Eran otros tiempos

Con razón escribía el historiador Álvaro Tirado Mejía: “Hay que entender que los partidos se acabaron. Son apenas banderas desteñidas. Y por eso se permiten toda clase de volteretas”.

Y uno de los más acabados –por culpa de sus jerarquías– es el conservatismo antioqueño. Está tan mal que quizá por primera vez en muchos años no tiene candidatos propios, ni para la Gobernación de Antioquia ni para la Alcaldía de Medellín. Ante la incompetencia de su dirección, cambió su vocación de ejercer el poder a través de personajes elegidos de sus propias filas, para conformarse con sumarse a candidatos ajenos a lo que fueran sus ideologías y temperamentos.

El conservatismo antioqueño fue un partido respetado y respetable en el país. Llevó por muchos años la iniciativa de los grandes propósitos nacionales de esa colectividad. Tenía direcciones vigorosas, arrolladoras. Predominaban la mística y la emulación, así existieran divisiones que en vez de postrarlo lo dinamizaban. Los seis presidentes de la República antioqueños en el siglo XX los dio el conservatismo paisa. Eran otras épocas, en donde el carácter, el don de mando y de convocatoria eran atributos imprescindibles para conducirla en busca del respeto y del éxito.

Debido a esa fuerza y prestancia en todos los acuerdos que se suscribieron para derrotar la única dictadura militar del siglo XX, el conservatismo antioqueño fue protagonista de primera línea. Los grandes documentos que se suscribían en Bogotá, llegaban a Antioquia para obtener el aval de las jerarquías azules. Sabían los dirigentes nacionales del liberalismo y del conservatismo que un Frente Civil primero, y luego un Frente Nacional, sin la presencia del conservatismo antioqueño, carecía de validadores éticos y políticos primordiales.

Caída la dictadura, el conservatismo antioqueño seguía en primera línea, influyendo en los destinos políticos nacionales. Aquí se reencauchó la candidatura presidencial de Guillermo León Valencia y se refrendó antes la de Alberto Lleras. A través de un pacto programático –que no burocrático– acompañó a Carlos Lleras. Y lanzó a Misael Pastrana como el último candidato para cerrar el período del Frente Nacional. Eran épocas de jerarquías con mística y convicciones. Existía un partido fuerte, no gregario, que influía, actuaba, proponía, controvertía, orientaba.

Fueron tiempos y hechos que hicieron afirmar a López Pumarejo que “el meridiano político de la nación cruzaba por Antioquia”. Y en Antioquia estaban las mayorías conservadoras.

¿Qué queda hoy del conservatismo paisa sin candidatos propios a Gobernación y Alcaldía de Medellín? ¿Acaso restos de un naufragio de lo que fue buque insignia de la política nacional? Hay una tripulación asfixiada en sus propios errores, una comunidad conservadora regional desconcertada y cuyo último recurso para paliar su frustración es abstenerse de votar, sufragar en blanco, o hacerlo por candidatos no militantes del conservatismo.

Ya cayó el telón azul de este melodrama electoral. ¿Cuándo se levantará para ver un teatro menos caricaturesco que el actual?

PD: Contrastó la ovación que la asamblea general de la Andi le tributó al empresario José Alberto Vélez con los cicateros aplausos que recibió Santos. Es la diferencia de quien construye con transparencia y quien actúa con marrulla.

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