El sarcasmo del farcsantismo

La traición al mandato popular de Juan Manuel Santos, que se efectuó desde los días iníciales de su gobierno, cuando desconoció su promesa de continuidad de la política de Seguridad Democrática del Presidente Uribe y se embarcó en unos supuestos diálogos de paz con los criminales de lesa humanidad y narcoterroristas de las Farc en La Habana, que en realidad no son diálogos, sino una mesa de cogobierno de facto, en la que los guerrilleros le imponen al gobierno Santos la línea de acción, y pretenden reformar por entero el sistema político económico colombiano, transformándolo de un Estado Social de Derecho, en un régimen autoritario, de índole comunistoide, mal llamado Socialismo del Siglo XXI, está llegando a su culmen.

Éste se escenifica en lo que podríamos llamar un autogolpe del farcsantismo, en efecto, el Ejecutivo está deshilachando la separación de poderes, e imponiendo prácticamente una dictadura, en la que por pseudo medios democráticos y constitucionales, Juan Manuel Santos sanciona las órdenes de las Farc; lo calificaremos de un chavismo light. El difunto  déspota voceaba por tv sus órdenes autoritarias, el sibilino Juan Manuel Santos es mucho más sutil, envía las mismas órdenes, pero por debajo de la mesa, a través de su alguacil Juan Mesa. Por supuesto las órdenes no son tan drásticas ni obscenas, pero en esencia tienen el mismo efecto; así Chávez cierra RCTV, mientras que Santos le impone a Cable noticias la autocensura y le obliga a sacar del aire a personajes incómodos al gobierno como José Obdulio Gaviria y Jorge Figueroa; o sea, la distinción es de grado, pero no de contenido.

El sarcasmo del farcsantismo ronda lo inmensurable: en un principio el régimen se cuidaba de las formas, por ejemplo, obligaba a los parlamentarios, vía mermelada a legislar un marco jurídico de impunidad, o nombraba secuaces de las Farc como los fiscales Morales y Montealegre, pero jamás se extralimitaba en el desconocimiento formal de las leyes.

Esa etapa de comedimiento se acabó, ahora las extralimitaciones están a la orden del día por parte de todos los estamentos gubernamentales, así, el CNE viola jurisprudencia para ejecutar una tenaz persecución contra el uribismo; las Fuerzas militares se doblegan ante el sultán Santos, para tapar los atentados de las Farc y todo el aparato judicial se pone a la orden de Petro y la extrema izquierda para desconocer vulgarmente las competencias disciplinarias del Procurador. El sarcasmo llega a lo inconcebible de la ramplonería: quien pone la tutela y quien la acepta son pagados directa o indirectamente por Petro.

El sarcasmo del farcsantismo es tan descomunal que uno de los voceros oficiosos del gobierno, la revista SEMANA, dirigida por un hijo del cerebro de la mesa de La Habana, Eduardo santos, el periodista Alejandro santos, o sea un mismísimo sobrino del Presidente señala que “ojalá no se presente en el entretanto ningún hecho que pueda afectar la credibilidad del proceso. Un atentado con víctimas civiles”. Pues bien las Farc ha hecho justamente eso: el vil atentado en Pradera, imponía la cancelación del proceso de paz de “ipso facto” como la misma Semana lo reconoce, y la única reacción del gobierno es la insulsa declaración de Juan Manuel Santos calificándola de estupidez. Estúpida es esa declaración y no una reacción efectiva frente al atentado, con lo cual Santos demuestra su atadura total a los criminales de lesa humanidad de las farc.

Así pues que estamos llegando al estado límite de la sostenibilidad democrática en nuestro país, o el pueblo colombiano saca a relucir sus más intrínsecos valores de dignidad ejerciendo un voto contundente por el uribismo en las próximas elecciones parlamentarias, o un Congreso de pacotilla subordinado al sarcasmo farsantista le dará la estocada final a la democracia colombiana, dando paso a una constituyente elegida a dedo para instaurar definitivamente el castro comunismo en Colombia.

Director Editor pensamientocolombia.org

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