El lado obscuro de la política de Santos

La política puede ser usada para servir al interés público o al interés privado.

Pero sólo es una dicotomía cuando se utiliza exclusivamente en beneficio privado, anteponiendo los intereses personales a los de la sociedad. Esto es así porque un político puede ser un magnífico servidor público y tener como motivación, el deseo de reconocimiento. De hecho es lo que suele ocurrir porque alguien puede ser un excelente servidor público por el interés egoísta de la búsqueda de reconocimiento.

Pero esto es muy distinto al individuo que usa el poder que le confiere la política, para alcanzar su propio interés o el de su grupo, no importa el método ni el precio. Si hay que mentir, lo importante es no ponerse colorado; si no hay argumentos válidos contra el oponente, el insulto es la solución; si se realiza una acción a sabiendas que está mal, se presenta como si fuera el contradictor, quien la hizo; para desacreditar se apela al doble mensaje, a la alusión subliminal, diciendo sin decir para desacreditar; si hay que apelar al insulto, lo importante es que sea eficaz.

Pues bien, Santos es el prototipo perfecto de esta manera de hacer política. Cuando se denunció su traición a los electores y se criticó la manera como conduce el “proceso de paz”, dijo que había fuerzas obscuras que querían sabotear las conversaciones de La Habana; más adelante dijo que quienes se oponían a estas, eran fuerzas de “extrema derecha”, como si luchar por la soberanía interna y el monopolio de las armas por parte del Estado, haciendo uso de los derechos que este otorga y dentro de su normatividad, fuera una posición de extrema derecha, y no una condición de la existencia misma de cualquier estado (y si no, basta ver lo que hacen regímenes totalitarios de izquierda los que se le han opuesto mediante el uso de las armas) porque para que haya estado se requiere una sola autoridad legítima y unas solas fuerzas armadas que controlen todo el territorio. Si las Farc llegan al poder no admitirán un solo opositor desarmado, mucho menos, uno que lo esté.

Santos no desaprovecha oportunidad para relacionar urabeños y uribistas, como si Uribe no hubiese desarmado a la mayoría de los paramiltares. Pero si cree que eso es rentable se le volverá como un boomerang porque la gente no es estúpida.

Y cuando unos jóvenes lo interrogan en una presentación electoral, en uso de sus derechos constitucionales, los califica de camisas negras, de neonazis y neofascistas, como hacen el aparato de represión del castrochavismo y la inteligencia cubaba con los jóvenes opositores.

Y dando un paso que sabe que es muy peligroso, tanto que pone en riesgo la vida del presidente Uribe, ordena disminuirle su esquema de seguridad, lo que le abre la puerta a las Farc para que atente contra su vida, algo que es una verdadera obsesión para esa organización terrorista. Hay gente que comparte que vale más un Uribe muerto que  un Uribe vivo.

Si había alguna duda de la dimensión moral de este político, ahí está este pequeño resumen.

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