El terrorismo: demencia y cobardía

El terrorismo como arma política destinada a crear el pánico colectivo, sembrando la anarquía y el caos, ha sido desde siempre un crimen execrable y nunca ha conseguido nada distinto que el repudio unánime de la sociedad. Como efecto sistemático solo ha servido como poderoso catalizador para unificar las voluntades y los pueblos afectados.

El cobarde y miserable atentado contra la policía ocurrida recientemente en Bogotá debe ser aprovechado, en consecuencia, por todos los colombianos para redoblar nuestros esfuerzos y propósitos en la búsqueda definitiva de la consolidación de la paz.

No han faltado quienes afirman, y con cierta razón, que este tipo de acontecimientos, solo se presentan en comunidades enfermas, en donde su tejido social está seriamente afectado. Desde luego son muchos los factores que alimentan y posibilitan el quehacer desquiciado de manos criminales. Los más graves son los que han sido producto de una herencia de décadas de esa violencia que ha azotado a Colombia.

El acto miserable contra nuestros jóvenes cadetes de la Escuela General Santander debemos interpretarlo como el campanazo necesario para emprender, sin más dilaciones, la reforma de nuestra justicia. Si bien los éxitos iniciales han sido notables en el proceso investigativo, las graves falencias en la estructura de esta justicia, pueden, infortunadamente, poner en peligro la ejemplar condena de los responsables. Por ello es menester blindar toda la investigación para que se logre el condigno castigo.

Es nuestra obligación colectiva lograr que la juventud pueda encarar su futuro, no solo con fe y optimismo, sino con seguridad para su vida y bienestar. Esa juventud no puede crecer sitiada por el miedo y la incertidumbre. Ese debe ser desde ya, nuestro gran propósito nacional.

Plenamente establecida, como ha quedado, la complicidad y autoría del llamado Ejército de Liberación Nacional, Eln en el sangriento acto de terror, el gobierno está actuando con la necesaria rapidez y contundencia al judicializar a su cúpula, que siempre se ha distinguido por su errática burla de los llamados diálogos de paz.

Al término de la semana que termina ha surgido un “impase2 con respecto al cumplimiento o no de los protocolos firmados en La Habana y todo parece indicar que Colombia (ante la negativa de los garantes Noruega y Cuba) se limitará a dejar que los jefes del Eln, que hoy están en la isla cubana regresen por su cuenta y riesgo. Es de esperar que Maduro no los invite.

Adenda

No sobra recordar que Colombia ha tenido desde siempre una firme y dura actitud frente al terrorismo. Al principio de la década de los ochenta tuvimos el honor y el privilegio de formar parte de la Misión de Colombia que en Nueva York hizo aprobar una resolución de fuerte condena universal a todos los actos terroristas. Esto con ocasión de la toma sangrienta de la Embajada Dominicana en Bogotá.

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