El fiscal que se volvió parlanchín

Ya no guarda aquella sobriedad alemana que conoce bien por sus calidades de estudiante de derecho constitucional en Erlangen y de filosofía del derecho en la Universidad de Bonn. Luis Eduardo Montealegre, el fiscal General de la Nación, parece estar extraviando el libreto del abogado y catedrático brillante que es. Le ha venido en gana, últimamente, hablar demasiado. De lo divino y lo humano. De “Simón Trinidad” y de “Timochenko”. De justicia transicional y de constituyente.

El dirá, por supuesto, que son asuntos que están en la órbita, en el espectro, de sus facultades y atribuciones. Pero con tantas investigaciones que tiene, en un país repleto de criminalidad y corrupción, Montealegre Lynett no parece tener más tema que el proceso de paz.

Se siente verboso porque habla más de la cuenta y a destiempo. Así define parlanchín el diccionario de la Real Academia de la Lengua: “Que habla mucho y sin oportunidad, o que dice lo que debía callar”. Muy en contracorriente del ambiente meridiano y prudente que se requiere para conducir una negociación tan compleja y decisiva para el país como la que adelanta el Gobierno con las Farc.

Se aleja del estilo sobrio de sus maestros alemanes. Sobrio, según la RAE: “Templado, moderado. Que carece de adornos superfluos. Dicho de una persona: Que no está borracha”. Pero el doctor Montealegre está embriagado por cierto protagonismo mediático que, la verdad, no aporta nada. Preferimos un fiscal aplomado, incluso hermético, que en vez de mostrarse tan deliberante, mejor dé resultados. Que investigue con rigor y que hable con las pruebas de su pericia de penalista, antes que con su tartamuda e imprudente vocación política.

El viernes salió a decir que “en el mes de diciembre, de 2014, el Presidente de la República me envió una comunicación donde decía que ‘Timochenko’ había sido reconocido como representante legal y negociador oficial en las negociaciones de La Habana”.

Y apenas unas horas después, la Oficina del Alto Comisionado para la Paz corrige que “respecto a las declaraciones emitidas por el Fiscal General de la Nación en el día de hoy, nos permitimos precisar: 1. Timoleón Jiménez, alias ‘Timochenko’, no es miembro plenipotenciario de la mesa de negociación en La Habana, ni ha asistido a sesiones de la mesa”.

Este es apenas un ejemplo, un episodio más de esos en que el fiscal Montealegre se torna incómodo para el proceso. Hace ruido. Porque incluso si “Timochenko” es el máximo jefe de las Farc, en algún momento se tendrá que integrar a la mesa en Cuba.

Pero lo que no deja de chocar es que el fiscal hable más de lo necesario. Al doctor Montealegre le debería importar, y mucho, que su rol nos transmita confianza, seguridad, discreción. Porque hoy nos inspira cierto aire hablantinoso e impertinente.

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