El mártir Simón Trinidad

La petición de los criminales de las Farc que urgen al Comité Internacional de la Cruz Roja a que realice una visita humanitaria al terrorista Simón Trinidad, preso en Estados Unidos, es una nueva andanada urdida en La Habana desde el principio de la farsa montada por este gobierno.

Denuncian las supuestas malas condiciones de su encarcelamiento y pretenden hacerlo aparecer como un mártir que ha sido injustamente procesado y no ha tenido oportunidad para su defensa. Lanzan un S.O.S. a todas las organizaciones defensoras de los derechos humanos en el mundo, a la ONU, Unasur y al Vaticano para que se unan en el clamor por la libertad de quien es considerado por ellos como el "Nelson Mandela de nuestra América". ¡Qué tal!

No sabe uno si reír o llorar ante semejante despropósito. Cuando las Farc reclaman por las condiciones de encarcelamiento de uno de sus criminales cabecillas, inmediatamente me vienen a la memoria las imágenes de nuestros héroes de la patria humillados durante más de diez años en esos "campos de concentración" que compartían con gallinas y cerdos, privados, ellos sí, de cualquiera consideración y de cualquier trato medianamente humano; me vienen a la memoria los políticos, soldados y policías encadenados y atados a árboles en medio de una selva inhóspita, muriendo poco a poco de soledad, acusando desnutrición y sufriendo enfermedades tropicales que requieren de cuidado profesional; me vienen a la memoria esas niñas reclutadas a la fuerza y obligadas a servir de instrumento sexual para los terroristas que se sacian en ellas sin compasión. ¿Tendrán derecho a reclamar tratos preferenciales criminales de esta laya?

Claro que debe ser muy triste para Trinidad ver las fotos de sus camaradas terroristas tomando mojito en catamaranes y disfrutando de un buen puro en playas paradisíacas, mientras él paga su condena en un lugar donde es tratado mejor de lo que se merece. Y por eso han hecho todo lo posible por agregarlo a ese grupo de sinvergüenzas plácidamente alojados en Cuba, y tratan de mostrarlo como una víctima, cuando hace parte de los peores victimarios de la humanidad. En buena hora el presidente Uribe decidió extraditar a este criminal hacia un país que hasta ahora ha sido inmune a las presiones del terrorismo internacional. ¡Que pague allí por sus culpas, pues si hubiera estado en Colombia, ya el propio Presidente se hubiera encargado de transportarlo hasta La Habana!

Suena además paradójico que las Farc acudan a las organizaciones defensoras de los derechos humanos, cuando han sido ellos los principales violadores de esos derechos. ¿Con qué cara pueden pedir respeto y exigir tratos amables, si paralelo a esas peticiones siguen asesinando a personas inocentes y dinamitando pueblos enteros mediante acciones propias del más sanguinario terrorismo? ¿Cómo pueden acudir a instancias defensoras de sus derechos humanos, mientras siguen violando los de más de cuarenta millones de colombianos? ¡Malditos descarados!

Cualquier lector desprevenido podría decir que es un absurdo creer que se esté pensando en complacer a las Farc con la liberación de uno de sus cabecillas. Pero en Colombia nada raro es que las cosas se tramen a favor de la izquierda criminal, mientras los demás colombianos sufrimos las consecuencias de una justicia penetrada por el terrorismo castro-chavista.

¿Estaré exagerando? ¡No! Para la muestra un botón: la Plaza de Bolívar de Bogotá está invadida desde hace más de cincuenta días por manifestantes que apoyan al alcalde Petro en su proceso de negarse a acatar las decisiones del Procurador, y no solo han recibido la protección de la Fuerza Pública, sino que han sido tratados con algunas consideraciones direccionadas desde la propia alcaldía con dineros que algún día sabremos de donde salen. Esto ha sido público, tal vez descarado y absurdo, pero admitido con tolerancia por los demás ciudadanos y las propias autoridades. ¡Claro, se trata de la defensa de un hombre de izquierda!

Pero un grupo de familiares, esposas e hijos de militares privados injustamente de la libertad, se apostaron la semana pasada frente a la Casa de Nariño reclamando garantías procesales para sus padres y esposos, y fueron violentamente retirados por la Policía Nacional (ver video http://youtu.be/M1RwcpC18ak). Se trataba del inmenso delito de rezar un rosario entonado por un hijo del General Uscátegui y aclamado por niños y mujeres que están viviendo esa otra faceta del terrorismo como es la injusticia orquestada desde los tribunales para derrotar sin armas a nuestros héroes de la Patria. ¿Es esto racional? ¿Por qué se procede con violencia contra unos pacíficos colombianos (hombres, mujeres y niños) que reclaman justicia para sus padres, y a otros que pretenden desconocer las decisiones judiciales, se les concede trato preferencial y privilegios especiales?

Pero volviendo al tema de las Farc y su clamor para que al mártir Simón Trinidad se le otorgue la libertad y se le traslade a La Habana al lado de los otros cabecillas terroristas, solo queda por adicionar la desfachatez con la que exigen, ordenan y mandan, y la estupidez con la que el Gobierno de Colombia obedece, acata y concede. Por eso hay que repetir: siquiera el angelito Trinidad está preso en Estados Unidos y no en Colombia; porque aquí ya se le hubieran concedido todas las absoluciones penales y los privilegios que la justicia colombiana parece tener reservados exclusivamente para los peores asesinos de izquierda, mientras miles de soldados se pudren en las cárceles clamando por el respeto de sus derechos.

Al margen: ¿qué tendrá para decir la Fiscalía sobre las "Pinches millas" de Pilar Joves?

¡Estaremos pendientes!

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