El círculo vicioso del diálogo inútil

El artículo de Darío Acevedo, EL CÍRCULO VICIOSO DEL DIÁLOGO INÚTIL, puede ser leído en su blog Ventana Abierta. Aquí les entrego una condensación que hice anoche:

De nuevo se mueve el péndulo del diálogo para dirimir el conflicto armado colombiano. Hay serios indicios y señales de que estamos a punto de presenciar un acuerdo entre Gobierno y guerrillas para iniciarlo.

Se podría pensar que las Farc han acusado el golpe severo propinado por el estado al dar de baja a varios de sus más importantes comandantes y que por fin han entrado en razón de que no les queda otro camino que buscar una salida honrosa, siempre y cuando no se parezca a una humillación. También cabe pensar que estamos en presencia de una de las más grandes acciones ofensivas, por lo sostenida y por su amplitud, de los últimos 10 años (…) (para) hacer entender a la opinión pública que el diálogo es mejor que la guerra, como asegura su nuevo jefe Timochenko.

Nada cala mejor en el sentimiento de las gentes agobiadas por la pérdida creciente de la seguridad y ante cierta impotencia de la Fuerza Pública, que las palabras refrescantes de que es posible, ahora sí, la paz. Con más razón si la propuesta viene acompañada de la promesa de cesar el secuestro extorsivo y del “gesto humanitario” de liberar a los soldados secuestrados.

Una parte muy representativa de los columnistas se muestra a favor del diálogo, les parece muy suficiente la oferta fariana y muy convincentes las palabras del nuevo comandante.

De otra parte, la crema y nata de la intelectualidad dirige una carta al presidente Santos, en la que le hacen ver las inmejorables condiciones que se dan para avanzar hacia una salida negociada del conflicto armado y le piden que actúe con “coraje y audacia”.

El debate, infortunadamente, se maneja de forma maniquea. Pues nadie en sana razón desea que este conflicto prosiga con su estela de destrucción y dolores irreparables. Los que somos críticos del diálogo por el diálogo o los que miramos con desconfianza la propuesta de las Farc y calificamos de, al menos, ingenua, la posición de muchos intelectuales que actúan de buena fe, también deseamos que se silencien las armas. Pero, tenemos una diferencia muy grande: nosotros, a diferencia, de los dialoguistas, creemos que no vale la pena perder el esfuerzo realizado por el estado en los últimos diez años para salir a conversar con las guerrillas sin que estas se comprometan a cesar su accionar militar y a reconocer que el camino de las armas está agotado. Lo demás, el cese del secuestro, de las minas antipersonal, de los ataques a la población civil, del reclutamiento de menores, entre otras atrocidades,  vendrá como consecuencia de esa declaración y de ese reconocimiento. Ahí sí valdría la pena que todas “las fuerzas vivas” saliéramos a respaldar el diálogo. Pero, abogar por reanudar conversaciones sin tal compromiso es hacer una apuesta al vacío, a la incertidumbre. No se porqué razones la intelectualidad nacional e internacional que en 1994 se pronunció categóricamente contra la lucha armada como camino para alcanzar una sociedad más justa, ha dado un paso atrás, ha retrocedido, al avalar un diálogo en el que no se exige a las guerrillas, ahora más débiles que entonces, que abandonen el camino de las armas. No presionarlas para que den ese paso es alargar las expectativas que tienen de rehacer sus fuerzas y alimentar la falsa sensación de que pueden negociar con el estado en pie de igualdad.

Si deseamos que el estado detente el monopolio de las armas y de la fuerza, debemos actuar en consecuencia y exigir a la guerrilla que se acoja a una negociación que conduzca al establecimiento de condiciones para su desarme, el perdón y la reconciliación.

¿Cuál es el problema de exigirles a las guerrillas que se acojan a la Constitución del 91; y que de aceptar el reto se presionará para que se brinden las garantías de una negociación sin humillaciones en el marco de la justicia transicional?

Plantear un diálogo sin esas condiciones, significa reconocerles a los grupos guerrilleros un estatus, una representación y una legitimidad que no tienen.

Darío Acevedo Carmona

Medellín, 6 de marzo de 2012

CODA: ¿qué hacen entre los firmantes de la carta de los intelectuales el señor que lloró por la muerte de Alfonso Cano y el señor que se encuentra investigado de la Procuraduría y la Fiscalía de ser el “comandante Cienfuegos” de las Farc, según los correos de Raúl Reyes? ¿En qué estamos, o en qué quedamos, hay cercanías y solidaridades válidas si es con las guerrillas?

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