El mercurio nos inunda y el país…como la rana

En este país de debates y polémicas, en donde todos se suman al tema de momento para sacarle partido, pocos se pronunciaron ante el que es sin duda uno de nuestros grandes males de hoy: la contaminación por mercurio que deja la minería y que literalmente está envenenando a medio país.

El presidente Juan Manuel Santos presentó hace unos días un ambicioso plan de lucha integral contra la minería criminal. En buena hora, pero más allá de lo que se hará y de discutir si servirá o no ese plan, lo que dijo el presidente para sustentar la necesidad de lanzar esa nueva guerra es tan escandaloso que no se entiende por qué el país no se metió de lleno en ese debate. Dijo el presidente que “Colombia, y específicamente el departamento de Antioquia, tiene los índices de contaminación de mercurio en el aire más altos del mundo”. Concretamente se habló de dos municipios: Segovia y Remedios. Ante semejante revelación se esperaría algún impacto, un debate, un análisis, pero el país se quedó ahí… como si nada.

El mercurio, que se usa para la extracción del oro, contamina el agua, el aire, los peces, y cuando alcanza al ser humano puede afectar la piel, las vías respiratorias y causar daños neurológicos muy graves. Como se evapora en el proceso minero es difícil de detectar, pero las consecuencias para el ecosistema y para las personas son evidentes. Todo esto se sabe pero el país sigue ahí… como si nada.

La contaminación con mercurio se ha extendido tanto que, según datos del Ministerio de Ambiente, prácticamente la mitad del agua que tomamos en Colombia proviene de fuentes potencialmente infectadas con el metal, y buena parte del pescado que comemos ha pasado los límites de contaminación tolerables. Y el país… ahí como si nada.

Vale preguntarse ahora dónde están los que se rasgan las vestiduras opinando todos los días sobre las “notinovelas” del momento, dónde las propuestas de los partidos políticos que están pelando el cobre con los avales, pero que dicen poco o nada  sobre cómo vamos a cuidar el único lugar que tenemos para vivir. Dónde están los funcionarios de alto nivel que persiguen a la gente por sus preferencias sexuales o quieren meter a la cárcel a los que comparten videos en las redes sociales, pero que no asumen liderazgo ante la devastación de este país. Dónde están las iglesias en Colombia, cómo está aplicando la católica la encíclica del papa Francisco que llamó la atención sobre “el uso desproporcionado de los recursos naturales”. Qué dicen las demás, las ONG, la academia, los analistas y panelistas, los líderes comunales. Se escuchan las voces aisladas de los ambientalistas, pero este tema debería ser prioridad en la agenda del país para buscar salidas.

Enredados como estamos en una guerra de más de medio siglo, nos asustamos con la muerte cuando llega de pronto de la mano de las balas y las bombas, pero no la sentimos acechando cuando nos va tragando lentamente. Estamos como en la parábola de la rana, de la que se dice que brinca y logra salvarse si la echan en una olla con agua hirviendo pero si la ponen en agua fría y la van calentando poco a poco, no notará la amenaza y terminará muriendo.

Estamos metidos en la olla y el agua va subiendo de temperatura, pero no lo notamos: el país… como si nada. El mercurio nos está amenazando, pero no lo vemos, no lo notamos y aún no entendemos que la minería desbordada nos tiene en jaque. Y esto es sólo hablando del mercurio, pero valdría la pena mirar también los árboles que se han talado, las montañas que se han destruido, las especies que van desapareciendo… y el país, como la rana en agua hirviendo.

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