En La Habana, el cambio genera temores

Israel Rodríguez, un cantinero de un hotel estatal, gastó sus ahorros en construir una mini sala de cine con 36 asientos en su residencia en esta ciudad luego de que el año pasado el gobierno permitió la apertura de decenas de cines de 3-D privados.

No obstante, apenas unos meses después, el gobierno arremetió abruptamente contra los cines, argumentando que la diversión estaba corrompiendo a la juventud. Algunos cubanos especularon que el gobierno temía que los cines privados dejaran vacías las salas estatales e incluso fueran usados para proyectar programación subversiva.

“Si el capitán nos dice que cerremos, cerramos”, dijo Rodríguez esta semana, al recordar un largo proceso de autorización y la importación de costosos equipos. “Sigo teniendo todo allí, como nuevo. Quizás algún día el gobierno cambie de parecer”.

A pesar de las expectativas generadas en Cuba por el inicio de un nuevo capítulo en las relaciones económicas y diplomáticas con Estados Unidos, tras el anuncio la semana pasada de los presidentes Barack Obama y Raúl Castro de reanudar las relaciones congeladas durante 54 años, el pasado revolucionario de la isla comunista sugiere que el cambio aquí será lento.

Sólo tres días después del sorpresivo anuncio, el diario estatal Granma mostró en su portada una foto de Castro dándole un apretón de manos al viceprimer ministro ruso, Dmitry Rogozin, un feroz crítico de Washington.

La visita de Rogozin —quien dijo en Twitter que EE.UU. “sofocará” a Cuba y además ha afirmado que Rusia tiene derecho a anexar Alaska— fue un recordatorio del largo camino que tienen por delante los cubanos que esperan que el acercamiento conduzca a un impulso económico.

“¿Cambio? Tendremos que verlo para creerlo”, dice el taxista Sandalio Gómez, uno de los muchos escépticos sobre que el Estado totalitario se abra repentinamente. “La idea de mejorar las relaciones es buena. Este es un país pobre y nos viene bien la ayuda económica. Pero por ahora sólo podemos tener esperanzas”.

No es fácil que la gente cambie de parecer en Cuba, que en muchas formas parece anclada en otra era. Los edificios destartalados abundan en esta capital, que ha cambiado poco desde que las guerrillas encabezadas por Fidel Castro derrocaron al general Fulgencio Batista en 1959.

El acuerdo de la semana pasada busca que los enemigos ideológicos establezcan relaciones formales, incluyendo embajadas. EE.UU. también permitirá que los residentes estadounidenses cuadrupliquen las remesas que pueden enviar a la isla. Las nuevas reglas también permiten las exportaciones estadounidenses de equipos de telecomunicaciones y agrícolas, así como de materiales de construcción.

Lo que no augura, al menos por ahora, es un cambio repentino al estilo chino hacia mercados más libres o más libertad política, señalan analistas.

“No es realista prever que Cuba se transforme de la noche a la mañana”, señala Emily Parker, autora de un libro sobre el uso clandestino de Internet en Cuba, Rusia y China. “El gobierno cubano (…) reconoce que una Internet libre representaría una amenaza a su control de la información”.

Sólo una fracción de los cubanos tiene acceso a Internet, y muchos son funcionarios del partido o pertenecen a las fuerzas armadas. El gobierno también regula el contenido férreamente.

De todos modos, las iniciativas de EE.UU. podrían impulsar el acceso a Internet, sostiene Parker, y a pesar de los intentos del gobierno para controlar la web, podrían ayudar a los cubanos promedio a acceder a información y darles herramientas para reportar injusticias.

Ismael Pérez, un chofer, se pregunta si los cambios que podrían llegar a Cuba serían buenos para personas como él. Pérez, de 53 años, trabajó para el Estado toda su vida pero ahora él y muchos otros conductores están siendo marginados de la plantilla del gobierno, conforme éste intenta reducir gastos. Le dijeron que podía seguir conduciendo el auto estatal, pagar un alquiler y quedarse con las ganancias. “No tengo esa experiencia en negocios privados”, cuenta. “Nos dan miedo los cambios. Con el cambio hay riesgo”.

El discurso de Castro al anunciar las conversaciones secretas que mantuvo su gobierno durante 18 meses con funcionarios estadounidenses ofrece algunas pistas sobre la forma en que La Habana ve el nuevo escenario político, indica John Kavulich, asesor sobre la economía cubana.

Vestido con su uniforme militar, Castro “dejó en claro que Cuba seguía en guerra, que aún la estaban atacando”, dice Kavulich. “El gobierno cubano adoptará sólo los componentes de cambio que sienta que puede controlar y sobrevivir”.

Castro dejó en claro sus prioridades internas durante un discurso ante la Asamblea Nacional en el que le agradeció a Obama por su audaz iniciativa pero advirtió que Cuba no sacrificaría sus principios. También anunció un nuevo congreso del Partido Comunista, el foro para debatir cualquier cambio de políticas, pero fijó la fecha lejana de abril de 2016, lo que da tiempo para evaluar y reaccionar a los cambios.

Se implementaron algunos cambios sutiles en la economía centralizada desde 2010, como permitir que muchas pequeñas empresas privadas como hoteles y restaurantes capitalizaran el influjo del turismo, o autorizar que los cubanos compren y vendan sus autos y casas. Pero ha sido difícil porque los cubanos promedio no tenían experiencia en administrar empresas, sostiene Pedro Freyre, presidente del directorio de la firma de abogados Akerman LLP, que asesora a clientes que quieren hacer negocios en Cuba.

“Los cubanos se olvidaron de cómo ser capitalistas y algunas personas son capacitadas por ONG justamente para eso”, indica Freyre. “El otro tema es que en su fuero más interno, quienes gobiernan Cuba aún son marxistas y socialistas, y creen en la planificación social”.

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