EL GRAN ERROR DE SANTOS

Santos se equivocó cuando pensó que podía convertir la negociación con las Farc en su botín político, no porque no pudiera hacerlo o porque no fuera políticamente rentable, sino porque al conseguirlo, le dio una carta de negociación a las Farc muy poderosa: el futuro político de su presidencia.

Al amarrar su destino político al proceso, lo amarró al destino político de las Farc; por ambición, le dio un impulso a la viabilidad de una guerrilla moribunda como no se hubiera imaginado ningún jefe subversivo en toda su historia. Los volvió, con algo de planeado cinismo, en actores indispensables de la política colombiana, en decisores del futuro del país.

Se equivocó también cuando convirtió lo que debía ser un procedimiento de desmovilización en un “esfuerzo de reconciliación nacional” con una guerrilla que no supera al margen de error en su aprobación en todas las encuestas. Nuestro país no necesita reconciliación –al menos no en los términos planteados por el Gobierno y las Farc-, sino justicia sobre los victimarios, verdad para la sociedad y reparación para las víctimas.

Una negociación de menos perfil, en donde no se perdiera la proporción de las cosas y, sobre todo, no se politizara cada aspectos y resultado para conseguir réditos electorales, hubiera podido meter en cintura las pretensiones de las Farc e incluso lograr un acuerdo más pertinente para la actual situación del país, las ambiciones del Gobierno y las capacidades reales de la misma guerrilla.

En este punto, aceptar sus condiciones no es más que ceder ante un elaborado chantaje. Un mal trato construido además sobre exageraciones y percepciones fuera de lugar, una paz sostenida por espejismos no puede ser ni buena ni duradera.

Las tendencias en el optimismo ciudadano en las encuestas dan cuenta de esta situación. Así, de acuerdo con las cifras de la reciente encuesta de Invamer Gallup el 59 % de los colombianos creen que el problema de las Farc está empeorando, un porcentaje que no baja del 50 % desde mayo de 2011. Igual el cambio en la percepción de seguridad, con el 80 % de los encuestados sosteniendo que está empeorando.

La aprobación de la labor del presidente Santos también ha vuelto a ser más negativa que positiva, con el 49 % de los colombianos desaprobando su gestión de gobierno, frente al 44 % que la aprueba.

Pero ahora, cuando nos acercamos al final de esta negociación, cuando esbozos de acuerdos y sus consecuencias empiezan a filtrarse entre los pasillos y las visitas de los delegados, y a chismosearse entre los ciudadanos desconcertados en las grandes ciudades y preocupados en los pueblos, la sospecha de que los sapos serán más grandes de lo que muchos colombianos están dispuestos a tragar, se confirma el gran error de Santos al plantear y manejar este nuevo esfuerzo de negociación.

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