Elecciones 2015: degenerando la política

Las alianzas puramente electorales entre movimientos y partidos hacen perder credibilidad y pervierten la política. El “modelo” colombiano.

Los problemas de nuestra política no se limitan a corrupción; mala gestión pública en departamentos y municipios e influencia del narcotráfico: nos acostumbramos a vivir con un 50% de la población habilitada permanentemente por fuera de elecciones y el fraccionamiento estructural y permanente de los partidos.

Una etapa de la política puede referirse a las maneras de llegar al gobierno. La otra se refiere a ejercerlo. Se suponen ligadas al recoger el sentir de la población en programas e ideas para convertirlos en políticas públicas. Es la función de los partidos. En las elecciones de octubre 800 candidatos se los “saltarán”, y con ello a sus mínimas normas de control y responsabilidad, acudiendo a la recolección de firmas.

El panorama que se puede observar a escasos meses de las elecciones es desolador: partidos y movimientos se agrupan, o no, con la “sola” expectativa de ganar una elección y “hacerse” a los recursos públicos. Quienes formalmente controvierten, a veces de manera “irreconciliable” en los medios sobre las maneras de organizar el Estado, terminan aliados para poner un alcalde o gobernador. El perfil; el programa o el horizonte ideológico no existe: se trata de cogerse un pedacito de poder y punto. Esta forma de pragmatismo supera toda clase de modelos y teorías que sucumben ante la dinámica local. Se trata de ganar. Los “pro hombres” y dirigentes nacionales apenas miran de reojo. Ya ni se sonrojan cuando sus partidos avalan candidatos cuestionados.

Casos como el de Barranquilla, donde Alex Char de Cambio Radical aparece como fijo en las encuestas y será respaldado por el Liberalismo, o Bucaramanga, dónde Cambio Radical apoyará al Liberal Didier Tavera, son una muestra de este pragmatismo a la colombiana, nuestro “tamal” político, con mucha plata y pocas ideas, difícil de entender si se tiene en cuenta que, según advertencia del jefe Liberal Horacio Serpa, tendrán candidato diferente en las presidenciales de 2018, para no hablar de diferencias o similitudes programáticas de las que nadie se acuerda.

En cambio, cada vez más la política se asemeja a cualquier otro tipo de negocio turbio. Para la muestra, la suma que le pidió un líder a un candidato en Valledupar a cambio de su apoyo: $253 millones ¿con cuántos votos le colaborará? ¿Que tendrán que hacer, o hacen, los candidatos ganadores para pagar esa clase de respaldos? Inteligencia; principios; educación; decencia; rectitud; capacidad de servicio etc. sucumben ante estos modernos vendedores de tamales que se jactan de “billetear” a quien sea y recibirlo de quien sea.

Si a nivel Nacional el trasteo de votos le gana la partida a la violencia en el ranking de delitos electorales, en ciudades como Barranquilla los que ponen los buses el día de la elección son los dueños de los votos. Es bien difícil para las autoridades detectar trasteos electorales dentro de las mismas ciudades. Mas difícil contar la plata que pagan a los votantes.

En Bogotá decide la opinión y el asunto cambia un poco : se trata de una competencia mediática para seleccionar candidatos a la que luego se le colgarán, como adornos, propuestas, programas etc. , si es que la idea de hacer una “Vaca”, juntando capitales(¿) políticos, no alcanza ¿Alguien conoce los programas de los diferentes candidatos? La semana anterior, sin que quienes aspiran a la alcaldía se refirieran a ello, la Veedora Distrital Adriana Córdoba recordó, de manera juiciosa, que se debe construir sobre lo construido o, mejor dicho, que quien llegue a la alcaldía debería comenzar por terminar lo que no pudo Petro. Esa máxima puede valer para todo el país. Nadie se toma el trabajo de revisar los programas de quienes ganaron las pasadas elecciones para compararlo con lo que hicieron.

Frente a lo que ocurre ahora se puede decir que el clientelismo, al que se refería Luis Carlos Galán, era un juego de niños. Tiempos aquellos. Con razón al 50% le resulta indiferente o le produce asco esta versión de la política.

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