El preso de Nicolás Maduro

En la condena a Leopoldo López la tenebrosa mano de la dictadura actuó con la cobardía propia de la maldad.

Han condenado a un inocente. La jueza Susana Barrientos sentenció a Leopoldo López a pagar trece años nueve meses y siete días en Ramo Verde. Aseguran que al momento de leer la decisión sus ojos buscaban el piso; tuvo miedo de cruzar la mirada con la honestidad que condenaba. Sus vacuos argumentos eran insostenibles cuando los mismos tienen que medirse con la verdad.

Seguramente, le asignaran una pequeñísima celda para regocijar al poder que, desde Miraflores, impone su trampa. La cofradía de truhanes disfrazados de personajes dignos. Reclusorio ocre lleno de miradas con dictadura. Un espacio mínimo para tratar de eclipsar el profundo miedo que sienten por el emergente líder social convertido en la conciencia moral de un pueblo. Buscan que esas gruesas paredes tengan los cromosomas del olvido, que las hojas del calendario sean la manta impenitente de sus huesos en cautiverio. La tenebrosa mano de la dictadura actuó con la cobardía propia de la maldad. Es tan profundo su veneno que ni siquiera tendrán sosiego ni paz en sus almas.

El mundo al revés con sus punzantes dardos de miseria humana. Una jueza que absuelve a narcotraficantes y condena a la gente honesta. ¿Cuál es su historial? En su hoja de servicios está el haber dado libertad plena a Arné Chacón Escamillo, hermano del exministro de Energía Eléctrica, Jesse Chacón, quien había sido imputado por la comisión de aprobación indebida de créditos y aprovechamiento fraudulento de fondos públicos”, delitos que había cometido mientras se desempeñaba como directivo de las entidades bancarias Baninvest, Central y Real. Igualmente defendió a otros banqueros acusados de narcotráfico. Ellos obtuvieron la libertad rápidamente, lograron huir a Estados Unidos gracias a la diligente figura del poder judicial. Ella funciona como una ficha del gobierno que resuelve sus aprietos jurídicos.

En algunas oportunidades se ha dejado ver en actos proselitistas de la revolución, con lo cual es fácil presumir que ella es simplemente un títere que mueven desde Miraflores. En el poder judicial también impusieron la hegemonía ideológica del régimen. No existe una decisión política que no responda al interés del gobierno en sostenerte por siempre en el poder. El adversario de aquellos sabe que acudir a estas instancias es un saludo a la bandera. Son jueces que no responden al Estado de derecho, no privilegian la justicia en sus decisiones. Simplemente proceden al capricho de la revolución podrida. Vivimos dentro de una telaraña de pillajes. El sistema ha construido una estructura donde el malandraje hace de las suyas; sobre esas pérfidas bases sostienen toda esta podredumbre. Todo está infectado con el morbo de una revolución absolutamente delictiva. No existe área del estado que no esté profundamente carcomida por la corrupción. Su perversión profunda destruye conciencias que son irrigadas con el dinero sucio.

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