su dilema personal entre traición a sus ideales guerrilleros vs la obsecuente rectificación política que lo lleva a perseguir al estamento que lo confrontó? Desde su nuevo papel de vedette política persigue, no busca la justicia social por la que empuñó las armas. Pela el cobre cuando quiere una polvareda, el escándalo cobarde que enloda como otra forma de lucha, aunque ha dicho que nunca más volvería a ser ‘Gonzalo’.

Entonces, el verdadero liderazgo patriótico, ético, desde diferentes manifestaciones, será el que impida esa posibilidad tenebrosa. Si no sabemos reflexionar sobre el significado de la caída del liderazgo presidencial, (Semana, LA GRAN ENCUESTA, mayo 3/15) y solo lo vemos como la tragedia política y personal de Santos; y si la ciudadanía, no las Farc ni los jueces corruptos, no asume la lucha de manera ética, pacífica, no ideologizada, de forma efectiva y contundente, en un esfuerzo mancomunado, permanente, exigente, denunciante, contra todas las manifestaciones e injusticia del sistema, ¡Pobre Colombia! A esa lucha, los tapa huecos del desastre la llamarán derechización. No coma cuento. Es simple y llana dignidad ciudadana. Es una experiencia necesaria, y como toda experiencia, nos enseñará mucho más que una ideología.

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