El silencio de los inocentes

Alguien decente no podría seguir sesionando como si nada pasara, sentado entre Rojas y Pretelt en un mismo recinto. ¿Qué se hicieron los buenos?

Dos semanas antes de estallar el peor escándalo en la historia de la Corte Constitucional advertí que algo muy feo estaba ocurriendo en el alto tribunal y que si los magistrados decentes no se pronunciaban, pasarían a la historia como cómplices de sus compañeros reprobables.

Tuvimos que seguir ‘jalando’ pitas desde los medios de comunicación para que algunos de ellos empezaran a hablar y ni siquiera así la Corte ha salido adelante en medio de su más dura prueba de resistencia ética y decoro profesional.

Los magistrados nos ofrecieron a los colombianos que contestarían algunas preguntas puntuales sobre los señalamientos que a cada uno de ellos se les hacían en relación con el escándalo de Fidupetrol y el manejo que le habían dado a este tema dentro de la Corte. Se comprometieron, adicionalmente, a publicar las actas de las últimas sesiones de la sala plena y a pesar de que hicieron la pantomima de abrir un correo electrónico para recibir las inquietudes de los ciudadanos, finalmente nunca salieron a hablar como correspondía y sólo unos pocos encararon con posiciones audaces y frenteras la crisis, aunque fuera de puertas para adentro.

La presidenta encargada de la Corte seleccionó dos o tres medios para pronunciarse someramente y en vez de una comparecencia amplia y sin rodeos para acallar los rumores, se decantaron por una lectura destemplada de discursos mal grabados y mal editados que dejó todavía peor parado el máximo tribunal constitucional de Colombia.

Ahora, con el regreso del cuestionado magistrado Alberto Rojas –quien no ha acabado de contarle al país su relación con Víctor Pacheco–, las cosas son todavía más graves y para los que se reclaman inocentes ya no es una opción simplemente quedarse callados.

O dejan que su voz se oiga con toda claridad y si es del caso se marchan con la frente en alto como señal de seria protesta frente a una Corte que se ‘perrateó’, o se quedan ahí validando la presencia de personajes indignos de su toga. Alguien decente no podría seguir sesionando como si nada pasara, sentado entre Rojas y Pretelt en un mismo recinto.

Tristemente, la podredumbre en el sistema judicial es tan absurda, que los buenos no se sienten y no se mueven para hacerse notar. Pasa en la Corte Constitucional y ocurre lo mismo en la Corte Suprema de Justicia, donde un par de magistrados renunciaron aparentemente por su malestar frente a prácticas non sanctas de algunos de sus colegas, pero no han sido capaces de elevar su voz para que los colombianos sepamos realmente qué está pasando en ese otro tribunal.

¿Falta de carácter? ¿Apego al poder?… ¿Qué se hicieron los buenos? es la pregunta sin respuesta aparente que nos hacemos al final.

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