He caminado ya gran parte del trecho de vida que la naturaleza me tiene señalado. Siempre he sido independiente y sin ambages, crítico, si bien profeso con firmeza un ideario al que he sido fiel.

Considero que cada persona debe tener libertad para elegir la orientación sexual que esté a tono con su naturaleza. No censuro que una mujer o un hombre sean homosexuales. Ni me escandalizo al enterarme de que dos personas del mismo sexo conviven.

Lo que critico es que el Presidente nombre como ministros, simultáneamente, a dos personas que sean pareja entre sí, aparte de si son hombre y mujer, o del mismo sexo. Los asuntos del Estado son de tal delicadeza y tienen, indelebles, unos códigos de comportamiento y de transparencia de tal hondura que van mucho más allá del régimen de inhabilidades que consagra nuestra Legislación.

Por eso increpo que el presidente Santos Calderón haya nombrado como ministras, simultáneamente, a Cecilia Álvarez y a Gina Parody; con el mismo espíritu, reprobé el que en el anterior gabinete ministerial estuvieran sentados un par de ex esposos, María Fernanda Campo y Rubén Darío Lizarralde, ambos conservadores.

Si a una de las dos la nombra como ministra no lo censuro; no dije palabra alguna cuando Cecilia Álvarez fue ministra del Transporte; disiento es de que quienes forman una pareja sean, en forma simultánea, miembros del mismo gabinete ministerial.

Al abrir la puerta a tal práctica, el presidente Santos Calderón dio un salto al vacío y por allí lanzó al país. Mañana habrá padres e hijos, etc. El país es algo de mucha dimensión y ello debe pesarse al tomar decisiones presidenciales.

Respeto nombramientos como el de Brigitte Baptista en el Instituto Humboldt. Lo que considero un error garrafal es nombrar a una pareja como ministros. Eso tiene hondas repercusiones que lesionarán al país entero. Faltó sensatez en la decisión presidencial.