El presidente ha desaparecido

Puedes engañar a todo el mundo algún tiempo. Puedes engañar a algunos todo el tiempo. Pero no puedes engañar a todo el mundo todo el tiempo. Abraham Lincoln

El título no es un comentario sobre Juan Manuel Santos, sino una apreciación de la reciente novela de Bill Clinton y James Patterson afamado escritor de novelas de suspenso, o ‘thriller,’ como dicen ahora. Y hay que decirlo: es una excelente novela que deberían leer quienes se interesan en la psicología, la política, el origen de ciertos esquemas de desinformación, y cómo un expresidente, Bill Clinton, adopta un nuevo modo de defensa de su ‘legado’ e influencia: la ficción. Es decir, es un retrato del ego de ciertos presidentes.

Para dilucidar la importancia humana de este nuevo ‘reality’ recordemos lo que decía Hermes Trismegisto y que algunos llaman ‘Principio de correspondencia’: como es arriba es abajo; como es adentro es afuera. Queriendo decir que todo lo que ocurre en el mundo material es un reflejo del mundo espiritual; y desentrañando el mundo interior de las personas podremos comprender sus posibles actos externos. Lo anterior, desde luego, se aplica a cada uno de nosotros. Por lo tanto, al placer de leer y disfrutar la novela se añade el reto de dilucidar sus motivaciones para escribirla.

Lo primero que me llamó la atención de la vida de Clinton fue su obsesión con Kennedy. El 24 de julio de 1963, de 16 años, estrechó manos en su visita a la Casa Blanca, como senador de la Nación de los Niños, para conocer al presidente John F. Kennedy. Más adelante escribiría: “En algún momento de mi decimosexto año decidí que quería estar en la vida pública como funcionario electo. Me encantaba la música y pensé que podría ser muy bueno, pero sabía que nunca sería John Coltrane o Stan Getz. Estaba interesado en la medicina y pensé que podría ser un buen médico, pero sabía que nunca sería Michael DeBakey. Pero sabía que podría ser excelente en el servicio público”. La otra persona de influencia fue Martin Luther King cuyo afamado discurso “I have a Dream” memorizó y todavía recita.

El héroe ficticio de la novela, el Presidente Duncan, es un héroe de guerra, torturado y triunfante, como se ha convertido Kennedy con su muerte; el real, Clinton, evadió el servicio militar. El ficticio es un esposo dedicado, célibe, después de la muerte de su amada esposa; el real está muy lejos de esa virtud y su esposa vive; el ficticio elude al Servicio Secreto por una causa noble; el real se le pegaba sus escapadas al Servicio Secreto; el ficticio busca un traidor en la Casa Blanca que en la vida real son aliados y al descubrirlos los castiga; pero en la realidad ‘el topo’ fue un agente de El Mossad que el Servicio Secreto olfateaba durante el escándalo Lewinski. No se le siguió buscando, pues amenazaron los israelíes con revelar el affaire. Por eso Clinton dio explicaciones sobre su conducta inapropiada para quitarle poder al chantaje que ponía en riesgo la seguridad nacional. (Ver: “Mossad ? La historia Secreta” de Gordon Thomas, renombrado periodista y escritor.) El discurso final de la novela nos recuerda el ‘sueño’ de Martin Luther King. ¿Pero cómo, ese presidente ficticio se ve premiado con un alza en la popularidad para volverse creíble? Mediante la acción heroica de salvar a EE UU de un ataque cibernético que lo destruiría totalmente. En la realidad la verdad es que a diario lo están salvando un montón de hackers y expertos anónimos. ¿Qué busca Clinton con la novela?

Obviamente ser admirado. ¿Pero cuál es su intención política? Debido a que en el siglo 21 hay una sólida y crítica opinión pública norteamericana, promovida por los medios, su intención es decir desde la ficción lo que no puede o no quiere decir a partir de la realidad; pero no todo. Quiere hacer creíble y deseable la administración de los demócratas con un ficticio presidente heroico. Ahí entran en juego los mecanismos sicológicos inconscientes, que catalogarían esta estrategia como propaganda subliminal de gran calado social: el héroe demócrata, como Kennedy, que en cierta forma se oponía al ‘establishment’ cosa que también intenta hacer Trump, pero en el que triunfa el heroísmo de alguien querido y con pinta, parecido en su juventud a Kennedy. (Ver: El discurso ¿que hizo que mataran a Kennedy? | La mentira está ahí…)

Si buscamos un equivalente de la ficción ‘clinteana’ en la parroquia colombiana tenemos a un presidente que montó todo un escenario ideológico y político para un resultado incierto o ficticio. Con la confusión creada tenemos una mejor posibilidad de evaluación cuando utilizamos los mecanismos de engaño de la ficción política; pues ese paradigma, como forma de arte, pone suficiente distancia entre el lector y la realidad para eliminar el ruido ? y hay mucho ruido en la política ? y nos ayuda a considerar la naturaleza real del razonamiento involucrado, desde una perspectiva más clara. ¿Sabía usted, querido lector, que uno de los métodos de entrenamiento de la CIA, FBI, Servicio Secreto, es estudiar situaciones ficticias pero posibles, y novelas de espionaje para adelantarse a la mentalidad criminal?

Un ejemplo literario para poner en evidencia a un presidente mentiroso es el que sigue. La expresión metafórica de Monseñor Rubiano sobre Samper y los dineros del narcotráfico en su campaña: “es imposible que no haya visto un elefante en el jardín de la casa” hace referencia a una verdad evidente que quiere ser ignorada para que pase inadvertida. También se aplica a un problema o riesgo obvio que nadie quiere discutir. Y la cosa no vino del cacumen de monseñor, sino que se refiere a la expresión inglesa: “elephant in the room.”

De la misma forma, vemos hoy un gigantesco ‘mamut’ en la sala política del país develado por Roberto Prieto con las explosivas conversaciones del amigo del presidente Santos filtradas por la W en el programa de Vicky Dávila el 6 de julio de 2018 de la que hay un excelente análisis de La Silla Vacía en “Las cinco cosas que revelan los audios de Prieto.” Ver, además: “Roberto Prieto: Hay que salvar al Presidente Santos.” “Las explosivas conversaciones de Roberto Prieto con Santos y su gobierno” “Exclusiva: La conversación de Santos con Roberto Prieto sobre entradas de dinero a campaña.” “Congreso debe iniciar juicio contra Santos: Pastrana.” “En otro país, el presidente habría renunciado: Ernesto Macías sobre grabaciones de Prieto.” Y aquí no caben las excusas que utiliza Clinton en su novela de que muchos de ciertos rumores incómodos de su administración eran inventos de la prensa. Además, en esta comparación de situaciones Roberto Prieto quiere ser el ‘salvador’ de Santos, como Clinton lo sería de EE.UU en su ficción. En respuesta a todo lo anterior, Santos se victimiza y dice que al contrario de los que han recomendado sus abogados, no ha demandado a nadie por todas las ‘calumnias’ que le han hecho. Algo para los estudios sicológicos.

Y como el del Presidente Santos hay otros ‘mamuts’ que muchos no quieren ver: El riesgo Venezuela, los asesinatos de los llamados líderes sociales, la politización de la justicia, etc. porque para ellos tienen una explicación universal: Uribe, que, como la ficción política, se puede utilizar como un arma de desprestigio porque ya se ha hecho un trabajo sistemático de construcción desestabilizadora de mentiras por parte de sus enemigos. Pero la voz de Prieto no es ficción.

¿Cuál es la ventaja de la ficción como estrategia política? La utilizaron los escritores franceses del siglo 18 para burlarse de los reyes sin ser decapitados porque puede ser una táctica impune para la destrucción moral sin asumir responsabilidades; o para denunciar una verdad incómoda. En la tradición popular, se dice que la «Cabaña del tío Tom» de Harriet Beecher Stowe endureció la oposición a la esclavitud, ayudando así a poner en marcha la guerra que condujo a su abolición.

Muchos asocian «1984» con la vida detrás de la Cortina de Hierro. Pero si así no hubiera sido cierta esa ‘ficción’ de Orwell, ha impedido que esa deshumanización totalitaria se materializara por completo en la sociedad, ya que habríamos sido advertidos. Por eso me causa sorpresa el que no podamos imaginar que teniendo de vecinos a Venezuela no se crea que el castro chavismo pueda ser una ‘ficción’ posible para Colombia. La novela satírica de Sinclair Lewis “It can’t happen here” escrita en 1935 muchos la ven hoy como un vaticinio de la llegada de Donald Trump al poder. Y ni hablemos de Julio Verne que predijo el alunizaje y la invención del submarino en el siglo 19.

En el caso Clinton, cuando se mezcla una ficción con algo que pudo haber sido real, pero que no se sabe con certeza, queda la duda. Y la duda impide llegar a juicios definitivos sobre una persona o situación; puede favorecer aquello que de manera espontánea desean las personas o a quienes simpatizan con alguien, el presidente. Eso ha pasado en Colombia con el tema de la paz. Hay dudas. Porque no sabemos con seguridad qué es verdad, qué es posible, cuál es la motivación real, qué acuerdos secretos existen, en quién se puede confiar, etc., existiendo, además, algo que se llama legalidad jurídica que puede ser manejado para favorecer o castigar, según las conveniencias o circunstancias. Y todo ese universo de incertidumbres se le ha llamado de manera ficticia ‘negociación’. Eso intenta hacer Clinton con la opinión pública norteamericana para reencaucharse después de su fallido intento de llegar a la presidencia en cuerpo ajeno; y Santos y las Farc para llevar a cabo objetivos que desconocemos. Ese es el papel de ‘una respetable ficción’ en literatura y en política. Lean las dos novelas: la de Clinton y la de la ‘paz’; y comparen con las vidas y actuaciones de sus autores. Sacarán conclusiones sobre qué es real y qué es ficticio. Esta metodología para encontrar la verdad se llama‘un cambio de paradigma’ que no hace daño y ayuda al cerebro contra el Alzheimer.

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