Elecciones al Congreso: tres opciones

Hoy se sabrá quién es quién en la política colombiana: si una coalición de gobierno denominada unidad nacional o la oposición, encarnada en el Centro Democrático y en un sector mayoritario del Partido Conservador. También se conocerá la fuerza de la llamada izquierda, dentro de la cual hay un sector que practica todas las formas de lucha, eufemismo que se usa para significar que utilizan el constreñimiento armado para impulsar los candidatos de sus preferencias o impedir que la gente vote por aquellos que señalan de enemigos.

Es una contienda desigual en cuanto a uso del poder, recursos, presencia en los medios de comunicación y estándares básicos de ética para hacer política.

La Unidad Nacional, cuyo objetivo es controlar el Congreso para asegurar la reelección del presidente Juan Manuel Santos sufrió un revés en la convención conservadora, como todos sabemos,  porque perdió el control, al menos por ahora, de la dirección de ese partido. Pero este es el menor de sus problemas. Pero en estas elecciones parlamentarias se trata de que, si bien las formaciones políticas se agrupan alrededor de Santos, cada una de ellas defiende sus propios intereses burocráticos y en su interior, los de los dueños de las microempresas electorales que componen sus listas. Esto es así porque de los resultados que obtengan dependerá la magnitud de la mermelada –metáfora usada para describir la cuantía de los dineros públicos, que en dinero y cuotas burocráticas, muchas de ellas ilegales, recibieron del gobierno, a manos llenas,  para asegurar la elección de mayor número de candidatos pro santistas  posible- y hacia el futuro, para que dicha mermelada se convierta en ríos de leche y miel.

Pero como esos partidos tienen listas abiertas, en las que cada renglón es una microempresa electoral que compite con las otras dentro de ellas, lo que se producirá realmente es una rebatiña interna por los votos cautivos a punta de mermelada, que puedan tener. Este fenómeno, de hecho constituirá una debilidad manifiesta frente a la lista cerrada que presenta el principal grupo de oposición del país, el Centro Democrático.  Todo lo anterior sin desconocer que en dichas listas hay personas honradas y respetables, con la carga negativa  de que, si son elegidas, tendrán que votar en el congreso según determinen sus jefes políticos, aliados incondicionales del presidente Santos- porque dichas agrupaciones no tienen un programa político definido que defina su perfil ideológico, sino que su programa es el de estar sometidas al vaivén del querer de Santos.

La consigna de cada microempresa es salvarse del naufragio, no importa mentir y tratar de engañar al país, como hace el senador Roy Barreras, que para confundir a los votantes, saca la conocida cuña “Si usted es del centro democrático, vote por el partido de la U” arrebatando el nombre “Centro Democrático” a la agrupación que lidera el presidente Uribe; o como hace el mensaje institucional en la televisión de esa federación de microempresas electorales cuando plantea que el partido de la U es de Uribe, así con negrillas, para continuar luego, sin formato destacado, con un montón de apellidos. Con esa ética han ejercido en el parlamento y con ella seguirán haciéndolo. Ahí están pintados.

El punto es que el presidente,  sibilino y desleal como es, hará lo que sea  para evitar el naufragio de su candidatura, hasta el punto de que pareciera endurecer el discursos contra su socia, las Farc, consciente de que los ciudadanos, y no sólo los del común, sino los agrupados en gremios como la Sociedad de Agricultores de Colombia, no terminan por aceptar los obscuros acuerdos que se tejen en La Habana; para que luego, si gana -tan seguro como que mañana saldrá el sol- retomar su agenda. Porque entiende que es su única tabla de salvación, pues los colombianos sabemos   que todas sus famosas locomotoras  para llegar a la “prosperidad” han fracasado. Si esto ocurre veremos a los pro habanistas más firmes, convertirse en críticos de las Farc y de los resultados de la negociación, en la campaña presidencial, para convertirse de nuevo en los defensores más destacados del “acuerdo”, si triunfa Santos,  para hacer de Colombiana una dictadura castrochavista (y cuando ello ocurra, serán los defensores del nuevo modelo, si es que antes no los fusilan o expulsan del país).

La llamada izquierda no resuelve su dicotomía frente a la lucha armada, y lo ocurrido en Bogotá señala que tienen los mismos vicios de los glotones que viven  del Estado; que de hecho, son más glotones que muchos de los otros. Y su lista abierta refleja que los jefes no quieren compartir su caudal electoral, porque los votos son suyos, no de la agrupación, que por lo demás carece de un programa propio.

El Centro Democrático, por su parte, tiene un programa claro: negociar con la guerrilla sin impunidad y sin entregar la democracia, recuperar la seguridad del país, impulsar la cohesión social, la confianza inversionista, el diálogo popular y el Estado austero y expansivo en sus obligaciones sociales. Es una lista cerrada, agrupada alrededor de estos postulados encarnados por Uribe, por lo que se votará por el programa que éste representa y allí no habrá cambio de rumbo. Esta modalidad d lista cerrada es un paso gigantesco de la democracia colombiana.

Si yo pensara como el presidente Santos, le diría a los electores ¡hagan sus apuestas! En cambio les digo, voten por lo que dicte su inteligencia, con su mano puesta en el corazón para salvar al país.

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