EL DISCURSO DEL GENERAL PADRINO

El 5 de julio en la Asamblea Nacional, con la intervención del general Padrino, se confirmó el dominio de los militares sobre la destartalada revolución del siglo XXI.

Desde los tiempos del provisional Germán Suárez Flamerich (50-52) no veíamos los venezolanos a un Presidente civil en el papel de marioneta de los uniformados. Aquel Suárez, venía de ser uno de los líderes de la generación del 28. Además fue diplomático, Decano de la Facultad de Derecho de la Universidad Central, parlamentario y abogado de prestigio. Sin duda el hombre adecuado para cubrir las apariencias legales y para tapar el vacío dejado por el asesinato del Presidente de la Junta Militar de Gobierno Carlos Delgado Chalbaud.

En esa etapa los oficiales jóvenes que montaron al gobierno “cívico-militar revolucionario”, constituido el 18 de octubre de 1945 con el propósito de “refundar la república”, habían desplazado del poder a sus antiguos socios adecos, tomando a partir de noviembre de 1948 las banderas del orden y la paz alteradas por el sectarismo y la pugna política.

El mesiánico mensaje del partido blanco que proclamó “Una Venezuela Libre y Nuestra”, fue sustituido por el de los militares, quienes enarbolaron, también con pretensiones históricas un “Nuevo Ideal Nacional”.

Con la violenta desaparición del Comandante Delgado en noviembre de 1950, se inició una delicada etapa de transición que culminó con el fraude electoral de 1952 y la designación, por parte de la espuria Asamblea Constituyente, del coronel Marcos Pérez Jiménez como Presidente Constitucional.

Han transcurrido más de sesenta años luego de aquellos sucesos que sacudieron tan negativamente la historia del país. En los últimos quince de esa larga etapa la Fuerza Armada (ahora supuestamente socialista y chavista) ha retomado progresivamente los centros de poder.

Muerto “el líder eterno” sus deudos más poderosos son quienes controlan los cuarteles, buena parte de los recursos del Estado ya parte más grande de la burocracia oficial. Es decir, el poder de fuego y los negocios.

No sabemos hasta donde se extiende el liderazgo del General Padrino. Tampoco conocemos como se mueven los resortes de nuestro complicado y retorcido mundo militar. Pero sin duda el discurso pronunciado por quien es hoy el uniformado de mayor jerarquía, implica una imposición de “los milicos” sobre la desprestigiada e inútil Asamblea Nacional que preside el basilisco Diosdado Cabello; sobre un PSUV que perdió la calle y el afecto de las gentes más humildes. Y lo que es más grave, sobre un Maduro sin autoridad, sin fuerza propia, colocado allí por el líder único paraqué funcione como equilibrista en ese complejo mundo de intereses que dejó como nefasta herencia.

El caos existente en todos los espacios de la vida nacional, conduce hacia una etapa en la que la represión es el único instrumento posible para la preservación del poder.

Los civiles del gobierno, y los de la oposición se quedaron sin liderazgo. Estamos en el vacío. Y en política, el vacío no dura mucho tiempo.

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