El Fiscal que necesita Colombia

Alguien que al final de su período no produzca tanta perplejidad ante el balance de su gestión.

El escritor y columnista Ricardo Silva fue el primero que se atrevió a levantar la mano para pedirle a Dios que nos conceda un próximo Fiscal “que no gobierne. Que no milite. Que no intimide. Que no dé miedo”.

Es decir, un Fiscal que tenga un perfil totalmente contrario al actual. Que esté dotado del sentido del equilibrio, que entienda que el inmenso poder que le concederán es limitado, que lo ejerza como un instrumento para el bien común exento de apremios personales y subjetivos. Que no conciba los altos cargos del Estado como oportunidades personales con un claro déficit del espíritu público. Que llegue sabiendo qué es el poder y no venga a descubrirlo en la Fiscalía, para que esté curado de caer en excesos, desviaciones o abusos hedonistas o napoleónicos. Que como determinante del bien supremo de la libertad de las personas tenga una conciencia muy aguda de esa responsabilidad y no se enloquezca agitando las llaves de las celdas.

Que no se deje tentar de intereses políticos, porque no caben entre sus funciones, que son muy precisas: desarrollar la política criminal del Estado, perseguir el delito y cumplir la ley, que está escrita en los códigos y que, por lo tanto, no puede ser objeto de su creación personal, ni arbitraria.

¿Qué pecados cometió el Fiscal que se va? Todos los reprochados anteriormente.

En su primera entrevista amenazó con estremecer al país, y a los pocos meses había capturado a Sigifredo López, acusado de haberse prestado para secuestrar a sus colegas concejales. Resultó falso.

Transcendió que en una de sus últimas cenas sociales, antes de dejar el cargo, hizo la misma promesa: que estremecería al país antes de irse. Así lo entendieron quienes se suponen sus perseguidos: Óscar Iván Zuluaga salió corriendo a hacer un mandado en Washington y los hijos del expresidente Uribe ya casi acampan del todo en la Fiscalía dando explicaciones antes de que se las pidan bajo detención.

Este Fiscal renunció a la independencia a la que lo obliga su cargo y se alineó claramente con una de las partes del proceso de paz, las Farc, proponiendo desde el principio una justicia muy benigna para sus delitos más graves, lo cual dificultó tremendamente las condiciones de los negociadores del Gobierno, que por ello no lograron sacar un acuerdo más satisfactorio para los estándares de justicia internacional y nacional.

Este Fiscal deja sembradas graves sospechas sobre injerencias en la campaña de reelección del presidente Santos, cuando la captura de un ‘hacker’ –que, ante todo, era un estafador y un hablapaja– atemorizó tanto al candidato Zuluaga que lo contagió de una gripa que lo tuvo los últimos cuatro días de la campaña en cama. Muy extraño también que hasta su asesinato en muy oscuras circunstancias, el abogado del hacker fuera el político de Cartago Ignacio Londoño, en la misma época en la que la familia de Álvaro Gómez le imploraba al Fiscal que lo investigara por sus posibles vínculos con el cartel del norte del Valle y con su magnicidio.

Este Fiscal llegó a llamar a la desobediencia civil de los jueces y a instarlos a que salieran a protestar a las calles, cuando quisieron cambiar el sistema de vigilancia y juzgamiento del Fiscal, para pasarlo de la inepta Comisión de Acusación de la Cámara a un Tribunal de Aforados.

Este Fiscal estuvo poco en Colombia, viajó mucho, y cuando sí estaba, iba poco a la oficina.

Eso sí, creció considerablemente su planta de personal, inauguró embajadas de la Fiscalía en varios países del mundo y en un monumento a la vanidad, se mandó a construir una universidad que fracasó y arrastró consigo inversiones por más de 31.000 millones de pesos. Contrató a diestra y siniestra, desde ex- consejeros de Estado que votaron por la extensión de su período hasta a la doctora Springer con sus algoritmos, hazmerreír de la política criminal.

Necesitamos un fiscal que al final de su período no produzca tanta perplejidad ante el balance de su nefasta gestión. Pero, sobre todo, un fiscal que ejerza su cargo infundiendo respeto, y no miedo.

El Presidente, con su terna, tiene la palabra. Oremos, como dice Silva.

Entre tanto… El próximo jueves sabremos si Colombia vuelve a quedar presa de la Corte Internacional de La Haya.

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