El espejo de la incertidumbre

¿Qué será del destino venezolano si este pensamiento ideológico sigue gobernando desde Miraflores? Imaginarlo es tan aterrador como la peor de las catástrofes.

La espeluznante crisis nacional es de tal dimensión que pasaríamos horas tratando de encontrar el abismo en donde caímos. Llegamos a tener perspectivas de desarrollo superlativas, éramos la envidia de un mundo que anhelaba contar con semejantes ventajas comparativas. No había escenario económico internacional en donde Venezuela no fuese asomada como nación privilegiada. Sus increíbles potencialidades le avizoraban un futuro prodigioso que podía elevarla al cénit de las naciones más prominentes. Los grandes estándares del desarrollo fijaban su mirada en la pujante republica suramericana bañada por las aguas del Caribe. Con un subsuelo en donde el petróleo se desparrama como vertiente bendita. Un océano negro colmado de infinitas posibilidades mal aprovechadas.

Infortunadamente nuestras sociedades también producen sus miserias. De sus entrañas surgió el monstruo del averno. Como veneno, supo entrarle al torrente sanguíneo del pueblo venezolano. La ilusión fue cautivando a los sectores más deprimidos de nuestra posición. Los humildes creyeron de buena fe en aquel que les pintó un paraíso en el estómago a los hambrientos. Hugo Chávez se hizo el héroe medieval de los postrados de la Tierra.

Huérfanos de expectativas reales, fueron instrumentos idóneos para ser presa de la manipulación de un farsante de marras. Aprovechando el grueso respaldo popular, iniciaron el asalto de la patria. En pocos años el futuro que se tornaba esperanzador fue cediendo al espectáculo de lo grotesco, los hombres de luces fueron apartados, el poder cayó en manos de especímenes fatuos fuertemente armados de odio. A todo aquel que osó enfrentarlos se antepusieron con la intolerancia que nos condujo al primitivismo político.

La quiebra de Venezuela es fruto del fracaso del socialismo. El régimen totalitario desvalijó al país postrándonos en la miseria atroz que hoy marca el sombrío destino. Pasamos de tener grandes posibilidades a vivir en las penurias. Todo se vino al suelo en un lapso de quince años. Fue como si un tsunami borrase con su degenerado ímpetu todo lo que logró la democracia en cuarenta años de transito vital. No existe área de la administración pública que no sufra los rigores del proceso en caída libre. La sustitución del modelo democrático por el sobresalto totalitario devino en este desfase que continuamente nos lleva a nuevos desencuentros. Es el ritual del espejo de la incertidumbre. Cuando el país asoma su rostro en dicho espejo observa su profundo deterioro. Casi podría decirse que aquella lozana estampa con olor a porvenir sucumbió ante el horror del feo cataclismo de las ideas retrógradas. Este socialismo marchitó la libertad hasta postrarla como quien somete al peor de sus enemigos.

¿Qué será del destino venezolano si este pensamiento ideológico sigue gobernando desde Miraflores? Imaginarlo es tan aterrador como la peor de las catástrofes. El drama nacional es motivo de sesudos análisis en el planeta. Una república que estuvo entre las doce economías más poderosas del planeta en 1997 fue reducida al puesto reservado a las naciones de más exiguo progreso en el orbe. Un extraordinario deslice desde la cúspide universal hasta los cráteres del pestífero abismo. ¡Que viva la revolución bonita!

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