El descreste del Alcalde

¿En qué se parece el Alcalde Aníbal Gaviria al diciembre navideño? En que después del alumbrado, la juerga, el ruido, la pólvora, los juegos pirotécnicos y los muñecos incinerados de año nuevo, no queda sino el humo y el guayabo. La ciudad, al contrario de lo que opinan los académicos de Eafit, no está para aceptar que lo más importante que nos ha ocurrido es el concierto de Madonna. No se trata de que la señora cante bien o mal. Se trata de que la cáscara es más importante que el fruto interno. Un espectáculo delirante por su tecnología aplicada a impresionar, a sugestionar al público, no permite ver las dotes subjetivas de la gran comerciante sensual. Es igual de light a la administración municipal. Parece ser el común denominador de casi todo  gobernante de hoy.

 

Por eso se habla de obras estrellas, porque alumbran en los tableros y en las pantallas del computador. Pero cuando llegue la noche, no las hay en el cielo oscuro de un firmamento que “ni es cielo, ni es azul”. La obra estrella es el Cinturón Verde Metropolitano (CVM) que como lo indica el nombre abarca varios municipios, sin que los alcaldes y concejos del área metropolitana hayan sido convocados o aprobado el proyecto que bordeará las laderas del Valle de Aburrá, en la cota superior a los 1.800 metros y a lo largo de 75 kilómetros. Será una cadena de árboles, equipamientos públicos de recreación, educativos y encuentro ciudadano. Durante el primer año se asignaron 545.000 millones, el 4.5% del presupuesto. Para vender la idea le agregan que habrá un camino peatonal con cicloruta, trasporte público eléctrico, flores, materas, banquitas para los ancianos, ingredientes para una concepción ambiental y sostenible.

 

 

Además nos dicen que es un proyecto para décadas, pero que esta administración dejará listos los tramos de cables aéreos y la reubicación de viviendas.

 

Bastó decir “reubicación de viviendas” para que una horda de invasores se lanzara a tomar posesión del futuro CMV, algo similar a lo ocurrido con Porce IV. Los funcionarios municipales no saben qué trompetas le han anunciado a los “cartelitos” de invasores y a los grupos ilegales que movilizan sectores populares. El municipio tendrá que comprar varias veces las mejoras y los terrenos de quienes se aprovechan de los planes oficiales y de la debilidad de las autoridades. Es que hacer proyectos sentaditos en los escritorios y diseñarlos en los computadores en 3D, por burócratas que no conocen los bordes “desbordados” de Medellín es un descreste para los visitantes que vienen a congresos, un descreste para Madonna y un descreste para la ciudadanía que los observa en periódicos con pauta oficial.

 

Las laderas de Medellín  y sus municipios colindantes están heridas de gravedad. Ellas son asiento periférico donde vive la mayor cantidad de habitantes con la mayor densidad. Su ecosistema es frágil y de hecho hay  inestabilidad de los suelos afectados por la deforestación causada por los urbanizadores, las invasiones extensivas y la falta de vigilancia y mantenimiento de las quebradas. Una experta en urbanismo ha señalado que “es tan grave la ocupación ilegal por los invasores como las urbanizaciones en el Poblado”. El anuncio del CVM tiene consecuencias que no son virtuales ni controlables por los computadores: impulsa la valorización de tierras aledañas y las agallas de los nuevos ocupantes de terrenos municipales y privados.

 

La ciudad tiene que cuidar sus cerros tutelares, lo que no conocen los burócratas sino en los mapas: el Pan de Azúcar, El Picacho, Las Cruces El Nutibara, El Volador, El Santo Domingo, El Salvador y la Asomadera. Es más, el CMV está ligado a otros cerros como Romeral o el nicho de nacimiento del Río Medellín en el municipio de Caldas. Este proyecto que inicialmente se calcula en dos billones de pesos en los primeros cuatro años, será un cinturón que nació sin hebilla. En las décadas siguientes invertiremos diez o quince billones y no sabremos si servirá para algo porque habrá que pagar un ejército permanente para que no se lo roben. No se puede intervenir impunemente la montaña andina para hacer  una calle o paseo peatonal a lo largo de 75 kms. en un cuerpo quebrado por la naturaleza y despedazado por las canteras y los fabricantes de tejas y ladrillos, sin antes conocer la realidad concreta física y humana de los bordes. Y más allá de esos bordes está el Medellín rural que es e 70% del suelo municipal y del cual el 29% está destinado a la producción agropecuaria. Eso no lo sabe Madonna ni le importa a su caravana de buscadores de oro en dólares. Tampoco lo sabe el alcalde.

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