El desafío de la gallina

Fecha inamovible

El presidente Santos insiste que la fecha límite para llegar a un acuerdo final con las Farc es el 23 de marzo, seis meses después de su reunión con el cabecilla de esa guerrilla en la que se convino esta fecha y que si se incumple este plazo se entendería que la guerrilla carece de voluntad de paz. Sin embargo, Timochenko dijo, desde muy temprano, que los seis meses empezaban a correr, no desde el comunicado de prensa sobre la llamada jurisdicción especial para la paz, sino desde cuando se acordaran los detalles de este acuerdo (15 diciembre, lo que nos lleva a junio).

Las Farc tienen razón en que faltan muchos temas por definir y muy importantes. Por ejemplo, restan los puntos principales de aprobación del acuerdo final por los colombianos, aprobación que, según la guerrilla, se debe hacer mediante una constituyente (para poder modificar la estructura del Estado) y no mediante un plebiscito, los sitios donde se localizarían los guerrilleros desmovilizados, entrega de armas (no las entregarían, dicen las Farc, sino que las “dejarían”), como se elegirían los jueces del Tribunal Especial para la Paz.

Pero no solo estos puntos, se olvida frecuentemente que en lo que se supone acordado hasta ahora, se dejaron multitud de “salvedades” para resolver posteriormente y cuyo número es, para algunos 42 y para otros 29, tales como el tema agrario, “democratización del Estado”, sistema electoral, etc. etc. Son tantas que Enrique Santos Calderón ha dicho que si las Farc insisten en ellas habría años adicionales de negociación.

Últimamente el presidente da marcha atrás manifestando que cualquier cambio en este plazo debe ser acordado conjuntamente, lo que no deja dudas sobre el aplazamiento. La guerrilla ha demostrado ser mejor negociadora que nuestro Gobierno y, al detectar el afán, casi desespero, de este por llegar a un acuerdo, lo explota al máximo extrayendo cada vez más concesiones. Prueba de esto es el proselitismo armado en La Guajira para el que las Farc no tienen argumentos retóricos que puedan justificarlo y, para añadir injuria a la ofensa, los cabecillas insurgentes demoraron todo lo que quisieron en volver a La Habana después de que Santos les pidió que regresaran.

Santos tiene mucho que perder si las negociaciones fracasan, tanto, que es un peligro. Parecería que en este momento Gobierno y guerrilla han entrado en el llamado desafío de la “gallina”, los contrincantes se dirigen uno contra el otro velozmente en sendos carros y quien primero se desvíe para evitar la colisión es la “gallina”. Cuando ninguna de las partes cede podemos imaginar el resultado. Una paz a cualquier precio no durará y será más costosa para nuestra democracia que una paz obtenida con democrática firmeza.

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