El soberano

Amable lector. Le pedí que esperara un poco, respondió que sí. Mientras deja de llover le voy a contar un cuento: Había una vez un mandatario, de noble cuna que desde niño lo tuvo todo y como ocurre casi siempre, se volvió caprichoso, intransigente y dominante.

Sus más cercanos colaboradores pronto aprendieron a decirle solo lo que quería oír. Al iniciar su reinado, muchos esperaban que obraría con equidad, prudencia y buen criterio.

El tiempo corrió y los súbditos perdieron la ilusión, al darse cuenta de que su mayor interés, era ganarse la confianza de los gobernantes foráneos sin importarle que algunos oprimieran al pueblo. A su manera, él hacía lo mismo.

Desde afuera recibía toda clase de distinciones, honores y trofeos. Y con frecuencia, en compañía de un numeroso séquito, derroche y ostentación, visitaba otros reinos. Allí solía hablar más de lo debido.

En sus dominios, un grupo de bandoleros, durante muchos años secuestró, asesinó y despojó de sus tierras a los más pobres. El soberano anterior, con la ayuda de un ejército numeroso, bien dotado y gran mística, los diezmó.

Todos esperaban que el nuevo soberano pronto los obligaría a rendirse sin ninguna condición, pero sucedió lo contrario. Les hizo saber que en adelante, ellos compartirían su reinado y que sus pretensiones harían parte de la Carta Política.

Según un destacado jurista, el Congreso, gracias a la figura del “fast track”, quedó castrado. Pobrecitos todos, incluyendo a Roy Barreras y Armando Benedetti, menos mal que fue algo voluntario. A partir de entonces un rey nunca tuvo tanto poder ni tan malas compañías. El futuro de esta Nación presagia tiempos difíciles y serán peores cuando el país vecino estalle, algo que no será posible evitar.

Dejó de llover, el amigo se levantó de la silla y dijo que la culpa no toda era de él. También son responsables sus amigos del Congreso y de las Altas Cortes, que sucumbieron, no solo a los halagos del mandatario, sino a las presiones y amenazas de este y de los bandoleros que amenazaron volver al monte. En palabras simples, el Estado sacrificó la justicia por temor a las balas de unos pocos.

Esta Navidad será más tibia y dulce cuando los contribuyentes reciban el hermoso presente de la tercera reforma tributaria y el afectuoso y conmovedor mensaje de la UGPP. Después de leerlo muchos llorarán por largo tiempo.

Los bandoleros, con la inmensa fortuna del negocio de la coca, en las próximas elecciones tendrán el dinero suficiente para que uno de ellos ocupe el solio de Bolívar.

El día de ayer se reunían en el Vaticano el papa Francisco, el presidente Santos y Álvaro Uribe V. Sin conocer a qué llegaron, es fácil suponer que esta partida la ganó el que nunca ha tenido escrúpulos en honrar la palabra. Más de uno está seguro que tampoco les cumplirá a los bandoleros de la Farc. Algún día se irá con sus trofeos y nos dejará solo los problemas que creó.

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