El nacional frivolismo

El de patria, doctor Silva, es un sentimiento noble que experimentan los espíritus elevados, pero le es negado a aquellos deleznables, cuya norma de conducta es el aprovechamiento.

No cesa el doctor Gabriel Silva de descargar su mezquindad sobre su anterior jefe, el presidente Álvaro Uribe. Primero escribió una columna llena de sofismas en la cual afirmó que el marco jurídico para la paz era lo mismo que la ley de justicia y paz, que las BACRIM estaban bajo control, que la seguridad no se había deteriorado y que el gobierno anterior también había buscado a las FARC para dialogar, todo esto para presentar al presidente Uribe como un hombre inescrupuloso que mentía para regresar al poder. Pues bien, reputados columnistas como Rafael Guarín, Paloma Valencia y Paola Holguín, le contestaron que la diferencia entre ambas jurisdicciones de justicia transicional radicaba en la impunidad y la elegibilidad para terroristas que comportaba el marco jurídico para la paz, que las BACRIM se habían multiplicado por tres desde que Uribe dejo el poder, entre otras cosas por la decisión de Santos de no utilizar a las fuerzas militares para combatirlas bajo DIH, que el deterioro de la seguridad era evidente con cifras del mismo gobierno, que el presidente Uribe siempre tuvo abierta la puerta del diálogo pero bajo la premisa de la cesación de actividades criminales, y que él no pretende volver al poder porque simplemente la Constitución se lo prohíbe.

El doctor Silva, incapaz de refutar tan sólidos argumentos, pasó del sofisma a la injuria en su siguiente columna. En un despliegue de fanfarronería acusó a Uribe de haber impedido operativos militares para capturar a Iván Márquez y a la cúpula del ELN en Venezuela. Pero además, nos ofendió a los miles de twitteros que defendemos a Uribe diciéndonos que nos pagaban para hacerlo. Ese libelo no lo creyó nadie, pero sí dio la medida de cuan corrompido está el espíritu del doctor Silva y de quienes lo animan en tan depravada empresa.

Ahora analiza la posición del presidente Uribe frente a San Andrés bajo el prisma de su reducida moral, y concluye que se aprovecha de la situación para sacar réditos políticos. Y aquí quiero yo empezar a contestarle, y decirle que el de patria, doctor Silva, es un sentimiento noble que experimentan los espíritus elevados, pero le es negado a aquellos deleznables, cuya norma de conducta es el aprovechamiento. La vida, según los Silvas Lujanes, es una carrera desenfrenada de aprovechamientos.

Continuando su diatriba, se refiere el doctor Silva al Uribismo como “nacional caudillismo”. Otra falacia suya, doctor Silva. El cuerpo de doctrina que el presidente Uribe nos legó se trasciende a sí mismo: esas ideas sacaron a 13 millones de colombianos de la pobreza y duplicaron la clase media, a la vez que trajeron la paz a nuestra patria. Eso, doctor Silva, no lo hacen los caudillismos, lo hacen líderes con una gran visión del Estado. Lo que ocurrió, fue que ese gran legado recayó sobre los hombros de su jefe y de personas que como usted fueron inferiores a la responsabilidad de continuarlo. Para hacerlo se necesitaba amor por la patria, coraje, convicción, lealtad y humildad, atributos de los cuales usted y su jefe carecen.

Ustedes, doctor Silva, restauraron en el poder a un viejo conocido de Colombia: el nacional frivolismo. El inveterado fenómeno regresó con todo su vigor a imponer nuevamente sus antivalores: Ser soberbio con el humilde y humilde con el criminal, implantar el estado derrochón de la burocracia suntuosa, practicar el arte de la lisonja para galvanizar la unión de las cúpulas, cooptar los medios valiéndose de las arcas públicas, y llevar el puñal que bajo la toga de Bruto espera para dar el golpe fatal.

Ahora, doctor Silva, nos corresponde a los colombianos asumir la responsabilidad de echar a los mercaderes que usurparon y profanaron el templo de nuestra democracia. Y usted, por supuesto, es uno de ellos.

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