El diccionario y la actitud de lo políticamente correcto para la reforma educativa y de la opinión pública sobre el proceso de la Habana vs el camino real de la paz

"El delito es buen camino para obtener privilegios, puesto que no hay sanción o ésta resulta simbólica y quien delinque puede burlar la justicia porque ésta se ha trocado en un remedo de sí misma." Antonio Montaña

"Nadie que se acerque a un diccionario se sentirá desprotegido." José Manuel Blecua, Director de la Real Academia Española. Entrevista con Carlos Restrepo, El Tiempo, (11.05.14)

El principio de la relatividad lingüística sostiene que la estructura de una lengua afecta la forma en la que sus respectivos hablantes conceptualizan su visión del mundo o influye en sus procesos cognitivos. Sin embargo, esa visión puede ser una visión mecánica o superficial dependiendo de la consciencia que se tenga sobre la lengua, comenzando con las palabras y su significado. Por lo tanto, si el lenguaje determina al pensamiento, tendríamos que pensar entonces en las virtudes y perversiones de una situación en la que se debe manejar un lenguaje políticamente correcto, sin una conciencia profunda de la lengua en la que la ‘corrección’ la define el gobernante de turno.

¿En qué consiste la perversión? En el manejo, superficial o inconsciente, de tres diccionarios disímiles para llegar a una política deseable para gente racional. Los diccionarios son: El del español común y corriente que estructura la realidad del 97% de los colombianos; el diccionario marxista que estructura la realidad utópica fracasada del comunismo de las Farc y sus admiradores; y el diccionario político y de intereses especiales del gobierno y su presidente que no conocemos con certeza. A falta de consciencia, sin darnos cuenta, podemos utilizar las palabras del español común y corriente permeadas por significados contradictorios, para auditorios diferentes, que resultan en acciones políticamente contraproducentes.

Por otra parte, La Corrección política o lo políticamente correcto nació en nuestros días ante la prevención de no ofender minorías étnicas, grupos religiosos, condiciones de género, lo considerado como la ortodoxia en las prácticas políticas o culturales. Es decir, en lenguaje del siglo XIX, se trata de urbanidad y educación cívica. Pero vemos la necesidad de que lo políticamente correcto se aplique también a las mayorías, pues ostentan el privilegio del número mayor de la lotería democrática, aunque ese premio a veces no se pague.

Por ese motivo la intención de esta parodia de diccionario no es que sea políticamente correcto, sino descriptivamente correcto de la situación política, con la metodología de la mordacidad para que no nos pongan la mordaza, comenzando con los ladrillos fundacionales de todo pensamiento: las palabras.

Sabido es que la autoridad académica de los diccionarios se deriva de sus características y contenidos avalada por la calidad profesional de los estudiosos que recopilan para bancos de datos, organizan, redactan, revisan, jerarquizan los significados de acepciones, aplicaciones, etc. Entonces si la lengua es la materia prima de la actividad política, esa herramienta debería ser vigilada conscientemente por el usuario para que la actividad dé sus óptimos resultados. Y vigilada por la cultura, no censurada, por lo tanto retroalimentada, ante quienes la usan de manera oficial, a nombre de la política, como comentaristas del asunto, legisladores, fanáticos espontáneos o contratados. Esa sería la primera reforma del currículo educativo obligatorio que nos enseñaría a consultar el Diccionario de la Real Academia Española, o DRAE, antes de meternos en la política a base de colombianismos. En ese escenario mi autoridad se deriva de lo obvio observable por todos, irrebatible, por lo tanto tan Real como la Academia de la Benemérita Lengua y su tabú la gratulatoria. Comencemos.

LOS VERBOS Y SUSTANTIVOS DEL PROCESO. Acordar. Determinar o resolver de común acuerdo o por mayoría de votos. 2. Dicho de una persona: Determinar o resolver deliberadamente. 3. Resolver, determinar algo antes de mandarlo. 4. Conciliar, componer.

Interpretación política. Si nos atenemos entonces a la lógica del español’ no a la política colombiana, tendríamos que los diálogos que han resultado en los ‘acuerdos’ parciales de La Habana, tendrían que haber pasado primero por un cedazo de conveniencias y la mecánica democrática del voto, para no tener que estará hora con la cuarta acepción de la realidad de los acuerdos, tratando de conciliar y componer con el 50% del país representado en el uribismo y otros que no son uribistas. Como dice un adagio popular, el Presidente ensilló antes de traer las bestias. Además, según la acepción 3, los miembros ‘ad vitam’ de la ‘Academia’ de las Farc mandan mensajes antes de ‘acordar lo acordado’.

Acoso. 1. Acción y efecto de acosar que significa perseguir sin tregua ni reposo a una persona o un animal. 2. Perseguir, apremiar, importunar a alguien con molestias o requerimientos. El DRAE destaca el acoso sexual, pero ni menciona el laboral o el político.

Interpretación política. Pareciera entonces que los académicos españoles y los magistrados de las altas cortes colombianas saben mucho de hormonas, pero poco de trabajo y política, porque acoso es lo que ha habido para quienes piden que ACORDAR se cumpla con los requisitos del buen español.

Acreditar. Hacer digno de crédito algo, probar su certeza o realidad. 2. Afamar, dar crédito o reputación. 3. Dar seguridad de que alguien o algo es lo que representa o parece. 4. Dar testimonio en documento fehaciente de que alguien lleva facultades para desempeñar comisión o encargo diplomático, comercial, etc. 

Interpretación  política. Pareciera ser que la ‘acreditación’ del Proceso de Paz fue un ‘articulito’ o una ‘condicioncita’ que no tuvieron en cuenta los negociadores. En el escenario español el Congreso estableció el condicionante, o la acreditación, del cese definitivo de la actividad terrorista de la ETA para dar luz verde al diálogo. En relación con las FARC apliquémosles las definiciones del diccionario a ver qué pasa. Hasta ahora las Farc se acreditan como terroristas. El documento fehaciente de que un delincuente ha dejado de serlo, es decir, que acredita su condición de que no es un miembro peligroso para la sociedad, describe el cumplimiento de conductas pacíficas sostenidas, no promesas, por lo que un proceso de paz necesita acreditaciones de hechos pacifistas, no discursos. ¿No es obvio? Ahora bien, si en una negociación política sobre la paz no se manejan seriamente las realidades anteriores, entonces el siguiente paso es:

Apostar. 1. Pactar con otras personas que aquel que se equivoque o no tenga razón, perderá la cantidad de dinero que se determine o cualquier otra cosa.  2. Arriesgar cierta cantidad de dinero en la creencia de que algo, como un juego, una contienda deportiva, etc., tendrá tal o cual resultado; cantidad que en caso de acierto se recupera aumentada a expensas de las que han perdido quienes no acertaron. 3. Adornar, componer, ataviar. 4. Competir, rivalizar. 5. Depositar su confianza o su elección en otra persona o en una idea o iniciativa que entraña cierto riesgo.

Interpretación política. Como de costumbre Santos comenzó por la acepción N° 5 de esa realidad del riesgo que se llama ‘apuesta’ que es depositar la confianza en su hermano Enrique y en el atractivo de una idea o iniciativa, la paz. Después se movió hacia la realidad 4, competir, rivalizar con la oposición cuando se descubrió la ‘apuesta’ secreta. Ante ese escenario se ha dedicado a la acepción N° 3: adornar, componer, ataviar con la comunidad internacional, por medio del Fiscal y sus adláteres. En esta jugada se están apostando los billones del postconflicto, que nos donaciones europeas, sino préstamos que tendremos que pagar por lo que los del común nos atenemos al significado N° 1 en el que si Santos y nosotros nos equivocáramos, vamos perder no solamente el dinero, sino ‘otra cosa.’ ¿Cuál es el engaño? Que a falta de un acuerdo con todas las de la ley, no un mandato supuesto, y la falta de una acreditación idónea, se han querido llamar negociación a lo que es una apuesta, con el correspondiente acoso a quien esto señale.

Armas. El DRAE trae12 acepciones de lo que creemos es solamente un instrumento de ataque que se puede deponer o entregar. La acepción 10, la de medios, que sirven para conseguir algo, son las ‘armas’ que las Farc no depondrán, de las que han demostrado su perverso uso, como es la parálisis inducida del estamento militar mediante la manipulación jurídica. La Silla Vacía, que inició el análisis comparativo de interpretaciones de las capitulaciones, parece que no maneja el DRAE en el tema de Armas.

Atacar. Acometer, embestir con ánimo de causar daño. 2. En un combate, emprender una ofensiva. 3. Actuar contra algo para destruirlo. 4. Perjudicar, dañar o destruir. 5. acometer (decidir sea una acción o empezar a ejecutarla). 6 Impugnar, refutar, contradecir. 8. Apretar o estrechar a alguien en algún argumento o sobre alguna pretensión.

Interpretación política. Se puede actuar de diferentes maneras para destruir a los contradictores, perjudicando y dañando el concepto de democracia, al impugnar refutar y contradecir sin fundamento las críticas que se le hacen al gobernante. ¿Será ese el ambiente de paz del post conflicto por el que se habrá parado el desangre físico, olvidándose de que hay un desangre moral y ético que hace que la felicidad sea imposible? La felicidad es el producto real de la paz. Vamos con la B y otras letras.

¿Bandido, Guerrillero Terrorista o Señor? 1. El bandido es un fugitivo de la justicia llamado así por pertenecer a un  bando o una banda. 2. Persona que roba en los despoblados, salteador de caminos. Persona perversa, engañadora o estafadora. 2. El guerrillero es quien pertenece a la guerrilla y combate en ella. 3.El terrorista es el que ejerce dominación por el terror, en una sucesión de actos de violencia ejecutados para infundir terror mediante la actuación criminal de bandas organizadas, que, reiteradamente y por lo común de modo indiscriminado, pretende crear alarma social con fines políticos, como derrotar un estado, arrodillar un ejército, conseguir prebendas políticas. Señor 1 Que es dueño de algo; que tiene dominio y propiedad en ello. 2. Noble, decoroso y propio de señor. 3. Persona respetable que ya no es joven. 4. Título que se antepone al apellido de un varón o de una mujer casada o viuda. 5. Amo con respecto a los criados. 6. Poseedor de estados y lugares con dominio y jurisdicción, o con solo prestaciones territoriales. 7. Tratamiento que se da a una persona real para dirigirse a ella de palabra o por escrito. 8. Mujer u hombre que por sí posee un señorío. 9. Título que se daba a las que tenían en palacio empleo inferior a las damas: señor de horca y cuchillo. 10 Señor que tenía jurisdicción para castigar hasta con pena capital. 11. Persona que manda como dueño y con mucha autoridad. 12. Finalmente dueño de sí mismo. 13. Señor también se refiere a Dios.

Interpretación política y cárnica. La idolatría de la palabra la anteponemos a los hechos. Es un hecho del tamaño de una catedral que las Farc han pasado por todos esos estadios de involución y pretenden, en un país de doctores y títulos, darle viso de legalidad a lo que no lo tiene para llamarse ‘señores.’ Por otra parte, tienen la capacidad económica para poder asesorarse y transitar lo que llamo el atajo jurídico de alta gama. Para ello disfrazamos de ‘sapo’ o justicia acomodaticia, lo que el diccionario define como impunidad, con un mecanismo muy colombiano en el que las leyes y sus dictados se acatan, pero no se cumplen. Esta falta de seriedad o ignorancia del ‘peso’ de las palabras e intenciones nos pone en peligro. Guerrillero es una actividad de pertenencia a un grupo. No define su contenido moral; por eso es el uso preferido de los medios, porque no ofende. Sin embargo, no sé si captamos que de un tiempo a esta parte hemos empezado a denominar a los traficantes y sus clientes ‘Señores de la Guerra;’ (Traducido del inglés: Lord of War) que se cumplió en Tacueyó y otros lugares demostrando que los guerrilleros son señores de horca, cuchillo, machete y balazo como en las viejas cortes feudales, poseedores de territorios, con autoridad sobre la vida de las personas y sus bienes; es decir, los señores feudales que hicieron la independencia; los de hoy son de estrato 1 y 2; los de 1810 eran de estrato 6. Pero la mentalidad de los de hoy, es feudal y sociópata, no es democrática. Hoy los políticos y periodistas los llaman ‘señores’ por eufemismo y miedo, pero en realidad están atrayendo una maldición disfrazada de política y urbanidad. ¿Por qué creen entonces que se creen dioses en catamarán? Ahí los hemos puesto o lo hemos permitido. El título real y adecuado, si es que quieren uno, debería ser: Terrorista Timochenko, no señor.

Corromper. Para la Real Academia Española su definición es “alterar o trastrocar la forma de algo”; “echar a perder, depravar, dañar, pudrir”. De manera figurativa significa “sobornar a alguien con dádivas o de otra manera”; “pervertir o seducir a alguien”; “estragar, viciar”. Y “estropear, viciar una cosa no material”. También tiene la acepción de “oler mal”. Sinónimos de corromper: comprar; bastardear, adulterar, contaminar, infectar, alterar, modificar, degenerar, degradar; depravar, desnaturalizar, enviciar, envilecer, viciar; pervertir, dañar, perjudicar, echar a perder. Antónimos de corromper Sanear, depurar, purificar, desinfectar, esterilizar, conservarse; regenerar; tranquilizar, calmar.

Interpretación política. Generalmente asociamos la corrupción con el manejo de lo público y no nos damos cuenta que las palabras tienen un hilo conductor que conecta la fuente con las ramificaciones sicológicas de la vida privada, con nuestra reflexión libre de presiones, no contaminada por los medios. Si dijéramos “algo huele mal en La Habana,” parodiando la alusión política del centinela Marcelo que Hamlet escucha, para designar las cosas que no marchan bien en el país por causa de la corrupción, seguramente no podríamos concretar las causas de esa percepción. Luis Carlos Restrepo fue más concreto y dijo que muchas de las actuaciones de La Habana quebrantaban la conciencia del país, es decir, se está produciendo daño, pero no sabemos definir el origen y el modo de proceder ante ese daño. Para que el proceso habanero se encarrilara como es debido, tendría que ser manejado con los antónimos de corromper. Somos agredidos mediante un proceso invasivo de opiniones que van en contra de un ordenamiento moral y psíquico. Granda dice: “No entendemos por qué tenemos que pagar cárcel.” “Las víctimas son del Estado, no la guerrilla.” “No somos narcotraficantes,” insultos al presidente y a los negociadores, ataques al Ministro de Defensa, etc. Esta estrategia CONFUNDE Y DESESTABILIZA, busca crear en la opinión pública una enfermedad que se llama disfunción cognitiva que es producir en el otro la sensación de estar perdido o desorientado en relación con los conceptos habituales de orientación moral y ética; esa desorientación, si no se es consciente de ella, produce trastornos en la interacción social y política, por lo tanto disminuye las posibilidades de entendimiento, es decir, produce las características de una sociópata; sin embargo, el causante se beneficia con toda la atención del caso. Es un proceso de corrupción que altera y causa mucho daño, es una enfermedad y nos engañamos al asociarlo con el simple chicanear de las Farc. Pero… ¿qué es chicanear? Jactarse de poseer cierta cualidad o cosa apreciada para engañar y aprovecharse de algo, recurriendo a ardides. Santos no le para bolas porque piensa en el poder político y militar del estado; pero ellos están corrompiendo, desestabilizando, creando agobio y zozobra, que también es un arma.

En contraste los medios han estructurado algo que dan por supuesto, y es la percepción de algo llamado ‘proceso de paz’ que implicaría un orden de procedimientos, una valoración de lo que se hace para emitir un juicio sobre la factibilidad positiva y legítima de ciertos cambios orientados hacia un supuesto mejor futuro. Eso es lo que, en lógica, se espera. Se habla de la promesa abstracta de la ‘paz’ como un bien mayor, concreto, cuando en realidad es un resultado, pero… ¿de qué?; y siendo ‘MAYOR ese bien abstracto, prometido, se pone por encima de la justicia que es bien concreta en su estructura y procedimientos; de esa manera, a nombre de ese nuevo ordenamiento de valores, un delincuente puede estar por encima de la ley. Ahora bien, la paz real, en la vida civilizada, no la paz de los cementerios, es el resultado de la justicia y otras realidades que, me atrevería muy humildemente a sugerir, se produciría con la vivencia de la inocencia e inofensiva mediada por el poder limpio de la sabiduría.

Cuando Pablo Escobar reconoció el mal que había hecho, el poder limpio de la sabiduría, a través del Padre Rafael García Herreros, le dio la oportunidad de preservar su vida y a la sociedad el alivio de tener a un criminal a buen recaudo. Pero las ‘malas compañías’ cambiaron ese destino. El discurso político de Jesús fue inocente, inofensivo y lleno con el poder del ejemplo y el compromiso; cambió al Imperio, no lo hicieron las guerrillas del momento.

CONCLUSIÓN. Hemos deletreado apenas el ABC de los supuestos idiomáticos, elementales, de cualquier proceso de comunicación como el habanero. Nos faltaría empezar a conformar el ‘diccionario’ de definiciones y aplicaciones mayores de: crímenes de guerra, de lesa humanidad, conflicto interno, grupo beligerante, CPI, síndrome de Torquemada, investigaciones atípicas, contenido de acuerdos, etc., parecería una labor redundante y ciclópea, pero necesaria. Desafortunadamente no tengo el don genial del caricaturista Beto Barreto que en la edición de El Tiempo del 3 de noviembre de 2014 trae la ilustración luminosa del teatro habanero: “Stand-up” Habana, en la que un gafudo barbado exclama, ante un auditorio muerto de la risa: “y no hemos cometido ningún delito de lesa humanidad.” ¡Plof! exclamaría Condorito. Es decir, parecería que la sabiduría política tiene que darse con ilustraciones de plastilina. Pero, por si acaso, el Procurador, con excelente pedagogía idiomática nos lo explica clarito en “El carácter victimario de las Farc (El Tiempo, 11.05.14) Pero en realidad nuestro error ha sido pretender lidiar con ellos como un grupo político cuando son, además, otra cosa. Bastaría que echáramos una mirada en internet a la guía del Dr. Robert Hare “La verdad sobre los sociópatas y 13 maneras para lidiar con ellos” para que entendiéramos, de manera seria, la naturaleza real de su posición política y por lo tanto el lío en el que estamos metidos con las Farc, Bacrim & Co.

Para los que podríamos identificarnos como pacifistas, hagamos el ejercicio del diccionario con cada palabra. La ‘Inofensiva’ (Ahimsa en sánscrito) es algo más que la paz o la ‘no violencia’ de Gandhi; la inofensiva es la que da origen a la paz, en la persona y la sociedad; es una condición natural de lo que crea vida. Por eso las mujeres entienden mejor la paz. Apliquemos cada una de esas palabras a cada situación de la vida, vivámosla, comenzando con la política. Hablemos de la educación como creadora de pensamiento crítico con inofensiva; política y poder limpio; visualización de la inocencia en la palabra y los actos, a ver qué pasa. Creo que estaríamos por encima del escenario hipócrita de lo políticamente correcto para empezar a andar el camino real de la paz. Pero, si somos pragmáticos, tendremos que admitir con Miguel de Cervantes Saavedra que “Las armas tienen por objeto y fin la paz, que es el mayor bien que los hombres pueden desear en esta vida." Yo le agregaría justicia. Parece que las Farc también creen en eso, pero sin justicia. Así que la discusión no es solamente literaria y debe darse, no en el recinto cerrado de la ‘Academia’ habanera, sino de cara a todos los usuarios del idioma.

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