El pasado que añoramos

Sobre la justicia sí que es difícil escribir por varios motivos. Pero ahí voy, por encimita. ¿Presos políticos en Colombia? Al parecer sí los hay, como también, la manera de diferenciar entre culpables. Para muchos son injustificables las condenas y persecuciones contra funcionarios de Uribe o individuos políticamente opuestos al Presidente. Prójimos que no asesinaron ni secuestraron ni dinamitaron pueblos ni oleoductos ni violaron ni cultivaron coca, gente que solo quiso defenderse dentro de la democracia, mientras a la vez Santos adelanta conversaciones con guerrilleros, al parecer tendientes a perdonarlos o a premiarles su violento accionar.

Del gobierno de Uribe, sí que abundan presos o perseguidos políticos: Sabas Pretel; María del Pilar Hurtado; Diego Palacio; Bernardo Moreno; Eduardo del Castillo; Jorge Mario Eastman; Óscar Arboleda; Luis Alfredo Ramos, lleva dos años con detención ¡sin ser juzgado! Y ahora el testigo principal dijo que había mentido. Andrés Felipe Arias, con asilo político, el acoso a David Zuluaga por la supuesta influencia de un hacker, personaje que en internet aparece en fotos con un actor del alto gobierno. Y Ahora, el periodista Ricardo Puentes M., quien apoya la defensa del coronel Plazas, investigado por publicar datos de pagos a funcionario oficial. En internet circulan versiones sobre el pago de $700 millones de Santos al señor Montealegre por tres meses de trabajo en asesorías a la Presidencia y dos meses después pasó a ser Fiscal General, y de quien se dice que es muy “condescendiente” con las Farc…

La Fundación Lazos de Dignidad y la revista Kabina K, afirman que es evidente que en Colombia se persiguen conductas descritas como delitos políticos y conexos. La lista es grande. La paradoja es que le niegan su calidad de actores políticos a los opositores.

En cuanto al narcotráfico, algunos hablan de las incoherencias de Santos relativas a la lucha contra las drogas. El Mundo le critica que haya hablado del éxito en la lucha contra la producción y tráfico de drogas, mientras la Casa Blanca cifra en 39 % el crecimiento en 2014, además de otros datos que muestran que sí ha habido aumento del narcotráfico de las Farc. Y la suspensión de fumigar con glifosato, apoyada de inmediato por las Farc, un fumigante que se usa en casi todo el país en diferentes cultivos legales, sin que haga el daño que las Farc alega. A Santos se le critica su apacible respuesta a los ataques de las Farc y se dice que las Fuerzas Armadas están desmotivadas. Al tiempo se tilda de floja la respuesta del Gobierno a Venezuela por apropiarse de aguas en disputa.

Y sobre el derroche oficial, hay poco que añadir. Día tras día vemos en sus medios y en la publicidad general la masiva campaña alusiva al maravilloso país que nos muestran, al mismo tiempo que nos cuentan sobre los mágicos tours presidenciales, acompañado de amigos. Como escribió José L. Jaramillo: “Presidente, no engañe al pueblo colombiano, ilusionándolo con una paz imposible. Las Farc solo quieren el poder total: armados sin límite… hoy su Gobierno los defiende, pretende darles amnistías de toda clase y les busca penas irrisorias mientras ellos no muestran ningún arrepentimiento y por el contrario, lo descalifican…”. ¿Llegará el día en que Santos acepte que la mayoría de los colombianos no quieren el tipo de paz que le entrega el país a las Farc? Cuando esa fecha llegue, él contará con el respaldo de toda la nación, menos el de los 7 mil guerrilleros. Y 47 millones que lo apoyaremos para su anhelado Nobel.

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