El escape del ‘Chapo’

Hay quienes creen que el narcotráfico se debe 'combatir' con políticos y policías, pero muchos de estos son sus mayores cómplices.

Nadie cree que Joaquín Guzmán, el ‘Chapo’, se haya escapado sin ayuda oficial. Cuenta Joaquín Villalobos que un noticiero británico mostró imágenes de fabricación de ‘crack’ en el Distrito Federal, evidenciando el nivel de impunidad de los delincuentes. “La condición esencial para el crimen organizado es que haya agentes del Estado involucrados”, acierta Villalobos, quien, como buen exguerrillero, no concibe otro camino que aumentar la represión armada, la violencia.

De modo que el problema no es convencer de la simbiosis mafia-Estado, el problema es que, aun sabiendo que es así –el 70 % de los mexicanos creían que el ‘Chapo’ volvería a escaparse–, todavía hay quienes creen –o les conviene creer– que el narcotráfico se debe ‘combatir’ con políticos y policías cuando obviamente son cómplices necesarios, al punto de que se diría que hay que ‘combatir’ a los dos.

Unas 253.000 muertes anuales en el mundo se deben a sobredosis de drogas, pero “La mayoría se podrían evitar”, según la Oficina de la ONU contra la Droga. Se podrían evitar si el drogadicto no estuviera criminalizado y pudiera ir sin complejos a un hospital. De otro lado, los homicidios totales por año en EE. UU. no llegan a 15.000, o sea, aun suponiendo que todos estos estuvieran relacionados con las drogas, la cifra es muy inferior que los 150.000 muertos por la ‘guerra contra las drogas’ solo en México y hasta enero de 2012. Esta guerra mata más que la droga: la violencia empeora las cosas.

De otro lado, según la OMS, 12 % de los fallecimientos anuales en el mundo se deben a drogas autorizadas (8,8 % al tabaco y 3,2 % al alcohol), frente a 0,4 % debido a las sustancias ‘ilegales’. ¿Por qué se prohíben solo algunas drogas? Quizás sea por negocios y corrupción de algunos laboratorios. Claramente, el Estado coactivo (en tanto monopolio de la violencia) está hecho para corromperse porque quien impone –contra la voluntad de otros– una ‘ley’ provoca una tensión que, tarde o temprano, termina en corrupción. Y con US$ 70.000 millones anuales que maneja el narco en México se compra a cualquier funcionario.

Probablemente, capos como Guzmán tengan jefes, en altas esferas del Gobierno de EE. UU. –el ‘dueño’ de la guerra ‘contra las drogas’–, ya que la ‘prohibición’ en rigor no es tal –no es creíble que, con las fuerzas armadas que tiene EE. UU., se filtre tanta droga por sus fronteras–, sino que es solo una excusa para combatir a los que trafican por fuera del esquema de corrupción oficial. Con ese dinero, es fácil contratar sicarios en México, que tiene más de 50 millones de pobres y donde –según la Ocde– solo 60,7 % de la población trabaja, mientras que el 22,4 % de los jóvenes de 15 a 29 años no estudian ni trabajan.

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En el otro lado del globo, Hasan Rohaní, el presidente iraní, quien, como con las drogas, prohíbe Twitter al resto mientras en él escribe que el acuerdo nuclear acabará con la “exclusión y coerción”, dado el levantamiento de las sanciones impuestas por Occidente. Entretanto, el primer ministro israelí, Netanyahu, dijo que “El acuerdo no desmantela la infraestructura nuclear iraní… (y que) Sin sanciones, Irán tendrá más dinero…” . No termino de entender por qué sí algunos Estados –como EE. UU. e Israel– pueden tener armas nucleares, por qué no se desarman todos. Y veo que Netanyahu no entendió esto de que la coacción de los Estados solo llama a la corrupción y empeora las cosas.

Miembro del Consejo Asesor del Center on Global Prosperity, de Oakland, California.

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