El narco guerrillero más poderoso de las Farc

Aprendió a traquetear con un duro como el Loco Barrera y le llevó al Mono Jojoy los millones de dólares que volvieron al Bloque Oriental una máquina de guerra.

John nunca pudo someterse a la disciplina y el ritmo de vida de la guerrilla a la que perteneció durante por lo menos 35 años. Pero tuvo en cambio una cualidad que le permitió no solamente sobrevivir sin problemas, sino ganar la confianza de sus superiores. Hacía relaciones y celebraba negocios que reportaban cantidades asombrosas de dinero.

Una decisión del Mono Jojoy, el segundo de las Farc después de Marulanda en 1996, le prendió el bombillo a John 40, entonces un guerrillero de 32 años proveniente de Lejanías en el Meta. El jefe militar se lo trajo del Vichada donde había estado al lado del Negro Acacio y lo nombró comandante del  Frente 43 en reemplazo del Martin Sombra quien se había degradado y se la pasaba de borrachera en borrachera.  John se metió a Mono Jojoy en el bolsillo y se ganó su confianza en el Bloque Oriental.

Había  ingresado a las FARC en  1982, en la cordillera oriental tras vincularse al Partido Comunista en  el municipio de Lejanías, como muchos que además participaron en las autodefensas que resistieron en una de aquellas regiones decretadas como zonas de colonización a fines de los años 50 a donde llegaron miles de familias que huían de la persecución de la violencia política.

John solía hablar de una región conocida como La Cima en donde había crecido y vivido desde 1964, año en el que nació. Ingresó al VII Séptimo Frente, que para esa época tenía una de las áreas geográficas más grandes, comprendiendo casi la totalidad de los departamentos del Meta y Guaviare. Eran los tiempos de la séptima conferencia guerrillera, que adoptó un plan general que se llamó Plan Estratégico para la toma del poder, en el cual se preveía una multiplicación de los frentes y áreas guerrilleras.

Las FARC, que apenas pasaban de una docena de frentes, llegaron a tener más de 40 a finales de la década. Sin duda les ayudó la arremetida contra la Unión Patriótica, que obligó a muchos jóvenes a buscar el camino de la guerrilla para salvar sus vidas, así como la confrontación directa con los grupos paramilitares, que en apoyo de las mafias del narcotráfico se fueron asentando en buena parte de los llanos orientales y el Caquetá. Se dio una multiplicación de frentes.

John 40 se acomodó en el Frente 43 donde vio grandes perspectivas en materia financiera. La coca pelechaba en el piedemonte de la cordillera Oriental y especialmente en la región del Ariari.
El área de acción de John 40 con el Frente 43 cubría el municipio de Puerto Rico, a cuatro horas de Villavicencio y lindaba con la del frente 27 que ocupaba la vertiente oriental de la Serranía de La Macarena, a su vez municipio de Vistahermosa. Este último frente se convirtió a finales de los años 90 en uno de los más grandes del Bloque Oriental y a la vez en apoyo militar de gran significación para el frente 43. Los dos grupos se juntaron para las tomas de Puerto Rico y Puerto Lleras, en la región del Ariari, todos parte del Bloque Oriental al mando del Mono Jojoy.

El nombre de John 40 comenzó a hacerse famoso en la región del Ariari. Los cultivos de coca que se hallaban en su región de operaciones, lo convirtieron en uno de los principales proveedores de las mafias del narcotráfico que llegaban a adquirir la mercancía a los campesinos cultivadores. La intermediación de las FARC en esas transacciones, con el propósito de asegurar el cobro del impuesto a las mafias, les fue permitiendo acrecentar exponencialmente sus ingresos. John 40 tuvo la suerte de haber conocido y tratado, cuando apenas era un motorista de la región del Ariari, a uno de los hombres que con el tiempo llegaría a convertirse en uno de los narcos más poderosos del país, Daniel Barrera Barrera, conocido como el Loco Barrera.

El Loco Barrera se hizo amigo de John siendo un don nadie, pero continuó leal a su amistad hasta muchos años después. Quienes conocieron de esta relación, aseguran que en realidad Barrera sostuvo una relación de negocios, que sazonaba con uno que otro obsequio con el que John se consideraba halagado. Podían ser tres o cinco fusiles nuevos, alguna munición o un arma de apoyo, que convirtieron a su amigo en su defensor ante las instancias superiores de las Farc. De otros frentes aseguran que Barrera les quedó mal varias veces, pero que John conseguía que el Mono Jojoy se abstuviera de ordenar alguna represalia contra él, basado en los obsequios y promesas recibidas, como futuros grandes préstamos que en realidad nunca se dieron.

Jojoy se enteraba, como todos, de los comentarios públicos que llegaban al Bloque Oriental sobre las veleidades de John. Pero no se decidió nunca a tomar medidas contra él. Se decía por ejemplo que John se había convertido en un nuevo rico que dilapidaba enormes sumas de dinero en lujos y placeres. Que las fiestas y jolgorios en el área del Frente 43, cuyo centro principal era el caserío de Toledo, llegaban a ser escandalosos. Licor, mujeres, cirugías plásticas a sus amantes civiles y en la propia guerrilla, compra de caballos de paso, comodidades excesivas en las propiedades que adquiría y vivía. En cambio sí se oyó a Jojoy repetir muchas veces que nadie en el Bloque Oriental suministraba tantos recursos para la guerra y el sostenimiento de las diferentes unidades, como lo hacía John. Los miles de millones que llegaban al Bloque Oriental ameritaban una excepcional tolerancia con él.

Durante el despeje del Caguán hubo muchas críticas a John 40, por haber grabado un larga duración al mejor estilo de los corridos prohibidos, una serie de canciones que pretendían ensalzar la lucha guerrillera, pero no sobre la base de los principios de la lucha revolucionaria, sino más bien explotando el gusto popular de los cultivadores de coca hacia ese tipo de música. En la carátula del disco aparecía John, vestido como un vaquero y luciendo caballos finos, con cierto tufillo de mafia que no gustó en la organización. El Mono Jojoy se encargó de acallar las críticas contra el nuevo artista, aunque le dejó bien claro en privado que debía dejarse de ese tipo de cosas.

Se cuenta que con el plan Patriota, cuando las brigadas móviles coparon el área del Frente 43, reprimiendo y expulsando a gran parte de sus pobladores, acabando con el negocio de la coca y arrinconando la guerrilla contra las selvas del río Guayabero, El Mono se reía divertido de cómo había terminado John, correteado, después de tanto lujo que se daba en los buenos tiempos. El que al parecer nunca pudo olvidar esos buenos tiempos fue el propio John, de quien se dice que llegó a practicarse cirugías estéticas para mejorar su apariencia afectada por la vida en el monte.

Muerto Jojoy en el 2010, sus sucesores en el mando tampoco se decidieron a cortarle las alas a John. Tenía muchos contactos e iniciativa para continuar con los grandes negocios. Por eso terminó en la frontera del Guainía con Venezuela, en las profundidades de una selva que se prestaba para toda clase de negocios ilícitos. Cobró de impuestos a las pistas de la mafia, minas de coltán y oro que podrían explotarse con el objetivo de hacer finanzas para el Bloque.

Del otro lado de la frontera, hacia el 2012, habría de pasar uno de los sustos más grandes de su vida, cuando un comando de fuerzas especiales del Ejército de Colombia penetró a territorio venezolano y tras tenderle una trampa con contactos colombianos, lo capturó en plena selva cuando cumplía una cita.  Drogado y atado, en hombros de la tropa, comenzó su traslado a toda prisa a territorio colombiano. Para su suerte, a menos de un kilómetro de la frontera, sus perseguidores de las FARC lograron rescatarlo, dando de baja a varios soldados, en uno de esos sucesos que por sus graves implicaciones, el Ejército Nacional decide callar para siempre.

Lo que toda la vida le gustó a John 40 fue trabajar directamente con un grupo pequeño, apartado de sus tropas, llevando una vida cómoda y libre de presiones. Las órdenes y el control podían en buena parte ser trasmitidas por el radio de comunicaciones, o por el teléfono satelital, otra de sus grandes aficiones. A los superiores podía manejarlos enviándoles dinero. Un hombre así tenía que alarmarse en cuanto se enteró de la seriedad de las conversaciones de paz de La Habana.

Si las FARC dejaban las armas, alguien como él carecería de futuro. Fue lo que pudo constatar tras su fugaz paso por la Décima Conferencia en el Yari,  en la que no pronunció una sola palabra. De allí salió nuevamente para la frontera con Venezuela, donde afirman algunos, se contactó con Iván Mordisco, un mando sin mayor formación ideológica o política, quien se hallaba en tratamiento médico en el país vecino y volvía de regreso a Colombia. Lo que siguió ya es conocido, con esa clase de individuos nacería la llamada disidencia de las FARC de la que también entraría a formar parte Gentil Duarte, comandante del Frente 1. Un nuevo ejército muy bien armado que el ejército está lejos de poder poner en cintura.

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