El veneno en las palabras

Raúl Castro le entrega a Maduro sus palabras envenenadas y lo obliga a esperar a Obama en el pasillo.

La Cumbre desnudó las apariencias. Un viejo lobo político como Raúl Castro aprovechó el magnífico escenario panameño para dejar claro que está dispuesto a cruzar el puente que le ofrece Estados Unidos.

Sus palabras elogiosas para con el presidente Barack Obama quebraron la estrategia venezolana; quedando huérfana en las voces de los resentidos de siempre. Que su principal inspiración ideológica llame honesto a quien preside al imperio ─que fueron a denunciar─ les destruyó toda su argumentación.

Sí, el primer mandatario norteamericano es un hombre de buenas intenciones y digno por su origen humilde; según Castro, no es difícil sostener que sus medidas también lo sean. Acciones que incluyen no solo la reinserción paulatina de Cuba, en dirección de un anhelado proceso democrático, sino las tomadas en contra de siete funcionarios venezolanos acusados por corruptos y violadores de los derechos humanos.

Son decisiones dirigidas por el hombre elogiado por el Gobierno comunista al que le colocaron el cognomento de honesto: palabra con un profundo significado en las interrelaciones políticas y de generación de debates. Cuando se cree en la moralidad de alguien es porque se tiene fe en lo que predica. Se reconocen sus palabras como buenas.

Es más, el líder antillano lo exculpó de todas las acciones norteamericanas en contra de su pueblo en cincuenta años; en su discurso hizo un recuento feroz en contra de su poderoso vecino, pero terminó eximiendo al actual gobernante norteamericano de cualquier responsabilidad histórica.

Esta es la verdadera confesión de rendición de un proyecto hegemónico que acepta que fracasó. Reconoció que le costó horas de sueño escribirlo, pero lo hizo como una forma de capitular frente a su verdad.

Es justo allí cuando Raúl Castro le entrega a Nicolás Maduro sus palabras envenenadas. Obliga al mandatario venezolano a aguardar a Obama en el pasillo como un fan enamorado en busca de un autógrafo, mientras él se reúne durante una hora, con el mundo presto a escuchar a estos personajes. Antes había defendido la posición venezolana como un saludo a la bandera. La verdad es que Cuba sabe que Venezuela está arruinada. Por eso busca una salida negociada que les garantice supervivencia. Están dispuestos a discutirlo todo, incluyendo sus duras posturas totalitarias. Si bien todavía lo niegan, solo abonan el terreno para dar el gran salto; ya saben que su pueblo apoya mayoritariamente el acercamiento con los Estados Unidos. Hoy Obama es más popular en Cuba que casi todos sus héroes históricos.

Cuando comience el éxodo financiero del imperio a auxiliar a una economía quebrada se abrirán completamente. Vienen fuertes inversiones con pleno respaldo al ámbito social. Son más de cuarenta acuerdos en los que solo esperan que las viejas estructuras monolíticas del poder cubano puedan ceder para terminar de armarlo todo.

La historia es cíclica. En el año 1986, el presidente de Estados Unidos Ronald Reagan se encuentra con Mijaíl Gorbachov, presidente de la Unión Soviética. Una pequeña casa en ‘villa encantada’ de Holfi Reikiavik (Islandia) sirvió de escenario para dos hombres de proyectos enfrentados. Reagan llamaba a la URSS ‘imperio diabólico’; Gorbachov tildaba de mentiroso a Reagan. Se fueron flexibilizando las posiciones, lográndose que Gorbachov impusiera sus reformas democráticas llamadas Perestroika. Esto hizo que los ciudadanos alemanes derribaran tres años después el muro y acabaran con el comunismo.

Sabemos que Obama no es Reagan ni Castro, Gorbachov. Tampoco vivimos el mismo contexto histórico de la lucha por la supremacía mundial. Sin embargo, el espíritu de cambio es el mismo. En febrero del 2016, Cuba celebrará un congreso para debatir todos los temas. Allí puede lograrse el viraje que termine con la dictadura: la caída de ese muro de intolerancia y persecución.

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