El retroceso en la educación

No hay duda de que uno de los temas más manoseados por la clase política, sobre todo en esta época electoral, es el de la educación. Y entre los numerosos factores que podrían señalarse como principales responsables de la debacle en los resultados de pruebas que intentan medir la calidad de la enseñanza que reciben nuestros niños y jóvenes, se ha creado prácticamente un consenso en el sentido de que es la calidad de los maestros la que redunda en una buena o mala educación.

Sin embargo, todo pareciera indicar que no son los maestros quienes eligieron adoptar un estilo de formación poco exigente que está llevando a los educandos a unos niveles de mediocridad jamás vistos. Un ejemplo de ello puede sopesarse en un simpático texto anónimo que lleva varios años circulando en Internet, el cual explica de manera ingeniosa la manera como ha involucionado la enseñanza de las matemáticas, lo que es extensivo a las demás áreas.

El autor empieza contando la siguiente anécdota: “La semana pasada compré un producto que me costó 15.800 pesos. Le di a la cajera 20.000 pesos y busqué en el bolsillo 800 para evitar recibir más monedas. La cajera tomó el dinero y se quedó sin saber qué hacer. Intenté explicarle que tenía que devolverme 5.000 pesos pero ella no se convenció y llamó al supervisor para que le ayudara. Tenía lágrimas en los ojos mientras aquel intentaba explicarle, pero seguía sin entender”.

Sin duda, muchos hemos sido testigos de casos similares en donde se pone de manifiesto la incapacidad de resolver problemas matemáticos simples, lo que los expertos llaman ‘analfabetismo matemático’ o ‘discalculalia’, cuestión que está tomando proporciones de epidemia entre las generaciones más jóvenes. Y aunque la discalculalia es considerada como un problema neurológico, resultado de un retraso en el desarrollo general del niño, los cambios en la educación que reseña el simpático mensaje anónimo, deben revelar pistas de lo que está pasando:

“Enseñanza de las matemáticas en 1950: Un leñador, vende un camionado de leña por $100.000. El costo de producción es igual a 4/5 del precio de la venta. ¿Cuál es la ganancia?.

“Enseñanza de las matemáticas en 1970: Un leñador vende un camionado de leña por $100.000. El costo de producción es del 80% del precio de venta. ¿Cuál es la ganancia?

“Enseñanza de las matemáticas en 1980: Un leñador vende un camionado de leña por $100.000. El costo de producción es de $80.000. ¿Cuál es la ganancia?

“Enseñanza de las matemáticas en 1990: Un leñador vende un camionado de leña por $100.000. El costo de producción es de $ 80.000. ¿Cuál es la ganancia? Escoja la respuesta correcta: a) $20.000, b) $40.000, c) $60.000, d) $80.000, e) $100.000.

“Enseñanza de las matemáticas en el 2000: Un leñador vende un camionado de leña en $100.000. Si el costo de producción es de $80.000; entonces, la ganancia es de $20.000. ¿Verdadero (x) o falso (x)?

“Enseñanza de las matemáticas en 2010: Un leñador vende un camionado de leña por $100.000. El costo de producción es de $80.000. Marque con una x los $ 20.000 que representan la ganancia: a) $20.000, b) $40.000, c) $60.000, d) $80.000, e) $100.000.

Todo esto puede parecer exagerado pero no lo es. Hay que recordar que el nefasto sistema de ‘promoción automática’ que el gobierno de Pastrana legó a la administración de Uribe, consistía en que solo se podía reprobar al 5% de los estudiantes de un plantel y promover al resto al siguiente curso así muchos hubieren perdido 7 u 8 materias, de manera que tenemos toda una generación que en buena parte se graduó de bachiller sin haber alcanzado los logros mínimos.

Claro que echarle la culpa a un gobierno no es del todo justo. La verdad es que esa decisión solo terminó por oficializar una tendencia que ha venido haciendo carrera hace rato y que se inscribe muy bien en la teoría del ‘libre desarrollo de la personalidad’, entronizada por la Constitución de 1991 y desarrollada por el magistrado Carlos Gaviria en la Corte Constitucional.

Mientras en los países líderes en educación hay una alta exigencia académica y de todo orden aquí ha hecho tendencia un exceso de liberalidad que conlleva a permitirles a los estudiantes que hagan lo que quieran. Y estudiar no es propiamente lo que más les gusta.

Tampoco se les puede echar la culpa a los maestros y hay que analizar muy bien si el país se va a matricular en otra solución equivocada. En varias ciudades se han dilapidado miles de millones construyendo bibliotecas que nadie visita, colegios “de calidad” que se están cayendo a pedazos y ostentosos jardines para la primera infancia. También se ha sido demasiado dadivosos entregando refrigerios, desayunos, almuerzos, y hasta tabletas y computadores. No obstante, los resultados son precarios, casi inexistentes.

Ahora la solución, que tardará más de una generación en demostrar sus bondades o su fracaso, consiste dizque en reclutar a los mejores bachilleres y pagarles para que se metan a la carrera docente, garantizándoles que cuando terminen tendrán un puesto de profesor muy bien remunerado. Eso suena muy esperanzador pero mientras nuestra sociedad esté gobernada por la frivolidad, el espectáculo, la mediocridad, la falta de valores, poco o nada podrá hacerse. Muchos más logros provendrán de la extensión de la jornada escolar que propone Oscar Iván Zuluaga, para arrebatarle jóvenes a los vicios y a las bandas delincuenciales.

Es urgente volver a lo de antes porque, al paso que vamos, en 2020 el problema matemático no estará preguntando cuánta es la ganancia del leñador sino de qué color es el camión.

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