El poder para qué

“El objetivo de la política es el poder, el objetivo del poder es gobernar, el objetivo de gobernar es mostrar el camino hacia adelante, aunque este sea impopular”. Con esta frase resumía un ministro europeo, la razón por la que las democracias requieren de un fuerte liderazgo para poder funcionar y no fracasar. Es este el ingrediente político del cual carecemos en Colombia. Hace unas décadas renunció la cúpula del Politburó Húngaro, y la de Alemania del Este. Los historiadores relatan que todos caminaban cabizbajos en silencio vestidos de negro, con sombrero parecido al de Humphrey Bogart. Presentaron renuncia a sus cargos al ver que su liderazgo estaba de capa caída llevando a sus países al desconcierto, y al borde del abismo. Así deberían renunciar en actitud de dignidad, el politburó de la política colombiana recluida y apeñuscados en la casa de Nariño, como se encuentran las Farc cómodos en La Habana, protegidos por el gobierno mientras en Colombia matan soldados y policías, reclutan niños para la guerra, y cobran extorsión de ganaderos de Arauca en Venezuela.

Es bien conocido que los líderes nuestros no son homogéneos, como los comunistas susodichos, que después de cuatro años de gobernar unidos vacilante terminaron pareciéndose entre sí: Samper, Santos y Gaviria. Son estos de diferentes estaturas, unos gordos y otros flacos, unos altos y otros bajos. Algunos con bigote, otros con patillas blancas, unos de provincia y otros de la capital. Algunos con mundo y otros sin él, estos cultos, aquellos incultos y desleales (como los conservadores que abandonaron a Martha Lucía Ramírez, por un plato de lenteja), los menos, honrados, los más, corrompidos, todos ricos ahora, unos de cuna y otros por el ejercicio continuado de la corrupción, pobres de espíritu y escasos de visión, hombres que confunden la mal llamada “clase dirigente”, mejor dicho la cúpula de ella, y que se asemejan entre sí por sus defectos.

En su paso por el Estado, el politburó colombiano ha ido coleccionando medallas y deshonores. La primera verdad que dicen y casi la última es aquella con la que siempre se acepta el cargo “para el cual inmerecidamente fueron nombrados”. Como en la célebre figura del Pacheco, de Eca de Queiroz, con sus grandes facultades mentales que se quedan siempre inéditas, con su inmenso talento encarcelado dentro del cráneo, como en el cofre de un avaro. Luego del primer cargo inmerecido, siguen: las alcaldías, las secretarias, los concejos, viceministro, ministro, gobernador, y embajador. Nuevamente ministro, dos, tres, veces. Nuevamente embajador, dos, tres, con Mercedes Benz a bordo. Presidente de la Cámara, Presidente del Senado, ministro delegatario, designado. Presidente y expresidente. Profesión final: Burócrata sin ánimo de retiro. Estos hombres peculiares, del politburó de la casa de Nariño, viven aferrados al poder como a una droga que los esclaviza. Esta es la estructura del poder al que Darío Echandía nunca le encontró explicación, al preguntarse: “el poder para qué”. El poder es para poder le respondieron a Echandía el 9 de abril de 1948.

Es indudable que el politburó colombiano ha fracasado en su misión. El país se desbarata mientras los hombres vestidos de negro, con sombrero de Humphrey Bogart, ahora con escolta de motos fosforescentes, siguen madrugando a sus escritorios después de haberle explicado a la WU de Julio Sánchez Cristo, que nada es culpa de ellos. Porque todo es culpa de los otros: la violencia, la inflación, el desempleo, el tráfico, las Farc, el invierno. Ante el formidable desafío de nuestra existencia, la clase dirigente no da respuesta, y los jóvenes atónitos se preguntan. Toynbee, advirtió que así morían los pueblos que resultan inferiores a su destino. ¿Qué nos queda de este panorama de angustia? Elegir un nuevo Presidente. A Martha Lucia Ramírez: mujer valiente, inteligente, honesta, y con experiencia. O- a Oscar Iván Zuluaga, que a pesar del contubernio entre la Fiscalía, los medios bogotanos, y la campaña Santos para atajarlos, están preparados gobernar con carácter, para una época de falta de liderazgo. Para que no nos preguntemos más: ¿El poder para qué?

Share on facebook
Facebook
Share on google
Google+
Share on twitter
Twitter
Share on linkedin
LinkedIn

Buscar

Facebook

Ingresar