El último gran dictador

Nicolás Maduro es el nuevo dictador del hemisferio. Un represor tan funesto como sus antecesores.

Mirada periférica que muestra turbación. Un tenue reflejo de los temores que lo embargan al saberse inútil. Engola la voz para convencerse de que dentro de esos puños que aprieta existe el poder suficiente para aplastar a quien ose pensar distinto. Toda una iconografía que realza al hombre que un buen día se consiguió con la botella del mago. La última voluntad del moribundo fue entregarle a Venezuela para que sirviera como amo de llaves de la familia Castro. Lo único que tenía que hacer era fingir ser primer mandatario de la nación. Tratar de convencer a sus seguidores de lo acertado de su designación. Una acción titánica para un bufón de palacio. Moviéndose en la bruma de su ignorancia enciclopédica, un protagonista pedestre que entra en la historia como uno de los personajes menos capaces. Sus discursos son ríspidos, carentes del brillo que emana de los cerebros cultivados. Sus planteamientos son tan vacios que cada frase es olvidada automáticamente. Solo tiene un aparato propagandístico gigantesco que manipula la realidad y pinta atardeceres en la penumbra. Con la fuerza suficiente para falsear los hechos y transformar a las víctimas en victimarios. Para ello cuentan con la larga experiencia antillana que lleva más de cinco décadas elaborando fantasías.

Los últimos acontecimientos han destruido el buen disfraz. Algunas elecciones le daban cierta legitimidad al abusivo régimen venezolano. Sobre todo en los escenarios internacionales, en donde siempre se esgrimía que su mandato era producto de la mayoritaria voluntad del pueblo venezolano. Fueron infructuosas las denuncias que se hicieron para llamar la atención sobre lo que ocurría en esta nación secuestrada por Cuba. Por años se revelaron una serie de hechos que mostraban la verdadera realidad nacional. Una hábil campaña para someter países con el chantaje petrolero logró desactivar cualquier iniciativa. El gobierno venezolano compró adeptos en los cinco continentes, fue obteniendo respaldos en diferentes ámbitos del planeta, hasta lograr posesionar a Hugo Chávez como un líder intergaláctico y a su proceso como un modelo para seguir. Los demócratas del mundo fueron dejando en la orfandad al esfuerzo titánico de la oposición venezolana. Cerraron la puerta a indagar en profundidad lo que aquí sucedía. Prevalecieron los negocios sobre la suerte de una nación sometida, ultrajada en su soberanía.

Nicolás Maduro representa el último espécimen de esa fauna de mandatarios latinoamericanos que son un bochorno para el hemisferio. Sus ejecutorias y el afán por perseguir a quien disienta de su primitiva manera de pensar son un sello indisoluble. Nuestros pueblos marcharon en pos de aquellos que los llevaron como ovejas al matadero. Cada uno le colocó su particularidad; sin embargo, existen signos inequívocos de sus actividades. Buscan mostrar poder a través de la represión. Son implacables para someter por la fuerza a todo aquel que no lama sus botas. En la medida en que sus gobiernos avanzan crece el culto a la personalidad, sustituyen a los héroes nacionales para transformarse en deidades escogidas por el Dios eterno. Todo un ardid para ir perennizando un régimen que acorrala. Está prohibido pensar, quien lo haga será defenestrado hasta que sus huesos terminen en la cárcel o el cementerio. Solo pueden existir los descerebrados que repiten los mismos cuentos todo el tiempo. Magnifican los hechos e inventan un enemigo externo que quiere venir a someternos. Ese adversario imaginario es el espantapájaros que rellenan con toda la paja seca disponible. Si la cosecha la devoran los cuervos, ya saben quién es el responsable del desastre. Nicolás Maduro es el nuevo dictador del hemisferio. Un represor tan funesto como sus antecesores…

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