El padrino de Sucre y su fe en Santos

En cuatro años, Yahir Acuña pasó de ser un discreto representante a la Cámara a convertirse en el amo y señor electoral de Sucre, reconocido nacionalmente por sus supuestos nexos con parapolíticos y por haber hecho su campaña a punta de whiskey, billete y alianzas cuestionadas. Hijo de una de las barriadas más humildes de Sincelejo, dice que sólo es un hombre caritativo y en el nombre de Dios le apuesta ahora a la reelección de Santos.

***

– Dime una alabanza, Salvador.

– Con mi burrito sabanero…

– No, no, una alabanza cristiana, de las que están donde tu abuela.

– …

– ¿Te da pena? Bueno, te recuerdo esta: Si tuviera fe como un grano de mostaza, eso te dice el Señor. Si tuviera fe como un grano de mostaza, eso te dice el Señor: tu le dirías a esa montaña ‘muévete, muévete’, y esa montaña se moverá, se moverá, se moverá. Y esa montaña se moverá, se moverá, se moverá…

Yahir Acuña canta una alabanza pero no está en una iglesia, sino en una de sus elegantes camionetas polarizadas recorriendo Sincelejo en plena jornada electoral presidencial del pasado domingo. Es casi mediodía y él se levantó muy temprano: a eso de las seis de la mañana lideró una manifestación en un solar frente a su casa de alrededor de dos mil personas que salieron de ahí a votar por el presidente-candidato Juan Manuel Santos.

Eran mayormente mototaxistas que siguen al Representante a la Cámara sucreño, vestían camisetas de la Selección Colombia (que él suele regalar para identificar a sus simpatizantes) y otras con el logo de su partido ‘100% por Colombia’, y llevaban afiches de Santos Presidente. Un asunto que sus opositores regionales calificaron de irregular por ser día de elecciones y que en realidad es ilegal si se hace en los alrededores de los puestos de votación y con la presencia del candidato al que se promueve.

El evento en el exclusivo barrio Venecia era rimbombante y el rumor corría por todo lado en Sincelejo: Yahir Acuña estaba comprando votos para el Presidente-candidato.

“Yahir es orgulloso y le gusta que le vean el poder, por eso es generoso y no le da asco repartir billete”, me había dicho hace unos meses una de las, por lo menos, 20 fuentes que me han hablado de Acuña.

Que es orgulloso y le gusta que le vean el poder quedó evidenciado no sólo en la manifestación política, que según el congresista fue apenas una reunión para coordinar la logística del día electoral, sino en todo el papel que jugó el polémico político en la campaña reeleccionista antes de la primera vuelta.

Acuña, cuyo partido no pertenece a la Unidad Nacional del presidente Santos oficialmente, selló una alianza con el santismo el pasado 1° de mayo en el restaurante La Casona de Sincelejo. Ahí se reunió, junto a otros congresistas, esos sí, de la coalición de Gobierno y alcaldes, con el gerente nacional de la campaña Roberto Prieto. Dos personas que asistieron contaron que, como quien detalla una compra en el supermercado, el Representante enlistó sus posesiones en Sucre y las puso a disposición de la empresa santista. Roberto Prieto tomó apuntes de todo.

“Dijo que era el dueño de las alcaldías de Tolú y Coveñas, que tenía otras en los Montes de María y unas más en la subregión de la Sabana. Varios de los alcaldes de esos pueblos estaban ahí y ninguno lo desmintió”, detalló uno de los dos consultados.

Después de eso organizó a sus seguidores de los costeros pueblos de Tolú y San Onofre para recibir a Germán Vargas Lleras, la fórmula vicepresidencial de Santos, con quien caminó y almorzó y a quien luego acompañó en tarima en la capital Sincelejo.

De lejos, fue el congresista del departamento que más se movió por el Presidente antes de la primera vuelta. Mientras otros hicieron campaña discretamente y se limitaron a gastar en el transporte de los votantes lo poco que les habían mandado los organizadores desde Bogotá, Acuña puso vallas de Santos y Vargas en casi todos los municipios sucreños. En algunas aparece el logo de su partido al lado del de los tres partidos de la Unidad Nacional: liberal, La U y Cambio Radical. Una declaración pública de esa sociedad.

El día antes de las elecciones la campaña local del uribista Óscar Iván Zuluaga había denunciado que el Representante estaba comprando votos a 50 mil pesos en un barrio sincelejano de invasión llamado El Poblado.

“Es que se comprometió a ponerle 150 mil votos a Santos en Sucre, los tiene que conseguir y eso aquí sólo se consigue pagando”, me dijo entonces una fuente que está cerca de la campaña de reelección en el departamento.

Ahora, frente al timón de su camioneta y después de cantar su alabanza, Yahir Acuña niega todas las acusaciones y explica:

“Yo soy un hombre temeroso de Dios, y Dios dejó en su palabra dos cosas: que hay que dar con alegría y que hay que darle la mano al necesitado. ¿Acaso al Papa Francisco, que yo ni estoy ni siquiera a la altura de los talones del Papa, pero acaso al actual Papa Francisco, que salió a la Plaza del Vaticano con sobres de dinero, que no es necesariamente lo que yo hago… ¿Para qué? Para darle a los necesitados. Y yo que vengo de estirpe popular, que vengo del estrato cero, que hoy me gano… mi sueldo es superior a los 20 millones, mi mujer se gana cuando está en periodo de sesiones cerca de ocho millones algo… creemos nosotros que si tenemos para compartir con nuestro prójimo lo hacemos con alegría. Y Dios bendice a los que comparten con alegría. Pero jamás le hemos dado algo alguien diciéndole ‘aquí tienes esto para que votes por mi’. La caridad no es pecado, sino también deberían judicializar a Teletón. Y a mi jamás me han judicializado por corromper a un elector”.

Lo escuchan su hijo mayor Salvador, quien no debe pasar los 12 años, su esposa la diputada de Sucre Milene Jarava Díaz, uno de sus amigos, su jefa de prensa.

Acabamos de salir del colegio Bienestar Social de la Policía, uno de los puestos de votación de mayor afluencia en la ciudad, a donde el político llegó para acompañar a su esposa a votar y responder a periodistas locales que lo esperaban ahí por las denuncias por supuesta compra de votos.

“¡No me dejan entrar (a votar) porque tengo la camiseta de la Selección Colombia!”, se quejó con Acuña uno de sus simpatizantes, a lo que el congresista respondió quitándose su camiseta blanca delante de las cámaras para prestársela al votante.

Yo me lo encontré ahí, después de haber seguido por cerca de una hora su caravana de camionetas blindadas para hablar con él, a lo que accedió enseguida. “Se han creado muchos mitos y leyendas alrededor mío”, me dijo como anticipándose a las preguntas que le hice más tarde.

Preguntas obligadas que no fueron formuladas tan cómodamente en el vehículo del Representante (que fue donde accedió a hablar conmigo) y rodeada de su círculo y defensores más cercanos.

Son los asuntos que lo han hecho nacionalmente conocido: sus presuntas relaciones con las temibles figuras de la empresaria del chance Enilce López ‘La Gata’ (condenada por homicidio), del excongresista Juan Carlos Martínez (condenado por parapolítica) y del exgobernador de Sucre Salvador Arana (condenado por su participación en el crimen del alcalde de El Roble Tito Díaz). Su particular ascenso en la escena política, su campaña para reelegirse en la que repartió whiskey y billete, su investigación por supuestos nexos con los paramilitares.

En cuatro años, Acuña pasó de ser un discreto representante a la Cámara, sin mayor recordación nacional distinta a haber sido el investigador del expresidente Álvaro Uribe desde la Comisión de Acusación, a convertirse en el todopoderoso que le quitó el trono de mandamás que tuvo por 22 años en Sucre el parapolítico Álvaro ‘el Gordo’ García. Ciento veintiseis mil votos, la mayor votación de la historia del departamento, son su credencial. Tiene apenas 33 de edad.

Un nuevo fenómeno electoral que emerge cuando otros investigados por parapolítica caen.

La pregunta que todo el mundo en Sucre se hace es cómo lo logró y de dónde saca la plata que reparte a manos llenas, así sea con afán caritativo como él dice.

De mototaxista a benefactor cuestionado.

Yahir Acuña tiene 33 años, un cuerpo robusto y juvenil que los aparenta y las maneras sencillas de una persona de pueblo, pero su aureola es la del cacique poderoso e invencible, perseguido por sus simpatizantes en la calle, a la usanza de los viejos barones políticos que ya no se ven.

Acaso porque muchos de esos simpatizantes lo vieron crecer recorriendo las calles de Sincelejo como mototaxista, acaso porque a él no le duele repartirle a cualquiera de ellos plata o hacerles favores, acaso por ambas cosas, en algunas vecindades humildes lo sienten como propio y no le llaman “doctor”.

“Mira Yaho, Yaho, necesito que me le des el impulsito para la hija mía en la universidad”, le dice un señor de aspecto humilde que se asoma a la camioneta que hizo un pare en una esquina. “Mi hermano, me muestras las pruebas y yo la oriento”, responde el Representante.

“¡Ya no contestas el celular!”, le había gritado la señora dueña de un estanco minutos antes. “¡Mi vida!, encerrado en el mundo, pero te prometo visita esta semana. Te lo prometo. Si no vengo acá, no votes nunca más por mí”.

Fiel a ese talante de hombre orgulloso que le conocen en Sucre, Acuña habla duro para que lo escuchen y ostenta esa sintonía que tiene con la gente en la calle.

“Tú te vas a dar cuenta cuando yo me baje a votar. ¡La gente se atiborra a mi alrededor! Y yo puedo… mira, tu escoge el lugar y yo me bajo. Donde tú digas. Y vas a ver la reacción de la gente. Tú me dices ‘pare, pare, pare aquí’. Yo soy un hombre representativo que Dios usa, temeroso de Dios. ¿Ve usted mi pecho? Mire, estas son mis joyas”.

Me muestra algo que se me parece a un escapulario.

Esa es la explicación que da a su fenómeno. (“¿Cómo no se va a notar la actividad política de nuestro movimiento, que es el movimiento que más votos ha sacado en la historia de este departamento?”). Que Dios lo usa y que la gente lo quiere.

“Dile lo que tú haces, Yahir”, interviene en la entrevista desde la camioneta el amigo que lo acompaña. Y prosigue: “Yahir va por la carretera, ve a un señor en un burro, para y le da 50 mil pesos”.

“Mira yo voy en la carretera, hacia Barranquilla, hacia Santa Marta, y yo veo a una persona, la veo con su familia en un rancho, y me bajo de mi carro y le digo ‘voy a diezmar’, porque para que tú lo sepas yo diezmo de mi salario para la obra de la iglesia católica. Y mi esposa, que es cristiana, diezma pero para la iglesia cristiana”.

Eso sí, Acuña no pierde ocasión para dejar claro que sus dádivas no son a cambio de votos. Cada rato detiene la camioneta junto a simpatizantes suyos:

– ¡Qué hubo sinverguenzas!

– Tira la liga (ayuda).

– Erda, mi hermano, hoy no se puede, tú sabes que hoy no se puede, visítenme en mi casa, ustedes saben que en mi casa siempre me encuentran, pero el día de las elecciones… ¿A alguno le he comprado el voto?

– No, nada, tu tiras pa la gaseosita y ya.

Arranca. “Mira, ahí hay mototaxistas con camisetas de la Selección Colombia”, me dice. Nos acercamos a una de las esquinas de la Plaza Majagual de Sincelejo, en donde reposan debajo de un árbol unos 10 ó 12 mototaxis. Acuña abre su puerta.

– ¿Qué más muchachos, cómo están? Por ahí van a traerles los refrigerios.

– Yaho, mi papá te mandó a decir que necesita hablar contigo una cuestioncita.

– Me lo saludas y dile que vaya allá. Dile que vaya y me visite. Oigan muchachos, ¿a cuántos de ustedes les di plata para que votaran por Santos?

– ¡A ninguno!

– Bueno, luego nos vemos. Ni siquiera tienen para el refrigerio.

Arranca. “¡No saben que viene alguien de La Silla Vacía conmigo!”.

Que no se comprometió a ponerle 150 mil votos al Presidente, responde ahora.

“Sería incapaz. Yo no tengo borregos. Yo sencillamente tengo un electorado que cree en mí, pero no lo tengo encerrado en un corral… Y es que los votos son personas, las personas son mentes, las mentes son cerebros y los cerebros son entidades pensantes autónomas. Realmente lo que trato es de convencer con mis ideas al mayor número de personas. Ojalá pudieran ser un millón, ojalá pudieran ser dos millones”.

Que lo hace por la paz, prosigue. “Esto es un tema de todos, la paz es un tema de todos. Y todos, peñalosistas, petristas, la gente de Clara López, inclusive la gente del candidato Zuluaga, de donde me han invitado a estar con él, y de la doctora Marta Lucía, creo que nadie puede desconocer que el proyecto que más ha estado cerca de un acuerdo de paz sin desmilitarizar un milímetro de tierra es el del presidente Santos. Yo creo que vale la pena y te regalo una frase: ‘Nunca ha habido una buena guerra ni una mala paz’. Creo que Mahatma Gandhi decía, si mal no preciso, que no se hace camino con la paz sino que la paz es el camino, creo que es algo así parecido la frase correcta”.

En minutos llegaremos al barrio Uribe Uribe, en la zona sur de Sincelejo, en donde nació Yahir Acuña. Ahí entenderé por qué conoce tanto las necesidades de sus seguidores.

Acuña es sincelejano, de padre magangueleño, nació en un hogar de tres hermanos (Osnar y Osnardy se llaman los otros, nombres que unifican el Óscar y Narda de los padres) en el que la mamá aportaba dando clases en la Escuela Urbana El Progreso y el papá era comerciante informal.

Ni siquiera sus críticos más acérrimos desconocen que el político emergió del propio suelo y en Sincelejo gente que lo conoció cuenta que tuvo una niñez plagada de carencias y que llegó a pasar hambre.

La casita era de palma y la calle de polvo, pero ahora lo que se ve es una vivienda de material y una vía pavimentada en donde los vecinos saludan al Representante como si fuera un hijo más.

Todavía pequeño, su familia se mudó al barrio de estrato medio y popular La Selva en donde pusieron una tienda y el niño Yahir tenía un puestico ambulante de dulces que en la Costa se conoce como chaza. “A los 10 años estudié en el Colegio Araújito, ahí en los recreos me leí el libro, original, no el resumen, Cien Años de Soledad. En los recreos, porque no teníamos dinero para comprar el libro”.

Su atípicamente ascendente carrera política comenzó en el 98, como estudiante de ingeniería civil y líder estudiantil de la Universidad de Sucre, a donde asistía en alternancia a su trabajo como mototaxista.

Pocos años después, conoció al entonces gobernador Salvador Arana y varios informes de prensa dan por hecho que él fue uno de sus padrinos políticos y que es el padrino de bautizo de su hijo, también llamado Salvador.

Acuña me niega todo ahora, dice que a Arana (quien paga una pena de 40 años por sus relaciones con el paramilitarismo) lo conoció porque “yo era miembro del Consejo Superior como representante de los estudiantes y Salvador Arana era el presidente del Consejo Superior como Gobernador que era”.

También dice que, ya en su época de concejal, lo conminó a entregarse a la justicia cuando Arana se encontraba huyendo. Su hijo Salvador, prosigue, no podría ser ahijado del delincuente porque no ha sido bautizado debido a que Acuña y su esposa profesan religiones distintas y están esperando a que él cumpla los 18 años para que decida el credo que seguirá.

En Sucre, cuatro políticos veteranos consultados por aparte, que pidieron las reservas de sus nombres, me han asegurado que Arana ayudó a llegar a Acuña al Concejo.

El paramilitar conocido como Diego Vecino, comandante del bloque Héroes de Montes de María, declaró en una de sus versiones libres que el entonces concejal los había ayudado a infiltrar la Universidad de Sucre. Por esto Yahir Acuña es investigado por la Corte Suprema, pero a ese proceso prefiere no referirse para no violar la reserva sumarial. “Tengo absoluta tranquilidad jurídica”, remata y recuerda que la Corte se abstuvo de dictarle medida de aseguramiento.

“Con la modestia del caso”, Acuña me cuenta ahora que en la universidad caminó de abajo hacia arriba: primero fue representante del comité curricular, luego presidente del Consejo Directivo Estudiantil, después cofundador de la Asociación Colombiana de Estudiantes Universitarios y más tarde miembro de los consejos académico y superior.

En 2004 llegó al Concejo, después a la Asamblea por el partido conocido entonces como Apertura Liberal y, según la revista Semana, su candidatura recibió el apoyo de Aposucre, una empresa vinculada a la empresaria condenada por homicidio Enilce López.

En 2010 se iba a lanzar a la Cámara por el viejo PIN, pero renunció a esa aspiración argumentado falta de garantías y la realidad más allá es que Álvaro ‘el Gordo’ García no quiso darle el aval. Entonces nació una rivalidad política entre ellos dos que, por ahora, va ganando Acuña.

Cuando ese año logró una curul a la Cámara por las negritudes bajo el paraguas de un movimiento llamado Afrovides y con una votación llamativamente alta de más de 40 mil votos (cuando en 2006 la pesista olímpica María Isabel Urrutia había logrado la misma curul con apenas 7.500 apoyos), el periódico El Tiempo advirtió que con Acuña había llegado al Congreso una ficha de ‘La Gata’. Fue publicado también un artículo en El Meridiano de Córdoba en el que el Representante asegura “Soy amigo de ‘La Gata’, ¿y qué?” (aunque él advierte ahora que nunca dijo esa frase).

Lo que dan por hecho personas conocedoras de la política en Sucre que jamás se atreverían a decirlo en público es que entre ‘La Gata’ y el exsenador y parapolítico Juan Carlos Martínez financiaron esa aspiración.

¿Cuál es la relación con ellos? “Míreme a los ojos cuando me pregunte eso”, me pide Acuña viéndome por el retrovisor de su camioneta y contesta inhalando profundo antes, como si estuviera cansado de contestar lo mismo siempre.

“Yo fui representante a la Cámara por comunidades negras y al lado mío se sienta un muchacho que se llama Heriberto Arrechea, que es del grupo político de Juan Carlos Martínez. Heriberto Arrechea es mi amigo y como yo andaba pa arriba y pa abajo con él me engancharon a Juan Carlos Martínez de jefe. ¡Qué negocio bonito el mío!”.

“(Enilce López) es de Magangué, mi papá es de Magangué, devoto de la virgen de La Candelaria, mi familia es magangueleña y allá todo el mundo sabe quién es Enilce López. Nunca me ha dado un peso. Ya, eso es todo, ¿qué más te puedo decir?”.

Salvador Arana no es cercano suyo, pero vive en una elegante vivienda en el barrio Venecia que era de su propiedad, le digo. “Coincidencias”, responde y retoma lo que ya ha dicho varias veces públicamente: que se trata de una casa que está pagando a 15 años al Fondo Nacional del Ahorro. Reflexiona:

“Si tu haces un estudio de quiénes vivieron en el terreno donde tú viviste tal vez te puedas encontrar que vivió una tribu de los Caribes y que masacraban gente ahí. Allá en Cartagena. Tu eres de Cartagena, ¿no?. En las murallas asesinaron a Benkos Bioho, pero eso no quiere decir que por ahí la gente no pueda pasar. Lamentamos mucho la muerte de Benkos y creo que fue un aporte para salir de la esclavitud total, pero el hecho de que alguien haya vivido ahí no quiere decir que ese alguien te regaló el apartamento. Yo lo estoy pagando. Pago seis millones y pico mensuales. Y tengo que pagarlos porque si no, hay atraso, me arrebatan el bien y me sacan”.

Por todas estas sombras a su alrededor, y a pesar de todo su poder, se trata de un personaje con el que pocos se tomarían una foto para ser publicada. Al menos, eso dicen algunos congresistas regionales en Bogotá. El liberal electo Mario Fernández, por ejemplo, me había dicho en grabación hace unas semanas que le había molestado la escena de la reunión con la campaña Santos en la que Acuña había detallado sus posesiones en Sucre.

“Se supone que el compromiso era hacer campaña con la Unidad Nacional, por eso cuando me fui formalicé mi querella ante un miembro de la campaña”, fue su afirmación exacta que salió publicada.

La anécdota viene a cuento porque por el camino nos lo encontramos. Yahir Acuña anunció el encuentro:

– Ah vea usted decía en uno de sus artículos que el senador Mario Fernández se había bajado de la tarima (con Vargas Lleras) porque no quería acompañarme. Aquí está Mario. Ven, bájate. ¡Mario Alberto! Mario Alberto, tu que eres mi amigo… ¿Somos amigos?

– Sí señor.

– ¿Usted se bajó de la tarima porque usted no quería compartir tarima conmigo?

– Yo no me bajé de la tarima.

(El artículo no dice eso, le corrijo a Acuña)

– ¿O usted se mantenía distante de mí porque… ¿usted y yo somos amigos?

– Total, yo nunca lo he negado.

– Mario y yo somos amigos, nos saludamos hasta de beso, otro mito que te maté. La gente crea mitos urbanos.

Se abrazan. Se besan. Hablan unos pocos minutos discretamente en voz muy baja. Se despiden. Y el recorrido continúa.

“Es más, si Antonio Guerra (otro senador sucreño, él sí, quien se bajó de la tarima en el evento de Vargas Lleras en Sincelejo) se bajó de la tarima, venía de almorzar conmigo en Tolú para que sepas. Conmigo y Vargas Lleras en Tolú. Antonio es mi amigo, yo soy amigo de Antonio. Yo no creo que él haya dicho ‘yo no comparto tarima con ese monstruo’. Yo soy un político como cualquier otro”.

***

El padre de Acuña, el comerciante Óscar Alfonso Acuña Pabuena, nos recibe en su modesta casa de La Selva (de material, ningún lujo, sin cielo raso, con algunas paredes en obra negra y un afiche pequeño de Santos en una de sus puertas). Es una visita de cinco minutos para que yo conozca la casa en la que creció el político. “Esta pared la mandó a rellenar la mamá hasta arriba porque por aquí se volaba para comerse las cosas de la tienda”, me cuenta el hombre al que rápidamente se le humedecen los ojos de la emoción y quien sacó 780 votos a la Cámara hace dos meses, en la lista del Partido Conservador.

Ya es mediodía y la jefe de prensa le recuerda a Yahir Acuña que debe ir a votar. Será en el colegio Los Leoncitos.

Alcanzo a preguntarle por las dos curules afro que se ganaron fichas de él a través de una fundación llamada Funeco. Niega que María del Socorro Bustamante y Moisés Orozco (los dos representantes electos de negros que no son negros) sean sus fichas y dice que aunque ha hecho política con ambos, ellos mismos gestionaron sus avales.

Lo que me dijo en grabación a mí Diego Angulo, quien aspiró a una de esas dos curules por el movimiento de la exsenadora Piedad Córdoba, es que Yahir Acuña le había dicho en un encuentro informal en el Puente Aéreo de Bogotá que esas dos candidaturas de Bustamante y Orozco eran suyas.

“Lo que le dije es que con ambos he hecho política”.

No fue la única polémica de las pasadas legislativas en la que sonó el nombre de Yahir Acuña, quien en un hecho sin precedentes para un aspirante a la Cámara (lo normal es que pase al contrario) le puso votos a siete senadores aunque él dice que son más. A la del whiskey me respondió que es falso y que es abstemio.

La Procuraduría solicitó la pérdida de su curul por una de ellas: su supuesta doble militancia al haber aspirado por un partido llamado 100% por Colombia cuando su curul pertenece a Afrovides. Lo que pasó es que Acuña dividió Afrovides y se quedó con su organización política mientras que el movimiento social presentó una lista a la Cámara por las negritudes. A la organización política, el Representante le cambió el nombre por el de 100% y puso a varios familiares y cercanos suyos a dirigirlo. Lo convirtió en su partido de bolsillo. En sus palabras, no hay doble militancia sino el cambio de un nombre. Pero el Ministerio Público cree lo contrario.

Paradójicamente y a pesar de haber arrasado en Sucre, 100% no pasó el umbral de votos nacional que necesitaba para seguir conservando su personería jurídica. Por eso el poderoso cacique Acuña, aunque tendrá credencial en el próximo Congreso, se quedará sin partido político y tendrá que buscar uno nuevo.

¿Será Funeco, el de sus aliado María del Socorro Bustamante y Moisés Orozco? “Cada día trae su afán”, me responde.

Casi llegamos a Los Leoncitos en donde Acuña votará sin adeptos alrededor porque la Policía no los dejará entrar al puesto de votación.

El afán, por ahora, es la paz que le ofrece el presidente Juan Manuel Santos. Si gana.

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