El modelo chavista expiró

Los modelos económicos de las naciones, como los modelos sociales o políticos se conocen por sus frutos.

El modelo chavista, el mismo que dejó Hugo Chávez atornillado en Venezuela y que ahora revienta con el presidente Maduro, es posiblemente uno de los peores en el mundo en resultados exitosos. No son sólo los frutos negativos en ausencia de una justicia, de medios amordazados, de oposición reprimida, de una cultura cooptada en donde no cabe la libertad de expresión, de poco ánimo y confianza en las instituciones o de ausencia de valores democráticos.

La debilidad del modelo es también la corrupción rampante, la cultura del narcotráfico, la violencia y la delincuencia en las calles, que lleva a que por ejemplo sea un peligro llegar al Aeropuerto Internacional de Maiquetía sin previamente organizar un medio de transporte seguro.

Pero en materia económica la vulnerabilidad es aún más aterradora. En palabras sencillas, Venezuela, que depende en más de un 90% del petróleo como fuente de divisas de exportación, ha visto el desplome de los precios del crudo a menos de la mitad, y con ello el inevitable impacto en las finanzas públicas (déficit público de más del 20% del PIB) y en el crecimiento económico (caída en el PIB superior al 4%).

Al afectarse la entrada de divisas al país, la mirada se podría orientar a otras fuentes de crecimiento como la industria o la construcción. Sin embargo, la persistente hostilidad con el sector privado (abusos en control de precios, intervenciones indebidas al sector privado por parte del gobierno, expropiaciones abusivas y similares) ha llevado a que la industria caiga en más de un 10% y a que el sector privado no tenga interés alguno en producir.

A la crisis de divisas, otra alternativa sería acudir a los mercados internacionales de capital. Sin embargo, tanto Fitch como Moodys han declarado a Venezuela como una nación en riesgo de quiebra y de suspensión de pagos. Por ende, el acceso a endeudamiento o inversión internacional simplemente no existe y las fuentes de amigos como China o Rusia, ante su propio deterioro económico, están cerradas.

El resultado es la escasez de divisas y con ello una devaluación que a menos que se esconda (pues se acude a diversas tasas de cambio ficticias por parte del gobierno) puede ser superior al 70%. Sin divisas, Venezuela no tiene capacidad para importar alimentos (70%) y ante la ausencia de un sector productivo activo, el inevitable resultado es la escasez de productos y con ello la inflación de precios de los mismos (más del 90%).

La lección es que una nación no es sostenible cuando hay derroche fiscal, destrucción de su aparato productivo y nulo acceso al mercado financiero internacional.

Nos dicen que el paso a seguir es un autogolpe de Estado para cambiar al presidente Maduro. La verdad es que el mismo circo con distinto payaso es igualmente inviable. El problema no es de personas, sino de modelo económico, y el único camino a seguir es el cambio de libreto.

Y allí no caben sino dos caminos: la pauperización por la vía del igualmente ineficaz viejo modelo cubano o volver a un sistema que respete la propiedad privada, que promueva las libertades económicas y que aproveche con inversión extranjera el enorme potencial de Venezuela.

El país es dueño del 14% de las reservas probadas de petróleo del mundo. Mucho más que Arabia Saudita, que tiene el 13% y, sin embargo, a diferencia de los árabes, no participa en más del 4% de la producción mundial y, por ende, su liderazgo en la OPEP es irrelevante.

A lo que se ve venir, que son eventuales hambrunas y más escasez que seguirán construyendo animadversión al modelo existente, se responde únicamente si se reconoce que el modelo chavista expiró y fracasó, y a continuación implementar un modelo económico que aproveche el potencial de reservas del crudo con inversión extranjera, abrir los mercados financieros y ordenar las políticas monetarias, cambiarias, fiscales y de precios.

Lección aprendida para el mundo: la restricción a las libertades, la hostilidad al sector privado y la estatización nunca serán la salida.

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